1 ¿Qué sacamos de juntar una pareja en el tedio de los cuarenta —un Don Draper inseguro, sensible e infradotado; una veterinaria histérica y resentida— y a sus dos hijos —un adolescente con una neurosis galopante; una millennial apática e hiperconectada— en veintiún episodios de veintidós minutos cada uno? Probablemente nada. Probablemente otra sitcom familiar cuyos miembros disfuncionales redondean sistemáticamente cada episodio a través de la fuerza arrolladora del amor, que todo lo puede. Probablemente otra de esas series new wave de Netflix, por Netflix, para todos nosotros, los usuarios bobos de Netflix. La cosa cambia cuando agarramos todo ese ruido de fondo y lo traemos al frente. Ponemos en el medio al abuelo viudo, latino y borracho de nuestra modern family y le damos todo el argumento para que se lo trague entero: un Doc. Brown hipersexual que recorre un universo de paisajes lisérgicos, como el lastre libidinal de nuestra space-opera perfecta y alucinada; un científico misántropo y absolutamente excedido, viajando por Sodoma y Gomorra en un plato volador destartalado, pero volviendo todas las noches al sillón de casa para el Prime Time: el deseo como un material atávico y peligroso, fuera de todo control parental. Ahí ya tenemos algo.
2 En el 2006 Justin Roiland animó una parodia de Back to the Future de cinco minutos que mostraba a un McFly lamiéndole sucesivamente las bolas a su Doc. Brown —la ciencia, claro— cada vez que tenía un problema. Así hacían funcionar el Delorean, así evitaban los dos que McFly se desvaneciera. Roiland terminó de grabar las voces en el garage de su casa, se le ocurrió el título “The Real Animated Adventures of Doc. And Mharti” y lo estrenó en el Channel101, un festival independiente que había fundado cuatro años antes un tándem de cuarentones cancheros en Los Angeles. El corto de Roiland no ganó el festival, pero sí le agradó a Dan Harmon —uno de los cuarentones— el clima general del corto y, por supuesto, el costado enfermo y retorcido que desplegaba en escena. ¿Qué pasó después? Pasaron algunos años de idas y vueltas hasta que Roiland y Harmon adaptaron y enlataron el producto para que fuera más fácil de vender. Le pusieron Rick & Morty, completaron la familia alrededor de ellos dos, y terminaron animando un piloto que le llegó a Adult Swim. El show se estrenó en el 2013, y en fin: creo que ya a esta altura se van imaginando todo lo que sigue.
El piloto de Rick & Morty tiene los primeros cinco minutos más brillantes desde que lo vimos a Walter White —esto es: un tipo común— manejando un RV por el desierto, en calzones y con una máscara de gas.
3 Exagerar siempre hace las cosas un poco más fáciles. El piloto de Rick & Morty tiene los primeros cinco minutos más brillantes desde que lo vimos a Walter White —esto es: un tipo común— manejando un RV por el desierto, en calzones y con una máscara de gas, con las sirenas de fondo y dos cadáveres rebotando por todos lados en la parte de atrás. Rick & Morty, ahora. Primer plano de la serie: la habitación de un adolescente. Figuras de acción en la mesita de luz y calendarios porno en la pared; manchas de humedad en el techo y un velador con forma de elefante. La luz está apagada. Un adolescente, claro, durmiendo. Se abre la puerta y entra un viejo borracho con la boca a medio vomitar y una botella en la mano, vestido con un delantal blanco abierto de punta a punta. El viejo agarra al adolescente del pie, le dice que le tiene una sorpresa y lo arrastra a su platillo volador. Plano siguiente: vienen los dos —a esta altura ya sabemos: jóven Morty y grandpa Rick— flotando por encima de la ciudad. Grandpa Rick le dice a Morty que acaba de fabricar una bomba de neutrones con lo que encontró en el garaje, y que van que empezar de cero: van a tirar la bomba y se va a terminar todo. Morty va a ser Adán, Jessica —una compañera de Morty en sus clases de matemáticas, su musa, su material onanista— va a ser Eva, y él, Rick, solamente los va a mirar.
4 De ahí en adelante Rick & Morty es un parque de diversiones en miniatura injertado en el cuerpo recién muerto de un vagabundo; una pareja de abuelos tradicionales que contrata en navidad a un Africanamerican hípster-universitario como su fetiche sexual para sus sesiones de voyeurismo; un retrovirus —cuya voz es la de Christina Hendricks— que infecta los cuerpos de un planeta entero y vuelve a toda una raza en un único cuerpo, con una única voluntad (una voluntad sexual, claro); una intervención cardíaca que remplaza los testículos del padre de Morty por el corazón alienígena de un Mandela universal, cuya voz es, sí, la voz de Werner Herzog. Pero ¿qué es lo que hace funcionar a Rick & Morty? Léase: ¿por qué no nos aburrimos todavía?
Rick & Morty funciona porque no nos insulta ni se abusa de nosotros —quiero decir, de nuestra moderada inteligencia, de nuestra confianza— pero tampoco se ahoga ni se regodea de su propio cinismo.
5 Para empezar, Rick & Morty funciona porque no nos insulta ni se abusa de nosotros —quiero decir, de nuestra moderada inteligencia, de nuestra confianza— pero tampoco se ahoga ni se regodea de su propio cinismo. Funciona porque tiene una trama simple y ágil, pero ajustada y que casi nunca cae en facilismos. Diluye a Family Guy y The Simpsons en Ren & Stimpy y Adventure Time, pero no se confía o abusa de nuestra nostalgia. Nos seduce con sus (estudiadas) referencias, citando a Cronemberg, pero tampoco se aprovecha de nuestro fanatismo. No malgasta sus propios recursos, y descarta los gags más inmediatos, pero tampoco cae en su propia retórica delirante. Los personajes son planos, sí, pero saben desarrollar su propio miserabilismo y son muy pocas veces cándidos, pero nunca van a ser inocentes o predecibles. Rick & Morty construye, así, una lógica y la fuerza, pero jamás la trasgrede: tiene un compás y una cadencia, y los sigue ida y vuelta hasta el delirio Sci-Fi más absurdo e inverosímil, pero en seguida nos trae de vuelta a casa al mismo desayuno nihilista de siempre, cuando nos levantamos a la mañana y vemos que todo sigue igual. Que todos siguen igual que ayer, cuando los dejamos para ir a dar vueltas por el universo.
Al final nos despertamos y desayunamos. Nos aburrimos. Salimos al universo y vivimos como Morty: lamiendo desesperados, admirando neuróticamente a nuestro Rick Sánchez desaforado.
6 Después está, claro, lo demás, lo de siempre: Rick & Morty, funciona porque es corto y directo, ergo, fácil de consumir: siempre podemos ver uno más —y siempre y uno más son las claves de nuestra era de series, y música, y cine Pop, y Twitter, Facebook y 9Gag. Cuesta pensar en una serie como Rick & Morty hace quince, veinte años: internet, Google, las redes sociales y la corrección, las máscaras virtuales, los drones dándonos vueltas por encima, entre nuestras cabezas. Rick & Morty trabaja sobre esa realidad aumentada. Nuestra realidad aumentada. Ése es el truco. Siempre podremos ver un episodio más. Siempre va a existir algo más. Nuestras fantasías y perversiones funcionan mejor girando alrededor del potencial, de un potencial desenfrenado. El truco está en mostrar la vacilación. El quiebre. En retrospectiva, mirando para atrás, nos pensamos como a un McFly, volviendo nítidos y limpios del pasado a un futuro superador, que nos encuentre en la realidad de un modo definitivo, sin trasparencias, y siempre cerca del Doc. Emmet Brown, pero mirando desde las vías el tren del futuro. Al final nos despertamos y desayunamos. Nos aburrimos. Salimos al universo y vivimos como Morty: lamiendo desesperados, admirando neuróticamente a nuestro Rick Sánchez desaforado, fuera de control///////PACO