«Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que lo prendan fuego». Esta frase proviene del libro de criminología y sociología urbana Arreglando Ventanas Rotas (Fixing Broken Windows), editado en 1996, el cual se inspiro en el artículo Ventanas Rotas, de James Q. Wilson y George L. Kelling, publicado en 1982 en la revista literaria The Atlantic Monthly. El libro plantea que la mejor forma de prevenir el delito es contenerlo cuando los problemas aún son pequeños.
Esta teoría, fuente de inspiración de la «Tolerancia cero», fue aplicada en distintas ciudades de los Estados Unidos, con especial éxito en Nueva York. Los críticos de esta política, sin embargo, señalan que el descenso de las tasas de desempleo y distintos programas sociales fueron fundamentales para bajar los números de delitos menores. Otros críticos de la Teoría de la Ventana Rota señalan que el éxito estadístico de los delitos menores se debió a la disminución del consumo de crack y a que los hombres de entre 16 y 24 años (los sospechosos de siempre a la hora del vandalismo) disminuyeron debido a cambios demográficos relacionados a la legalización del aborto.
«Imagínense que se acumula basura en la vereda. Pronto, más basura se irá acumulando. Eventualmente, la gente comenzará a dejar bolsas de basura de restaurantes de comidas rápida o asaltar coches». Menos mal que no vivo cerca de un McDonald’s, pero puedo afirmar, por haberlo vivido desde que me mudé al barrio de Saavedra, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que al ver residuos acumulados en un lugar específico, los vecinos (sean viejos, amas de casa o jóvenes solteros) arrojan más basura en ese mismo lugar. De esta manera, le damos la bienvenida a los contenedores de basura impulsados por el ministro de Espacio Público porteño, Diego Santilli.
De acuerdo a datos del gobierno porteño, el 63% de la ciudad ya se encuentra contenerizada, y la política tiene como fin que los vecinos y los encargados de edificio lleven las bolsas hasta el contenedor. De esta manera, con el objetivo de erradicar las esquinas «crónicas» en las que se junta basura, el gobierno porteño puso contenedores de basura, incluso en barrios con código de edificación bajo, donde la recolección de residuos puerta a puerta funcionaba. Una simple pregunta: ¿para qué? De repente ya nadie quiere ver la basura en la puerta de casa, no importa que el camión de recolección pase todas las noches, el vecino (sean viejos, amas de casa o jóvenes solteros) llenan los contenedores al tope.
Esperando al muerto. Aunque supuestamente los contenedores sirven para hacer una separación de residuos, nadie se toma el trabajo, no sólo porque todos los que vivimos en Buenos Aires somos unos hijos de puta, sino porque además no tenemos idea de cómo hacerlo. El márketing berreta vía redes sociales que hace @diegosantilli no alcanza para educar a una sociedad que lo único que quiere es no ver su propia basura. Lo que no entiende Santilli es que los contenedores atraen todo tipo de mugre, reemplazando a las esquinas «crónicas» que menciona el gobierno porteño. Escombros, podas de árboles y muebles de melamina podrida son algunas de las cosas que aperecen junto a los contenedores que, repletos, siguen recibiendo basura al costadito, esperando el día que aparezca un muerto.
Disciplinamiento. Quiero ser claro, no se trata de las veces que pasa el recolector, pasan tres camiones por día, los basureros son macanudos; el tema es cómo un contenedor en un lugar equivocado puede provocar quilombo, no sólo de basura, sino también entre vecinos. No alcanza con un cartelito o una nota por debajo de la puerta que diga «por favor no arrojar residuos». La semana pasada llegué a casa pasadas las seis de la tarde y me encontré en la puerta con una deforestación, WTF. La vecina de al lado, que en parte comprende mi neurosis, me indicó quién había sido. Lo encaré. Le pregunté por qué no tiraba la poda en la puerta de su casa. Detrás de la reja me contestó: «Para eso están los contenedores».
¿Qué haría Rudy Giuliani? No sé, eso díganlo ustedes, yo soy un tipo tranquilo.