Se acerca ya mi final
no quiero ningún puto funeral
no me lleven flores a mi tumba
lleven putas.
Villanos, 2000
I
Natacha Jaitt es puta. Bueno, ella prefiere el término gato. Si alguien pone en el buscador de Google qué significa puta dice que es quien cobra por sexo, un símil de prostituta. Hace dos años Natacha Jaitt dijo que se había prostituido algunas veces y que lo hacía en dólares. Fue hace dos años, cuando apareció su nombre en un mail que supuestamente enviaban algunas celebridades de la farándula detallando qué sí y qué no les permitían a sus clientes hacer en sus cuerpos.
A partir de este hecho se comenzó a hablar del tema con mucha frecuencia bajo el término prostitución vip. Natacha Jaitt tomó un lugar de autoridad potenciando su cualidad de mediática yendo a diversos programas para hablar del tema. Ella conoce el juego y sabe jugarlo. Por eso afiló su lengua -en la farándula la metáfora de la lengua filosa es positiva- y nombró una serie de celebridades de renombre, de las cuales una es la futura esposa del supercandidato oficial Martín Insaurralde, que cobraban por sexo.
Pocos temas producen tanto rating como la sexualidad. Natacha Jaitt inició su carrera de mediática al aparecer en programas de TV donde, en plena entrevista, miraba fijo a los ojos del entrevistador y luego de algunos segundos de silencio con la mirada perdida entre el techo y sus piernas gemía teatralizando un orgasmo. No es sexóloga aunque hablaba de sexo con una retórica pedagógica. Su reputación se elevaba al afirmar que podía gozar de intensos orgasmos sin recurrir a ningún tipo de tacto.
II
En Argentina la palabra puta es capciosa. Puede ser la calificación despectiva hacia una mujer que se cosifica a sí misma vendiendo los servicios de su cuerpo en tanto objeto sexual, pero también puede ser un piropo que halaga y agradece los quehaceres sexuales de una mujer en tanto buena amante.
No hace falta decir acá que la mujer que se encama con muchos hombres no está mal. Ese lugar común que sugiere que el hombre que se relaciona sexualmente con muchas mujeres es positivamente un ganador y la mujer que se relaciona sexualmente con muchos hombres es negativamente una perdedora es tan viejo que ya me produce artritis de tan sólo escribirlo. Resabios machistas de un neoliberalismo moral que aún hoy persiste con mucha fuerza.
El sentido común aplica para quienes anteponen el valor de la práctica sexual antes que el valor de la reputación, como si fueran dos caras diferentes de un dado de un juego de mesa. Tener una buena reputación implica mostrar siempre la misma cara del dado, ocultar las otras cinco, actuar por metonimia. En una sociedad cristiana, pudorosa y moralista tener relaciones sexuales indiscriminadamente daña la reputación, que es algo así como la cara superior del cubo, la visible. Pero no por la cantidad de genitales que un sujeto llega a conocer sino porque la cara sexual -que es la inferior, la que debe permanecer oculta, en la intimidad, besando el paño- se vierte como cara frontal. Entonces la visibilización de lo sexual se torna anormalidad sexual.
III
Mariana Rodríguez es eso que cualquier hombre en medio de un boliche señala con su recto dedo índice para que sus amigos, ebrios y distraídos, la vean y así decir por lo bajo, con cierto machismo nocturno, alto gato. Su exuberante cabello rubio, sus pestañas postizas, su postura y su provocativa mirada femenina lo sugieren.
Pero la historia comienza antes, cuando Angelici y el resto de la dirigencia de Boca decide rescindir el contrato de Carlos Bianchi como DT. Ahí aparece Arruabarrena asumiendo el cargo del Virrey y la victoria por 3 a 1 frente a Vélez afirmando la teoría de técnico que debuta, gana. El plantel xeneize estaba tenso y lastimoso por lo que la victoria funcionó como droga recreativa. Una muestra de ello fue Andrés Chávez que al meter el tercero a los 44 del segundo tiempo -ese era su primer gol con la casaca de Boca – se emocionó hasta las lágrimas.
Al día siguiente aparece en una intrascendente cuenta de Facebook de una joven y delicada muchacha una serie de fotos que en el ambiente periodístico se llaman comprometidas. La primera es una selfie de la pomposa rubia haciendo trompita –ese gesto femenino indescifrable que no se sabe si está tirando un beso, haciendo pucherito o aflacando el rostro- en tetas. Sí, en tetas, para que quede demostrado que en ese cuarto hubo intimidad. En la segunda foto un muchacho yace acostado en una cama, está oscuro y no se logra reconocer muy bien el rostro. Pero la tercera es lo que en el ambiente periodístico se llama contundente: una credencial de la obra social Swiss Medical que reza CHAVEZ ANDRES ELISEO.
Los diversos medios del abanico informativo argentino se hicieron eco de este hallazgo en los pantanos de la web para difundirlo hasta el hartazgo usando la noticia como arma central para ganarle a la competencia e intentar ser el medio más leído del día. El desenlace es fabuloso. Luego de que la noticia circulara durante toda la mañana como esa caracterización que Rodrigo Lussich hace en Telefé donde presiona un detonante y grita ¡bomba!, apreció el detalle que transforma todo lo espectacular en hiperespectacular. La hermosa rubia Mariana Rodríguez era, en realidad, travesti. En mi trabajo más de uno descreía de esta versión hasta que uno levantó la mano y nos pidió a todos que nos acerquemos a ver una foto que tenía abierta en su pantalla. La heterosexualidad apreminante entre los masculinos y femeninos que miramos esa pantalla nos hizo retroceder al menos un paso al ver el gigantesco miembro viril en primer plano que brotaba entre las piernas de la hermosa Mariana Rodríguez.
IV
En Argentina uno de los problemas del travestismo está en la denominación. El lenguaje es una estructura que nos talla y modifica casi de la misma manera en que nosotros como sociedad lo tallamos y modificamos. El artículo masculino le da carácter de masculino. Otra cosa sería una travesti o, como muchos suelen denominar, chica trans. El problema de la identidad aparece una vez más como una mancha de humedad que hasta que no pintemos la pared va a seguir estando pero el límite de lo debatible radica cuando entran en escena quienes se sienten ofendidos por las manchas de humedad de paredes ajenas.
La clasificación de la sexualidad de las personas como un binomio de hombres y mujeres es tan vieja y absurda que hasta Facebook decidió abrir un abanico de más de 50 posibilidades para que cada cual decida completar el casillero de sexo con la denominación que se le antoje.
Mariana Rodríguez es, además de una chica trans, una puta. Básicamente porque se prostituye: aparece en el sitio distintas.net ofreciendo sus servicios sexuales. Más allá de ese humor púber que actuó de oficio y agregó, entre los apodos que tiene Andrés Chávez en su perfil de Wikipedia, el de cometrabas, Mariana Rodríguez tiene una particularidad que pareció sorprender a los monillos que navegan y opinan en las redes sociales sin tapujo alguno: que Mariana Rodríguez es hermosa.
V
En el mundo de la noche premiun las mujeres ultramaquilladas con peinados prominentes y tacones altos son el cliché de la prostitución vip. O al menos de la buena prostitución. ¿Existe la buena prostitución? En la etapa actual del capitalismo que podríamos llamar consumismo avanzado todo tiene un precio. Quienes carecen de una herencia abultada, esas que permiten reposar ociosamente sobre lo que papá acaudaló a base de buen cálculo, tienen que salir a producir alguna riqueza. Bienes o servicios. La prostitución es un servicio. El problema está en su ilegalidad o, mejor aún, su ilegitimidad. Porque prostituirse en la Argentina no está prohibido, pero sí la explotación sexual, esa mafia organizada que opera a raíz del sometimiento involuntario de personas con fines de esclavitud sexual. Antes se le llamaba trata de blancas porque el tráfico de negros no era un delito. Ahora es trata de personas. Son muchísimas las mujeres que padecen el hostigamiento de algún cafisho nauseabundo que las obliga a base de pastillas y golpes a prostituirse; abrirse de gambas frente a una bolsa de hormonas disfrazada de ciudadano que solo quiere adquirir el servicio del sexo sin cuestionar su procedencia.
Durante años muchas de las campañas contra la trata de personas tenían el slogan Sin clientes no hay trata. Aún hoy se utiliza, se comparte, se viraliza como esas pancartas naif del No a la guerra. La ecuación se torna efectiva: nadie secuestraría a una mujer para obligarla a prostituirse en alguna whiskería de mala muerte del NOA si los clientes no existiesen. Concientizar a la población masculina de no asistir a los puteríos parece ser la mejor opción. Pero, ¿qué sucede con toda esa cantidad de mujeres que se prostituyen conscientemente, que reivindican el oficio con dignidad, que cobran un interesante monto de dinero a cambio de asegurarles a sus clientes una noche inolvidable? ¿Qué sucede con toda esa población masculina que, carente de dotes atractivos, de una personalidad seductora y de iniciativas conquistadoras sólo puede tener relaciones sexuales si los planetas se alinean y que, además, no tienen desarrolladas las técnicas gandhistas de autocontrol y castidad? Más aún cuando el sexo está en el prime time, en los programas de chimento, en las publicidades acosadoras de la web, en los puestos de diarios y revistas, en lo más leído de los grandes sitios del periodismo digital y en las páginas más visitadas de Internet que son las pornográficas.
Harto conocido es que la mayoría de los prostíbulos que esclavizan mujeres actúan con la complicidad de la policía, de la intendencia y de la gobernación. En un mundo donde la clase moralista se queja porque un corte de ruta de un grupo de aborígenes que denuncian que gendarmes les prendieron fuego sus precarios ranchos atenta contra su derecho de ciudadano porque no le permite circular libremente, bueno, evidentemente la concientización no es la salida.
VI
El primer mundo son los países de la Europa Nórdica. Suecia, además de dejarnos afuera de Corea-Japón 2002 con un traumático empate donde Bielsa tampoco apostó por la simultaneidad de Crespo y Batistuta, tiene una ley contra el proxenetismo que es más que relevante. La ley se basa en la penalización del cliente y la protección de la mujer prostituida que es considerada por el Estado una víctima de la violencia de género. La postura es prohibicionista. De esta forma, en diez años lograron erradicar -como si fuese una plaga sucia e infecta- el 80% de las prostitutas que caminan las calles suecas.
Hace unos meses, Yegua&Groncha dijo en Paco que “se habla como si las putas fueran una cosa, como un animal que no pudo hacer otra mierda de su vida y que es lo que le tocó”. La cosificación de la puta es una doble cosificación porque además de tratarla como un objeto sexual se le otorga un carácter de inconsciencia, de desconocimiento, se le otorga ese tan etnocentrista y peyorativo manto de victimización.
En un capitalismo donde todo se elabora, se consume, se compra y se vende, donde todos sus participantes dan como válida esta primicia irrefutable, el sexo también adquiere un valor de mercancía. La pregunta no es sobre cuáles son los límites en la selección de cosas que ponemos en el mostrador del mercado sino, más bien, cuál es el grado de conciencia que existe sobre el uso cotidiano de esas transacciones/////PACO