por @soifer
¿Quién es Gabriel “Pachu” D´Elia? ¿Quién es “Papichulo” (de ahí deriva su apodo)? ¿Es un escritor perseguido por haber plasmado de forma descarnada y sin filtros conversaciones privadas con una ex novia en forma de relato de vida? ¿Es un desaparecido de redes sociales porque su ex novia logró que le cerraran las cuentas de Facebook donde subía su experimento narrativo multimedia? ¿Es un Natalia Natalia como escribió en su cuenta de twitter? Con 14.772 seguidores en la red social de microblogging y con los incontables que perdió al perder sus cuentas de Facebook, Pachu difunde una obra en construcción.
¿Por qué nos importa? Porque encontramos “¿Puede el amor cambiar lo incambiable?” una sencilla historia de hybris: el muchacho humilde que gracias a un esfuerzo muy sacrificado logra salir del agujero negro y diferenciarse de los que el narrador/escritor llama “negros de alma”. Ascenso social, amigos, fiestas, tres autos y una adicción reconocida por la rotación rápida de mujeres para ocupar su cama. Hasta que aparece Romi, villana ideal tanto en el relato como en el mundo real donde a su impulso las cuentas de Facebook de Pachu fueron cerradas, quien enamora al narrador que todo el tiempo acepta consciente que se encuentra frente a una femme fatale que lo arruinará. Esa mujer es el error trágico del héroe que peca de soberbia a la que llama “toxicidad” atravesado por los discursos mediáticos de autoayuda medio-pelo.
Y luego la promesa de la caída del héroe en una segunda parte: la quiebra de la empresa que tanto le costó conseguir, la vuelta al barrio bajo, el abandono definitivo de la Lilith de nuestro relato, el choque que casi acaba con su vida y la pérdida de sus amigos, la estafa de su socia, el barro en definitiva y la necesidad del héroe de buscar su anagnórisis. Quizás sea esta la misma escritura de esta especie de memoria que, atravesada por restos de discursos populares (conversaciones amorosas de MSN, diálogos por SMS) de los que se accedería pispeando en el colectivo lo que alguien más escribe en su celular y un uso de la lengua que no busca preciosismos pero que no por eso, es menos pudorosa donde el sexo nunca está narrado sino sugerido, aclarado casi con vergüenza (vale ver las primeras notas al pie que aclaran el significado de “dar matraca” o “tener las pelotas hinchadas”), se constituye como una experiencia de escritura en redes sociales que entiende perfectamente a la época. Probablemente porque no se planteó pensarla. /// PACO