Sábado, 20 de junio
La historia se esfuerza por hacernos creer que los hombres que hicieron historia atravesaron algún mar. El que relata la vida desde un barco es simplemente sobreviviente de un viaje en mar abierto que queremos recomendar. “Partimos viernes tres días de agosto de 1492 años de la barra de Saltes a las ocho horas; anduvimos con fuerte virazón hasta el poner del sol hacia el Sur sesenta millas, que son quince leguas; después al Sudueste y al Sur cuarta del Sudueste, que era camino para las Canarias”. Eso dice el comienzo del diario de Cristóbal Colón, dejando en evidencia que nunca pudo haber estado al mando de un barco en altamar.
Domingo, 21 de junio
Un viaje en barco es la mejor manera de conocer las islas de la Reserva Natural que habita la etnia Kuna. Cruzar desde Panamá a Colombia implica cinco días de navegación. Eso significa que la vida se reduce a aquello que un hombre haría para evitar la muerte. Se navega un río hasta que se puede ver un grupo de hombres Kuna que parecieran estar parados sobre el mar. Ellos son los encargados de cobrar el peaje de ingreso a sus tierras ($20 dólares cash). Sepan mantener el silencio si quieren escucharlos hablar chibcha. Ríen como si uno no estuviera en la lancha que ellos arrastran hasta la primera ola del mar.
Cruzar desde Panamá a Colombia implica cinco días de navegación. Eso significa que la vida se reduce a aquello que un hombre haría para evitar la muerte.
Lunes, 22 de junio
Al llegar al catamarán se conoce a la tripulación; se aprende que el agua potable solamente se usa para tomar. La vajilla se lava con agua salada. La basura se mantiene a bordo pero lo orgánico se tira al agua. El baño de mar es lo más cercano a los hábitos de higiene que todo tripulante debe saber olvidar. El sueño profundo queda en tierra firme. Uno se acostumbra a vivir sucio, bronceado y mareado. Se almuerza y se cena la pesca del día. Los kunas se aseguran de que ningún barco atraviese San Blas sin comprar pescados, langostas y cangrejos. La fruta puede ser una buena aliada. Los primeros dos días de viaje se disfrutan. Se adquiere experiencia en el arte de dominar el viento. Navegar es la única guerra que permite encontrar la paz.
Martes, 23 de junio
El barco se detiene a mediodía en una isla para visitar a sus pobladores Kuna. Las mujeres se aceran ofreciendo molas, los tejidos de telas en colores que ellas usan como vestimenta. Los hombres ofrecen alcohol y cigarrillos. Los niños prefieren hacer nuevos amigos. Uno elige que clase de conquistador quiere ser. Una vez que el barco se aleja de las islas de San Blas se navega sabiendo que el capitán se esfuerza por esquivar el camino a la muerte. Son cuarenta y cuatro horas de olas que alcanzan los tres metros. Se necesita buena música para que la mente deje de preguntar cuánto falta para que haya paz.
Solamente un falso capitán de carabelas se animaría a jactarse como artífice de un viaje que requiere trabajo en equipo.
Miércoles, 24 de junio
La tripulación se compromete a gritar ‘hombre al agua’ si alguien cae de la borda cuando pretende salir a vomitar. Las drogas y el alcohol son la propuesta de ese hombre valiente que rodeado de sus gatos se compromete a desafiar las leyes de la naturaleza. Es imposible imaginar al capitán escribiendo el diario de esa guerra contra el mar. Solamente un falso capitán de carabelas se animaría a jactarse como artífice de un viaje que requiere trabajo en equipo. En nuestro caso, fueron unos hermanos Pinzón los que nos enseñaron que vale la pena tentar a la muerte, para llegar a Cartagena de Indias por mar. Navegar es la mejor manera de vivir en carne propia lo que sintieron los conquistadores de América. Uno como tripulante puede sentirse orgulloso de su batalla. Estar en el mar es una hermosa manera de sentirse valiente pero nadie que haya cruzado un océano dudaría que recordamos al único pirata que sabía escribir. Hombres y mujeres, todos podemos ser Cristóbal Colón//////PACO
Fotos de Ana Grucki / www.anagrucki.com