Durante mucho tiempo de mi vida fui arquero. Durante muchos años atajé en cancha de 11. Siempre amateur, siempre con amigos, pero no por eso sin exigencias… o puteadas. Las circunstancias que te llevan al arco son variadas, en general están vinculadas a que, básicamente, no podés estar adentro de la cancha; o, escrito de una manera más polite, porque sos mejor atajando. La verdad que no recuerdo demasiado bien cómo llegué al arco de Gino, el equipo de mi vida.
En Gino aprendí los conceptos básicos del arco. Venía de una vida de basquebolista, de reflejos y buen uso de las manos. Sin embargo, el mundo bajo los tres palos tiene secretos que van más allá de una buena reacción. Atajar es tomar decisiones. Mi amigo Juan Katz, que actualmente vive afuera del país, fue muy importante en transmitirme qué tipo de decisiones tenía que tomar como arquero: «Nunca salgas a cortar un centro de un lateral» o «Hablame si estoy retrocediendo mucho», entre otros consejos que fueron apareciendo con los años.
Katz juega de marcador central prácticamente desde que nació. Debo admitir que no es virtuoso físicamente, pero eso siempre lo suplió -con creces- con mañas: timing, posicionamiento y (sí, digámoslo) un poco de mugre (nunca desleal). Jugando con él siempre me sentí seguro en el arco. Durante años jamás me responsabilizó por un gol rival, incluso aunque fuera obvio. Siempre encontraba la manera -los que lo conocemos sabemos que es muy convincente cuando argumenta- de plantear que había habido un error defensivo.
Con los años me afilié al sindicato de arqueros argentinos (SAA), me volví un justificador de arqueros en la tribuna, en charlas con amigos o peleándome con un comentarista de la televisión que probablemente en su vida atajó. Incluso defendí arqueros que no me gustaban, no pude evitar volverme corporativista. Cuando Franco Armani llegó a River sólo lo recordaba por la final de la Copa Sudamericana contra Atlético Nacional de Medellín (2014). Esa final River la ganó con oficio y con una de sus mejores virtudes: el juego aéreo. Después de empatar 1-1 en Colombia, en el Monumental River ganó 2-0 con dos goles de cabeza.
En ambos goles Armani fue espectador, no podía hacer nada. River ganó con dos cabezazos hermosos (Mercado y Pezzella). ¿Podría haber salido? No, en ninguno de los centros tuvo responsabilidad, perdieron los defensores ante dos circunstancias. La primera: tipos que cabeceaban bien. La segunda: centros perfectamente pateados (Pisculichi tuvo un semestre de Selección Nacional, meses donde regularizó su pegada virtuosa como nunca). Sin embargo, ¿por qué hay una obsesión de periodistas -contagiada a televidente- de señalar a los arqueros cuando hay un gol de pelota parada?
En esta Copa Libertadores 2018, Armani volvió a ser criticado específicamente por un gol de pelota parada: Gremio en cancha de River. Volví a mirar el gol varias veces para esta nota. El centro fue perfecto (les cuento algo: probablemente en los entrenamientos se practica la conexión envío-llegada. Después, por supuesto, hay circunstancias que pueden evitar -o no- ese objetivo). Armani no tuvo responsabilidad, el que falló en todo caso es el que tenía que marcar al que cabeceó. Además, seamos buenos, reconozcamos el mérito del timing del que va a cabecear. Nunca olvidemos la máxima de Macaya Márquez: «Un partido perfecto debería salir 0-0». Suena amarrete, pero tiene razón.
Opinión de arquero profesional
Alejandro Saccone, histórico arquero suplente de River (estuvo 12 años, exceptuando breves estadías en otros clubes), hace comentarios en TyC Sports. Cada vez que lo engancho me quedo a escucharlo porque sabe, entiende el rol del arquero; no sólo sus funcionalidades específicamente deportivas, sino el factor emocional. Siempre que habla intenta entender al arquero, por qué hizo lo que hizo, o directamente intenta mitigar su responsabilidad. En el primer gol de Boca del domingo, Saccone explicó que el arquero tiene que cubrir el primer palo (en el segundo remate de Ábila), y que las pelotas más difíciles están en los ángulos (inferior y superior). El ex arquero de River señaló que Armani estuvo bien en cubrir el palo, pero finalmente tuvo que admitir que «algo de responsabilidad» pudo tener el 1 de River ante la pelota que se la escabulle a media altura.
En lo personal creo que en el gol de Wanchope ante todo hay una virtud del goleador. Se saca a un defensor de encima -en un partido donde no había sido muy abastecido por sus compañeros-, y después de sacar un tiro muy potente no sólo toma aire para ir a buscar el rebote, sino que además vuelve a pegarle fuerte y al arco -con la otra pierna-. Todo esto sin que ninguno de los tres defensores que lo rodeaban pudieran reaccionar a su misma velocidad. ¿Entonces la culpa fue de los defensores? No, si mirás la jugada, los defensores quedan en el piso o a contrapierna, el delantero de frente. Fue una jugada más que hace al fútbol imperfecto.
¿Por qué un error en mitad de cancha que termina en gol es olvidado más rápido que un error de un arquero? No seré ni el primero ni el último en hacer esta pregunta cliché del fútbol. En el segundo gol de Boca, la primera reacción de mi amigo Peteco Davancens, fue decir: «¡Salí Armani!». Lo miré y le dije: «¿¡Qué Armani!? ¡Cabecea solo!» Mirás la repetición y efectivamente pasó lo que suele llamarse «una distracción defensiva». Pero no me interesa detenerme ahí, quería plantear la velocidad con la que sale la pelota desde el centro de Villa. Si se fijan en el video, el centro sale a los 45’.30” y Benedetto cabecea a los 45’.31”. ¿Cuántas personas tienen que tomar decisiones en un segundo? Muy pocas.
Al día siguiente del partido Saccone explicaba -de forma novedosa- que hay una idea instalada de que los arqueros «tienen que salir», que los arqueros «de antes» salían más. Lo que no tienen en cuenta, comentaba, es que el fútbol de hace veinte años no era tan rápido como el actual. La pelota no era tan liviana -lo que la hace más veloz e impredecible en el efecto que puede tomar- ni tampoco había tan buenos pateadores en combinación con jugadores atléticos en el cabezazo. Todas esas variables no son tenidas en cuenta por los periodistas que exigen que los arqueros salgan en todas las jugadas -los mismos periodistas que después son capaces de destruir a ese mismo arquero que queda a mitad de camino en ese segundo que hay entre el que patea el centro y el cabezazo-.
Por supuesto que Armani no necesita abogado defensor -con el mano a mano al final del partido del domingo alcanza-, sin embargo, tenía ganas de hablar del partido, de los arqueros y de esa ingrata profesión que vive en modo test de forma permanente. Como diría mi amigo Juan: «Olvidate Patanga, vos no tuviste nada que ver, el gol nos lo comemos nosotros que no marcamos a nadie»./////PACO