Acaba de suspenderse el partido entre Boca y River, por la vuelta de la serie de octavos de final de la copa Libertadores. La primera expresión que surge es, por fuera de todos los recalentados análisis que Pablo Alabarces hará en radios y tv, #África. En la aldea desastrada de Twitter debería ser TT en este momento, pero en cambio, en un gran triunfo del macrismo, Niembro está entre lo más nombrado en Argentina. ¿Qué pasó esta noche en la Bombonera?
En la aldea desastrada de Twitter debería ser TT en este momento, pero en cambio, en un gran triunfo del macrismo, Niembro está entre lo más nombrado en Argentina. ¿Qué pasó esta noche en la Bombonera?
El primer tiempo del partido, con toda la obligación de parte de Boca por ir perdiendo 0-1, fue un espectáculo de lo que la literatura tardoadolescente argentina muere por describir pero no puede: ansiedad. River jugó cada segundo a lo que tenía que jugar, a saber, 1- presionar bien arriba para que salgan con la pelota en los pies Cata Díaz y/o Burdisso; 2- contención en las bandas con Mamanna y el psicópata Vangioni clausurando las subidas de Pavón/Peruzzi y Carrizo/Colazo; 3- presión asfixiante sobre el influenciable Fernando Gago para impedir un pase incisivo. El Vasco Arruabarrena prefirió parar a un pequeño kamikaze como Pavón de punta para acompañar al nuevo ídolo efímero de la institución azul y oro, Daniel Osvaldo, en lugar de buscar el buen pie y la pausa asociativa del uruguayo Lodeiro. En el medio Meli y Pérez ofrecieron despliegue sin pelota y sin inteligencia para desmarcarse hacia adentro de modo que las bandas devinieran avenidas. Áspero y apurado, el mencionado triángulo del mediocampo boquense gastó más aire en pensar los memes que saldrían mañana difamándolos, razón por la cual perdieron cada una de las pelotas divididas y los vitales primeros quince minutos en un estadio enfervorizado ante la manija de una semana seguida de chicanas en espacios laborales, estudiantiles, privados y públicos. El Cata Díaz, octogenario venerable y bovino, tiró pelotazos ante la imposibilidad casi total de encontrar descarga a partir del primer cuarto de cancha, mientras el cerebro helado con la camiseta azul y oro número 5 -cara a la tradición antigua, moderna y contemporánea bostera- se multiplicaba en recriminaciones para todos sus compañeros, sin haber dado un solo pase comprometedor hacia adelante en 45 minutos. Sin llegadas, sin conexión, sólo con la esperanza espiritual del equipo más grande de la Argentina, Boca llegaba al entretiempo en crisis de identidad funcional.
Boca es, mal que le pese a la excelente institución radicada en el barrio de Núñez (no me refiero a Defensores de Belgrano), un monstruo gigante, un agujero negro supermasivo, una fuerza telúrica. Quienes disfrutamos de la condición de hinchas sabemos que es un modo de pensar, un filtro visual, una forma de vida posible. También para las tropas de Rafa Di Zeo y Mauro Martín, es una forma de vida por la que soldadear hasta la posible muerte. Desde lo dirigencial, Mauricio Macri dio su primer paso como adulto al ganar la presidencia de Boca, lo que lo catapultó a este filoso año electoral del poskirchnerismo. Será presidente de Argentina tarde o temprano, por más que le pese a nuestro El Álamo progresista. Ojalá antes muera, pero no esas cosas no suelen pasar. Por otro lado, la campaña por las elecciones a presidente de Boca, que son este año y a la que se postulan personajes como Víctor Santamarina, del sindicato de encargados de edificios, más los clásicos Beraldi, Ameal (en alianza con Mario Pergolini) y siguen las firmas, empieza a recrudecer.
El monstruo Boca no se sosiega, no se doma: se lo monta a pelo el tiempo suficiente para ser aplaudido y recordado, antes de caer a la desesperante posibilidad de ser pisoteado por toneladas de peso.
Fernando Niembro, el mejor cuadro del macrismo en este momento, merecedor tras esta transmisión por Fox Sports de un premio en metálico con su correspondiente título nobiliario en el hipotético gobierno de 2016, hizo mención de que algo estaba ocurriendo en el túnel de salida al campo de juego que River tenía que usar. Ponzio, Funes Mori (un experimento genético que salió mal), el psicópata Vangioni y algún otro de esos fueron rociados con algo parecido al gas pimienta. Unas cámaras mostraron que aparentemente un barra con restricción de entrada al estadio desde hace 45 días CON UN SOLDADOR –Boca es un monstruo multiforme, diverso, antediluviano, perverso y fascinante- cortó parte del alambrado que separaba ese túnel respecto de las masas de enajenados. Subrayo porque como bien se sabe el periodismo que chequea ha muerto. Entonces el monstruo Boca asomó dos cabezas principales. Por un lado, los que estábamos más acá de la pantalla nos amargamos con saña, tuiteamos furiosos y clarividentes, atajamos o devolvimos con maestría impiadosa los ataques de los seguidores de inexistentes y antárticos equipos. Del otro lado, y mientras un verdulero del Mercado Central disfrazado de “veedor” de la Conmebol se comunicaba con sus superiores para barajar qué hacer con los 45 minutos de pauta publicitaria que quedaban, la masa enfervorizada se comportaba como tal, violenta, caprichosa, inmortal. De paso amenazaba con lapidar sobre el verde césped a todo el plantel de River y oteaba para enjuciar sumarísima al plantel de Boca, que también temía por la salud de sus millonarias pertenencias.
¿La oposición boquense arregló a la barra y a los 1200 polícas que brillaron por su ausencia hasta más de una hora después del entretiempo?
¿Qué pasó hoy en la Bombonera? ¿Es una cama al macrismo en Boca, representado por Angelici? ¿La oposición boquense arregló a la barra y a los 1200 polícas que brillaron por su ausencia hasta más de una hora después del entretiempo? Empujemos hasta la paranoia, vamos: ¿es que Randazzo iba en vivo por 6 7 8 apenas terminado el partido? Ni idea. Veo el miedo en la cara de nuestros ídolos semiescolarizados millonarios de Boca, sin saber qué hacer, paralizados por el terror al escarnio en el caso de solidarizarse con los reprimidos jugadores de River. El plantel saludó con un aplauso tímido a los hinchas que desde la platea donde están los supuestos “hinchas verdaderos, no barras” arrojaban todo aquello pasible de ser considerado como contundente.
El monstruo Boca a veces se muerde a sí mismo, se canibaliza, porque durante la cicatrización es cuando mejor se siente. El aire húmedo de la Bombonera se cortaba ayer con las aspas de los drones. Unos para vigilar (con exclusiva cámara auspiciada por Movistar) y otros para castigar (con un fantasma de la B volador y espectral, una genialidad ante la que fue imposible sostener la expresión de indignado). 2015 empieza a mostrar sus bordes cortantes, sus batallas de barro y sus editoriales. Boca es un peronismo adentro de otro, con sus banderas y facciones en pugna por el poder. Una muestra gratis para Todos del laboratorio gigante de la gobernabilidad//////PACO