Cuando Hillary Clinton brindó su discurso después de conocerse el resultado de las elecciones, usó uno de los clásicos pantalones formales que Ralph Lauren diseña para ella desde años. Lo sorpresivo fue el color de su camisa, violeta. Mucho se habló del significado de ese tono para un momento histórico tan importante: la forma en que el rojo y el azul se unen para formar algo completamente nuevo. O incluso la unión de los colores de las dos facciones políticas americanas: demócratas y republicanos. Hillary Clinton jugó un juego parecido con el uso de los colores durante los debates. Durante el primero vistió pantalón rojo, en el segundo un traje azul y en el tercero un conjunto blanco, todos de Ralph Lauren, el diseñador norteamericano que fue su as bajo la manga a la hora de crear un relato visual que empatice con los votantes. Pero el discurso de aceptación de la derrota también simbolizó el fin de una relación cercana y fluida entre la industria de la moda y la Casa Blanca. Mucho más que cualquier otra industria, la moda fue una de las que más fuertemente apoyó a Clinton durante la campaña. En el mes de octubre la revista Vogue americana invitó explícitamente a sus lectores, por primera vez en sus 124 años de historia, a votar por un candidato presidencial. Su mítica editora, Anna Wintour, la apoyó durante todo el año en las diferentes semanas de la moda (hasta usó una remera con su cara). El romance no termina ahí: una serie de diseñadores como Marc Jacobs, Tory Burch y Prabal Grubung, entre otros, crearon la colección “Made for History”. Fue presentada durante la semana de la moda de Nueva York, en septiembre de este año, y su propósito oficial fue la recaudación de fondos, aunque también formalizó una alianza entre la política y la moda que lejos estaba de pensar que su peor final estaba tan cerca.

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Cuando Hillary Clinton brindó su discurso después de conocerse el resultado de las elecciones, usó uno de los pantalones que Ralph Lauren diseña para ella.

¿Qué llevó a la mayor parte de los personajes que pertenecen a esta industria a empatizar tan fuertemente con Hillary Rodham Clinton, hasta el punto de poner sus colecciones, sus revistas y sus redes sociales personales al servicio de su campaña? Lo que los enamoró principalmente fue el impacto discursivo de sus posturas políticas: durante su gestión y como candidata presidencial, apoyó abiertamente la reforma de la ley de inmigración; fue una abanderada de la justicia social; apoyó los derechos de la comunidad gay, lésbica y trans; fue una voz fuerte dentro del movimiento feminista e impulsó discursivamente la igualdad de los derechos de las mujeres y los hombres, y se comprometió a continuar el trabajo que comenzó Barack Obama en relación a la reforma en el sistema de salud. Sus posturas públicas defienden abiertamente los intereses de los trabajadores de la industria de la moda, afincados en las zonas geográficas históricamente más progresistas, como Nueva York, Boston o Los Ángeles. Este segmento se siente interpelado por el discurso de la igualdad y la unión de los americanos, más que por el de la recuperación de puestos de trabajo que nunca han sido destruidos (más bien lo contrario, siempre fueron protegidos), como ocurre en el centro del país, la zona geográfica que mayor cantidad de votos le dio a Trump. Esta estrecha relación comenzó en 1998, con la aparición de Hillary Clinton en la tapa de Vogue, la primera vez que se le ofreció ese espacio a una primera dama. La revista ha seguido de cerca la carrera de Hillary Clinton, y su ascenso desde que era estudiante en Yale hasta su rol como primera dama, y posteriormente como secretaria de Estado. Fue tapa de la revista seis veces.

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Michelle Obama, que apareció en Vogue en 2009, 2013 y aparecerá a modo de despedida en la edición de diciembre.

El vínculo lo consolidó, sin lugar a dudas, Michelle Obama, que apareció en Vogue en 2009, 2013 y aparecerá a modo de despedida en la edición de diciembre de este año. Obama fue la primera dama que mayor publicidad le dio a marcas como J. Crew y Jason Wu, que visten a la mujer americana de clase media. Tanto Obama como Clinton usaron la moda como una soporte de transmisión de mensajes, y con la ropa crearon relato, interpelaron a las mujeres y posicionaron a una gran cantidad de firmas y diseñadores. Los Trump, en cambio, no. La firma Ralph Lauren salió a desmarcarse rápidamente de la elección de vestuario que hizo la flamante primera dama, Melania Trump, la noche de la elección. Llevaba una monoprenda blanca del diseñador americano que, según la marca, “compró personalmente en una tienda”. Lo que abre un abismo en la relación entre moda y política, y las elecciones racionales de qué llevar puesto para cada ocasión. Y este modus operandi se extendió a lo largo de la campaña: todo parece indicar que Melania va de shopping y se pone lo que le dicta su estado de ánimo, no hay una estrategia estética por detrás, lo que también refleja una distancia con la industria. Por otra parte, los atuendos que eligió durante la campaña explican aún más su desapego por la industria nacional. Salvo la noche en que usó Ralph Lauren, siempre se vistió con marcas europeas como Fendi y Balmain.

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La gorra con la frase “Make America great again”, que Trump usó por primera vez en Texas, parece haberse convertido en el nuevo must.

“Si existe un mensaje unificado en el guardarropa de los Trump”, dice Marcus Wainwright, ejecutivo de cuentas de Rag & Bone (otra de la firmas que contribuyó en el diseño de la colección “Made for History”), “es que no están preocupados por la calidad de la manufactura de las prendas sino solo por lucir como gente rica”. Aunque algo inesperado ocurrió entre Trump y la industria de la moda en las últimas semanas. La gorra visera con la frase “Make America great again”, que el candidato usó por primera vez en Texas en el mes de julio, parece haberse convertido en el nuevo must-have de los amantes de la moda, y la prenda de vestir que Trump, seguro no inocentemente, eligió para imbuir de significado. Desde ese día, lo usan desde los hipsters de Williamsburg hasta deportistas famosos como Tom Brady, más allá de su apoyo político. Las gorras vienen en cuatro colores diferentes y se venden por 25 dólares en el sitio de campaña de Trump, y en un local dentro de la Trump Tower. Brendan Martin, un inversor financiero demócrata, confiesa haber comprado la gorra la noche del primer debate republicano y reconoce que “el tipo es un genio del marketing. Solo tuvo que ponerse la gorra un día para que todos conocieron su slogan y su propuesta”.

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La industria tendrá que pensar en una forma de reubicarse con la nueva administración.

Ahora la industria tendrá que pensar en una forma de reubicarse con la nueva administración, sobretodo después de los apoyos explícitos de cientos de firmas de moda, y de las opiniones personales peyorativas que diseñadores, editores y periodistas expresaron después del triunfo de Trump. Si bien la diseñadora y miembro del C.F.D.A. (Council of Fashion Designers of America), Diane Von Fustenberg, apoyó públicamente a Hillary Clinton durante toda la campaña, opinó en una carta que envió a los más de 500 miembros del Consejo que “la industria debería demostrar que acepta la decisión democrática y trabajar junto al nuevo presidente”. Algunos de ellos ya comenzaron a decir públicamente que haber apoyado a Clinton durante la campaña presidencial no significa que se negarían a vestir a la primera dama o al flamante Presidente, en caso de que lo soliciten. La prueba de fuego será en la ceremonia de traspaso de mando, cuando los ojos del mundo estén puestos en la familia presidencial y en cómo la industria de la moda se arrodilla ante su nuevo amo///////PACO