Por las noches desde la ventana de mi trabajo puedo ver las luces de Retiro que se encienden.
Trabajo en una dependencia pública. Cuando todos se van me siento el Rey.
Una vez vomité en un cajón lleno de expedientes. Al otro día nadie preguntó nada. Otra vez me tiré al suelo y empecé a gritar mientras pataleaba sobre el parquet. Giré mientras cantaba Stain’ Alive a los gritos y me atraganté con mi propia saliva hasta que un ordenanza vino a pedirme que me callase.
Antes de irse me sacó una foto.
Algunas noches, cuando está nublado, cuando se escucha la bocina de los trenes y es como el quejido de un cachalote arponeado en los mares guturales de la Plaza San Martín, mi corazón es un espejo.
Soy un espejo que está detrás de un vidrio. Entre el vidrio espejado y mi cuerpo hay un monitor pintado con aerosol. El aerosol es de un color que no conozco. Podría decirse que es verde fosforescente. Pero no.
Tengo una casilla de mail desde donde escribo mails a desconocidos. A eso lo hago cuando todos se fueron del trabajo. Les cuento sobre mi enfermedad a desconocidos y ellos a veces me contestan palabras de aliento. Es reparador.
Una vez vos me contaste tus desgracias y yo imprimí tu mail y lo llevé al baño y lo tiré en el cesto del baño porque no quería que el ordenanza lo leyera.
Otra vez un desconocido me contó sus desgracias en un mail que respondía a mi mail contando mi enfermedad. Me dijo que su mujer había muerto de un cáncer fulminante en el hígado. Que su hija lo responsabilizaba y se había ido a vivir al Tigre con un cocainómano que le llevaba 20 años. Que no tenía deseo de vivir pero que seguía viviendo porque tenía miedo de que el infierno fuera todavía mucho peor si se mataba.
El desconocido era un hombre de fe.
Le respondí con un link a un video de un cantante de pop alemán. Y te reenvié su mail. Y vos no me contestaste.
Después de unos meses, pensé que quizás el desconocido era un amigo de la primaria.
Cuando ustedes se vayan voy a quedarme acá parado sosteniendo un mapa en llamas. En mi trabajo antes tenía un paquete de ocho marcadores. Después compré uno de dieciséis. Entonces había demasiados colores y me quedé sin emociones correspondientes. Les voy a contar un secreto.
Tengo una foto tuya pegada en mi pared. Le saqué los ojos para que no me pueda mirar. Le cuento todo. Pongo mi boca al lado de su cara sin ojos y le hablo directamente. Sos mercancía y toda la mercancía es de mierda y barata, le digo. La primera vez que le dije a una chica que la amaba, yo tenía la cara enterrada en el almohadón de un sofá porque no quería que ella me viera ni escuchara. Hoy le diría: comete mi arco iris y ahogate con los colores de mi arco iris.
Abrí mi boca sobre tu concha. Acabaste un milk shake con gusto a arco iris adentro de mi boca. Fui al baño y trabé la puerta y puse una toalla abajo. Quemé tres meses de basura acumulada en mi bañera e inhalé el humo negro. Me senté en el borde de la bañera y borré mi cumpleaños en un almanaque que vos me habías regalado.
Una corona de cartón de Burger King me dio piojos. Fue entonces que supe que no era el verdadero Rey en mi trabajo. Mientras me rasco la cabeza veo las luces que se encienden en Retiro y me hacen pensar en los pecados del mundo, ilustrados por un elefante sin ojos que pinta en un circo de lona transparente.
Voy a hacerte una cesárea innecesaria y a esconderme en la herida. Y mis manos no van a odiar su trabajo. No le caigo bien a nadie pero eso es porque soy un espejo, puesto en habitaciones donde la gente cree que está sola.
Voy a sacarme los zapatos. A ir al despacho de mi jefa y a recortar fotos tuyas con la camisa abierta, tirado en su enorme sillón de cuero. Mientras las luces de Retiro se encienden como las velitas de la torta de cumpleaños del hijo que mi hermana tuvo con un Tiranosaurio Rex./////PACO