Desde Holanda.
Una cosa que uno cree porque en algún lugar lo escuchó o lo leyó pero que es una gran mentira, es que la existencia de Máxima le abre las puertas a los argentinos en Holanda. No, aunque hay que admitir que te regalan algunas cervezas si sacás a relucir tu nacionalidad durante la Noche de la Reina (que vendría a ser la noche anterior al Día de la Reina, que es el cumpleaños de la reina, un fiestón patrio impresionante). Para los holandeses, Máxima es holandesa; así de fácil. De Argentina es Messi y, para los más memoriosos Maradona, pero Máxima es holandesa. Que haya nacido en Argentina es sólo un detalle extravagante que la diferencia del resto. Su argentinidad sólo se menciona ante el advenimiento de ciertos eventos íntimos, pero protocolares (casamiento, nacimiento de sus hijos y ahora la coronación de su marido), ya que dan pie para que se hable de si esta vez le permitirán a su viejo ingresar a Holanda o no (por su participación en los gobiernos militares).
Más allá de eso, nada. Ella no promociona ni el dulce de leche, ni el mate, ni el fernet; de hecho, acá, muy pocos escucharon hablar de los gauchos. Sólo saben que tenemos buena carne, pero los restaurantes argentinos son otra mentira: bifes y costillas de cerdo anchas (tipo brontohamburguesas), pero nada de matambre, costillitas, vacío ni achuras. Acá no saben lo que son las mollejas y los chinchulines les dan asco. No, que yo sepa la tipa no promociona nada de nosotros, pero sí muchos holandeses encurioseados se animan a la aventura de vacacionar en Argentina, como para ver de dónde viene la mina. Lo curioso es que los tipos en un mes conocen más paisajes criollos de los que nosotros vamos a ver en nuestra vida, y todos se vuelven contentos. Les parecemos raros, nerviosos, apurados y pintorezcos.
Lo que sí es cierto es que a ella la quieren, pero no por su simpatía (para el estandar nórdico, si sonreís, sos simpático). Ya van tres holandeses distintos que me dicen lo mismo, por lo que doy por sentado que es cierto. La cosa es así: en la familia real holandesa, sólo el primogénito varón puede ser Rey, y su esposa será Reina; por el contrario, si la primogénita fuese nena, la nena sería nombrada Reina, pero sumarido sólo sería Principe. De esta forma, Alexander sería el primer Rey de Holanda en, creo, tres generaciones. Máxima es Reina, pero por esa condición coyuntural de su marido, mucho no importa simbólicamente. La quieren, aunque parezca mentira, por su manejo del idioma.
El neerlandés es hablado por 16 millones de personas en todo el mundo; como que no es muy útil aprenderlo. Bueno, así pensaba el marido de Beatrix (la Reina avdicante), el Principe Nicholas, un alemán que balbuceaba un neerlandés demasiado germano. Vos imaginate a un argentino siendo vice-presidente de Brasil y dirigiéndose al pueblo carioca en un portuñol porteño, es lo mismo. Según me contaron, mucho no lo querían; pero a la Reina sí, a Beatrix la adoran. Cuando apareció Máxima, la tipa no hablaba ni una palabra, y en una de sus primeras entrevistas, según me contaron, prometió que iba a aprender el idioma. En menos de un año, la mina tuvo que dar un discurso en un evento protocolar y su discurso fue en un perfecto neerlandés que los asombró a todos. De ese momento se ganó el respeto de todos los holandeses.
Se muestra inteligente, sencilla, familiera y cariñosa con sus hijas; y por eso la gente la quiere. También está esa cosa de cuento de hadas: de plebeya a princesa. Eso cuenta mucho para la gente, hasta en Holanda las telenovelas son populares.
Conmigo se vino también de Argentina un amigo que tiene dos nenas, de 5 y 6 años. Están en la etapa en la que consumen todo lo relacionado a las princesitas de Disney; y bueno, de pronto el papá las trajo a Holanda, un país con palacios, cisnes, nieve y wafles; un país donde vive una chica argentina que es una Princesa y que dentro de poco va a ser Reina. Parecería que viven en el país perfecto, pero no, las nenas extrañan a sus abuelos, y eso habla un poco también de la diferencia entre los dos países.