Manolo Serra es uno de los fotógrafos más interesantes que tiene la Ciudad de Córdoba. Su obra siempre se mantuvo distante de la toma directa y se ubicó en una zona experimental que involucra el collage; la superposición de imágenes en transparencia; la intervención con stencil en recuadros de avisos clasificados, sobre la piel de modelos o sobre superficies rurales -tierra, plantas, montañas-. En una etapa más cercana, su producción consta de documentación de texturas, colores en figuras geométricas abstractas y en la composición de «escenas» a partir de la captura cenital de insectos. PACO habló con él y le pidió que nos cuente sobre su obra y sobre su más reciente muestra Insectorum Cabanensis.
«Mi nombre es Manuel pero prefiero que me digan Manolo. Soy bachiller humanista del Colegio Nacional de Monserrat y arquitecto de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Estudié fotografía con Michael Wesely y di clases de fotografía en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (FAUDI) de la UNC. Mi acercamiento a la fotografía comienza a partir de encontrar en casa de mis padres la cámara réflex de mi abuelo, que hice mía a los 19 o 20 años. Desde allí hasta ahora la fotografía ha ido cambiando muchísimo, tanto para mí como aprendiz, como en sí misma. Parece ser que soy de la generación del medio: cuando entré en la universidad no se dibujaba en computadora, cuando salí a nadie se le ocurría hacer una entrega a mano. Cuando empecé con la fotografía, ésta era analógica y de 35 mm… el otro día vi a un tipo en la calle haciendo fotos de esta manera y casi me emociono.»
«Diría que la primera relación entre la arquitectura y la fotografía es la geometría. Lo curioso del caso es que, como tal, en la FAUDI sólo se enseña geometría en el cursillo de ingreso. Siendo aún más extraña, me imagino, para el alumno de fotografía. Recién en el último año de la carrera hice una materia electiva, Gráfica Arquitectónica, en la que pude conjugar mis dos intereses y hacer una entrega íntegramente con fotografías. Es éste el rol que suele asumir la fotografía para con la arquitectura: el de recurso gráfico de representación y, más específicamente, el de registro de obra construida. En contrapartida, la arquitectura siempre ha sido uno de los motivos principales de la fotografía. La fotografía de arquitectura es, de alguna manera, el punto de equilibrio entre retrato y paisaje.»
«Me interesa la fotografía en general. Un poco como con la música, me pasa que me acerco o alejo de determinados estilos de acuerdo a mi estado de ánimo. Diría que la fotografía que más me interesa es aquella en la que puedo ver la forma en que el fotógrafo y la escena se conectaron. No sé si me explico. Creo que una fotografía se vuelve importante para uno cuando uno puede ‘entenderla’, sentir empatía con el autor, sin racionalizar demasiado. Dentro del campo contemporáneo cordobés recomiendo la obra de Manuel Pascual. También es interesante el trabajo de Marcos López y Ananké Assef en la lides porteñas. En lo internacional, dentro del campo de la fotografía de arquitectura, destaco la obra de Michael Wesely. Entre los clásicos: Diane Arbus, Henry Cartier Bresson, Martín Chambi, Irving Penn, Ansel Adams y tantos otros.»
«Cierta vez realicé unos experimentos entre lo analógico y lo digital. Mis conclusiones fueron, como con todas las cosas, que cada cual tiene su encanto (y su lado funesto, claro, en este tipo de lógica). Comparten mucho, tanto que se llaman igual, pero las diferencias cuando uno se fija pueden ser enormes. Una de las cuestiones que más me llama la atención es la valoración del acto fotográfico que, a mi entender, está muy relacionado con un concepto meramente analógico que es el de la imagen latente: antes uno sacaba la foto y ésta debía permanecer (latente justamente) dentro de la oscuridad de la cámara hasta que en el laboratorio fuera revelada y copiada en papel. Esta demora entre sacar la foto y verla influía en el fotógrafo de manera muy diferente a la actual. Hoy a nadie se le ocurre sacar una foto y no mirarla inmediatamente después. Antes uno copiaba todas las fotos, aunque más no sea al tamaño original del negativo por contacto, era la única forma de verlas. En comparación, hoy se imprime proporcionalmente una porción infinitamente inferior y la mayoría de las imágenes quedan “latentes” dentro de la computadora o el celular del fotógrafo, que ya sació su sed por ver la imagen en la pantalla del dispositivo electrónico. También es cierto que la fotografía tipo polaroid ya estaba trabajando en la instantaneidad de la imagen, pero a altos costos y baja resolución, y sin los beneficios de la reproducción ilimitada. La reducción de costos al eliminarse insumos es crucial para la expansión de la nueva tecnología digital. Lo es también su emparentamiento con otros dispositivos electrónicos: me imagino que actualmente se sacan más fotografías con tablets, celulares, cámaras de video, etc., que con cámaras de fotos propiamente dichas. El ritmo de crecimiento del uso de la fotografía se ha multiplicado con su participación dentro de Internet y su posibilidad de compartir imágenes a la distancia sin los costos de impresión. Diría que la “revolución digital” es a la fotografía actual lo que la “Brownie” de kodak fue a la fotografía analógica: un disparador de uso masivo (la Brownie y sus análogas hicieron que la fotografía se popularizara) basado en la economía y su adaptación al usuario.»
«En este último trabajo me he ‘doctorado’ en postproducción, pero sigo manteniendo presente que lo mejor que puede pasar en fotografía es lograr una buena imagen desde el comienzo: por más efectos que uno pueda agregar, nada reemplaza a una determinada luz, un gesto, una situación. Es como en el dibujo: a mí me enseñaron a usar lo menos posible la goma de borrar; que como herramienta no tiene la culpa, de hecho ha demostrado ser muy beneficiosa; pero no deja de ser como un paso atrás, o al costado, no sé, me parece que interrumpe una línea y ya genera otra. Entonces uno debe ser consciente de este mecanismo y entenderlo en el proceso de creación, los caminos no se construyen todos en línea recta y hacia adelante, contínuos… Pero su intelección de alguna manera sí, aplanándolos, geometrizándolos, dándoles un método. Todo esto uno puede laburarlo en el laboratorio, pero debiera estar ahí desde un principio, no necesariamente en la primera imagen, pero sí en la cabeza del fotógrafo, que piensa en el proceso completo. No quiero sonar fundamentalista, reconozco que hay otros procesos creativos y yo mismo practico tantos; la planificación que mencionaba ha sido un método de trabajo para esta serie en particular.»
«Insectorum Cabanensis se traduciría como De los Insectos de Cabana. Empecé con este trabajo en el año 2012, apenas vuelto a mi casa de Cabana en Unquillo, Córdoba, luego de dos años de no habitarla continuamente. Son retratos de insectos, polillas nocturnas por lo general, que cohabitan conmigo ese espacio. Es un trabajo que surge de mi re-apropiación de la casa y su entorno. También es un gesto afirmativo de posesión, aunque no por esto pretendo que este sentimiento se traslade al otro que pueda mirar la fotografía. Creo que para lograr esta comunicación es que trabajé de este modo la geometría, es decir, con simetrías y órdenes progresivas que son tan elementales y cercanas a la naturaleza. Al mostrar estas imágenes de esta manera creo dar a entender lo que yo entiendo. Trato de mostrar lo que veo, me maravilla, me emociona, me disloca. Y de alguna manera es esto lo que vincula a esta serie con el resto de mi producción: sigo aplicando este criterio de intelección y empatía con la imagen; ésta debe complacerme, hacerse mi amiga, ser mi hija, mi descendencia, mi representación, mi creación: la forma en que otros puedan ver y relacionarse con lo que de alguna manera he sido, soy o intentado ser.»/// PACO