Hoy me crucé conmigo mismo. Era yo pero de otra realidad. Lo vi entrar en una librería del centro y lo seguí. Paseó por el lugar tratando de ver de qué va la cosa, paró en una mesa, miró unos libros de Asís, agarró uno, pagó y se fue. Era más gordo, tenía una camisa abierta, una remera de rock, pantalones de jean, zapatillas, mi mismo corte de pelo –y la misma pelada, dejando entrever madurez detrás de ese rostro juvenil- y una curiosa barba de calvado que probaba semióticamente su condición de viajero entre universos.
No lo paré. Capaz debí haberlo hecho. Yo me quedé parado ahí, mirándolo mientras él iba y venía entre los libros con una mirada corrediza, propia de quien está de paso. No tenía bolsos ni mochilas, está claro que simplemente camina por el centro de Buenos Aires, lo que me hizo pensar que tal vez está parando en un hotel de la zona y salió curiosear. Cuando se fue, por un segundo nuestras miradas se cruzaron, pero no pareció haberme reconocido. Ni siquiera fijó la vista, siguió su camino como si yo fuera cualquier otro mortal de su mundo.
El doopelganger se parecía a Chum Lee.
Tal vez era yo mismo pero en una realidad donde nunca me mudé a Buenos Aires. Engordé aún más gracias al sedentarismo mezclado con prominentes ingestas de chorizos y quesos piamonteses, hice algunos trabajos diferentes pero similares, tuve un par de novias y ese día andaba por Buenos Aires simplemente por cuestiones turísticas. Improbable. Hoy es lunes. Y yo no me veía como trabajando, iba muy relajado. Tal vez tenía algún tipo de seminario al otro día y decidí disfrazarme de adolescente paseando por librerías de Buenos Aires.
Sin embargo, ese hombre que vi no me pareció un gran lector. Si ese fuera yo mismo pero sin haberme mudado nunca a Buenos Aires, habría pasado unos quince minutos revisando las bateas, se hubiera dirigido a la sección de ciencia ficción esperando encontrar el Libro Tibetano de Los Muertos o la Enciclopedia Galáctica a 22 pesos. Pero no. Esta versión de mi apenas si se interesó por todo lo que había exhibido. Sin dudas, leyó lo suficiente para valorar a a Asís, lo que prueba una vez más que es otro yo, pero no tanto como para interesarse por los libros en su condición estética, lo que al diferenciarlo de mí, certifica que era un ser proveniente de otra realidad.
Foto de un universo alternativo donde soy un emo mexicano.
A lo mejor era yo mismo pero sin haber leído comics, ni leído libros, y simplemente escuchaba música de rock, costado que me llevaría a vestirme tan noventosamente en 2013, pero que impediría que disfrute estar en una librería más que como cualquier otro negocio que me provee de aquello que me interesa. Eso explica un punto importante: él no sabía que estaba en otra realidad. Estaba demasiado tranquilo para saber que caminaba por un mundo que no es el suyo. Lo que me lleva a concluir que él no tiene ningún entrenamiento en la comprensión del viaje entre planos, habilidad que yo sí tengo por haber leído tantos libros de ciencia ficción y otro material relacionado con fenómenos de este tipo, y es por esto que advertí enseguida no sólo que era yo mismo, sino que se trataba de una copia mía para-espacio-temporal. Él buscó un librode Asís, un relato realista, concreto, donde el viaje entre universos es una conversación de locos.
La barba de calvado es un tema que me quedé pensando y concluí que era producto de una petición de mi novia de ese mundo. Mis barbas han cambiado según el gusto de mis mujeres aunque últimamente dejé de afeitarme y no tengo en vista cambiar de idea, en esta realidad no tengo pareja estable a quien deba conformar esa clase de ñoñadas. Pero si me casara con alguien, o formaría una pareja solidificada a través de un cariño mutuo, moderada atracción sexual y un hijo a medias, y ella me pediría que me deje la barba calvados, tal vez yo accedería a usarla. Y como los universos alternativos están hechos con la materia del tal vez, entonces no hay nada más que agregar con el asunto.
Otra prueba de que era yo mismo es que no parecía interesado en ponerla. No sólo porque tenía una barba calvado, sino también porque estaba comprando un libro de Asís a las 8 de la noche por Corrientes. Pude notar en sus gestos faciales que sabía de sus nulas posibilidades de seducir a alguien en ese contexto, sobre todo si no le interesa hablar de libros aunque sea para conectar con una esbelta compradora en una batea, como sí hice yo en esta realidad . Por lo que concluyo que en aquel universo yo tenía novia o pareja estable de rango superior.
Acá en una dimensión donde también soy un pelotudo.
Debería haberle preguntado por las mujeres que conocí. Nombrarlas y que me diga qué hicieron en su realidad. Qué hizo mi primera novia, qué hizo la segunda, la tercera y así. Le preguntaría por las chicas que me gustan y esperaría que me conteste que una de ellas es su ex esposa. Le preguntaría si tal mina en su realidad era menos pelotuda. O si tal otra la pisó un camión. O si aquella se casó y tuvo nenes y consiguió algo que le ocupe la mente.
Le preguntaría de mis amigos, si los conoce en esa realidad, seguro harán las mismas estupideces que en esta realidad y nos reiríamos. No imagino mi vida con otros amigos, así que supongo que estadísticamente debe haber muchas realidades en las que me rodeo de la misma gente. Pero tal vez no, si él no leyó los libros de ciencia ficción, difícilmente tenga la mitad de los que actualmente son mis amigos. Pero tendría otros. ¿Cómo serán esos otros? Supongo que me habría hecho amigo de ese porteño que conocí a los 15 años, que me decía que escuchaba los Ramones en una plaza y tomaba cerveza y se contaban los sueños con los amigos y nunca iban a recitales, o iban y se terminaban cagando a piñas. Seguro me hice más amigo de ese pibe que conocí en el Sindicato de músicos, con el que tomábamos cerveza en los recreos, fumábamos parisienne y ensayábamos en un galpón tomando sangría. Pienso, tal vez, que ese yo podría haber ido a mi última casa en Once, pero como amigo del roomate salteño que no era amigo de nadie.
Mi yo actual se disuelve en una realidad donde no leí ciencia ficción.
La imagen que estoy dejando de él tal vez no sea la mejor, pero hay un punto a favor que me gustaría destacar. Ese yo mismo fue a muchos recitales más que éste yo mismo. Era más grande, más robusto, más seguro de sí mismo, la seguridad que te da el conocimiento del cuerpo en batalla, en saber golpear y defenderte. Yo fui a recitales, algunos duros, pero no entré al pogo ricotero del que tanto hablan, me quedé en un costado puteando. Este pibe fue a los pogos de Letoile. Lo veo ahí repartiendo piñas, con el libro de Asís en la mochila con porro que le aguanta un amigo.
Banco a ese yo mismo que vi hoy en la calle. Lo banco porque es el que pude ser, y me hace pensar en todos los que pude haber sido. Si nunca hubiera tenido un breve paso por Buenos Aires en 1992 con mi familia, si ese paso no habría terminado en un abrupto retorno al pueblo, si me hubiera quedado haciendo la universidad en Córdoba, si me hubiese ido a Rosario en 2004 si me hubiese mudado aquí y allá todas las veces que soñé hacerlo, si nos hubiéramos ido a vivir con el Curro y Gastón, si me hubiera quedado con Blito en Córdoba ese verano, qué será de ese yo mismo que se quedó en Tucumán y no volvió más, el que viajó por Latinoamérica, el que se sacó la ciudadanía italiana, el que fue a Mendoza a dedo, el que no vio a los Redondos, el que nunca escuchó “20 éxitos de oro” de Los Beatles cuando tenía seis años.
Todos ellos ahora están en mi mente, acompañándome a dormir
Una cosa más. Te banco, Gogui de otro universo, inclusive banco que no te hayas dado cuenta de que estabas boludeando en una realidad paralela, lo cual sabés perfectamente que está muy mal, pero no te perdono no haberte dado cuenta de mi existencia a un costado tuyo. Muchos esgrimirán complejas teorías donde un campo de viaje interdimensional puede ser limitado y generar un efecto cuántico donde yo te veo y vos no a mí. Pero seguramente nadie los escuchará ni recordará lo que dijeron. Lo cierto, lo verdadero, me parece, creo yo, si querés mi opinión, es que no me viste porque no me podías ni siquiera imaginar. Te veo irte de la librería una y otra vez en mi mente, y leo de nuevo este texto, y se que vos nunca podrías haberlo escrito. O sí, pero en una realidad diferente. ///PACO.