1. Digamos obviedades de los debates presidenciales televisados. Que representan la espectacularización y mediatización de la política, que son un concurso de popularidad y proyección de imagen, ay, que no se discuten los temas de fondo. Repitamos la anécdota gastadísima de Kennedy, que perdió contra Nixon en la radio pero le ganó en la TV porque era más fachero. Ya lo decíamos hace un año: a nadie le importan los debates. Los candidatos no se salen de sus libretos, solo apuntan a mantener a su núcleo predeterminado de votantes. Y en Estados Unidos (donde el voto es optativo, hay que registrarse para sufragar, y la asistencia a las urnas no superó nunca el 65% en el último siglo), tampoco influyen demasiado sobre los indecisos o quienes ni siquiera saben si van a ejercer su derecho cívico.
2. Pero estamos en la elección de las excepciones, el cisne negro entre los cisnes negros, la campaña donde todo puede pasar. Hillary Clinton, la primera candidata presidencial mujer (en uno de los dos grandes partidos) de la historia estadounidense, contra Donald Trump, un agitador que no iba a pasar la primera ronda de primarias republicanas y terminó comiéndose a todo el partido. Ambos en una carrera que empezó con 20 puntos de ventaja para Hillary, hace menos de cuatro meses, y ahora está empatada en el margen de error. Vale la pena, entonces, seguir la campaña y el debate de cerca. O no, qué sé yo. Escribo esto desde un dos ambientes alquilado en Once y la opción es eso o arreglar el flotador del inodoro. Igual todos vamos a morir.
Escribo esto desde un dos ambientes alquilado en Once y la opción es eso o arreglar el flotador del inodoro.
3. Empecemos por el deporte preferido de Twitter: el análisis de outfits. ¿Quién le dijo a Hillary que se disfrace de Harrison en Sgt. Pepper’s, de comandante del Enterprise en Star Trek, de rojo republicano encima? Consíganle al tipo que hizo que Cristina pareciera Gilda en la campaña de Cristina, Cobos y vos. O aunque sea al que le puso cinco gramos de onda a la abuela Merkel en 2013. Trump en cambio es fiel a su look de tío con quincho que no puede hablar sin escupir en el 15 de tu prima. Equipo que gana no se toca. Y hablando de tocar: dejá de esnifar, Donald. Sos el posible líder del mundo libre, no Cristian Ritondo.
4. Arrancan lentos, buscan argumentos, se chicanean pero hasta ahí. El principal atributo de Hillary es la experiencia. Fue una abogada exitosa y ejerce cargos públicos desde 1983: primera dama de Arkansas (se pronuncia Arcansó, ojo), primera dama de Estados Unidos, senadora, secretaria de Estado (lo que acá sería Canciller). Y ese es también su principal problema: es una cara gastada, conocida, polarizante, es el establishment, es «la vieja política». Tiene media docena de escándalos en ejercicio de sus funciones: desde el caso Whitewater (supuesta evasión de impuestos) en los 80, hasta la controversia por el uso de un servidor privado para los correos electrónicos de la secretaría de Estado el año pasado, sin olvidar las correrías sexuales de su marido.
Cada vez que ella le tira un carpetazo, él la esquiva y retruca.
5. Trump en cambio es un outsider. Y se vende como un outsider, al menos hasta el punto en el que un empresario puede ser un outsider a la política en una plutocracia con lobby institucionalizado. No lo podés correr con errores en sus políticas, de los que Hillary tiene varios, porque nunca ejerció la función pública. Y las acusaciones de faltas de experiencia le resbalan porque él mismo hace de eso su fuerza: promete «soluciones», no como los «políticos tradicionales», aunque proponga cosas irracionales como el famoso muro en la frontera con México, o proteger solo a los miembros de la OTAN que paguen sus deudas con Estados Unidos, o prohibir la entrada de musulmanes al país. Vos prometé, después vemos, se dice a sí mismo como un Durán Barba inverso y tiene razón. A nadie le importa lo que diga sobre las políticas, la tele no es para hablar de políticas, Twitter menos, vos chicaneá y hacé gestos. Con chicanas y gestos le hizo bullying a todo el establishment republicano y se los comió crudos, ¿por qué no va a funcionar contra una candidata que es como tu tía pidiendo que no tires fosforitos en Navidad?
6. Por eso el juego de chichanas no le sirve a Hillary. A mí me rebota y a vos te explota. Cada vez que ella le tira un carpetazo (que heredó toda su fortuna de su padre, que evade impuestos, que no presentó su declaración fiscal, que vive una realidad paralela), él la esquiva y retruca. Trump en cambio puede decir lo que quiera y va a entrar, como cuando se suma a los conspiranoicos que denuncian que Obama no nació en Estados Unidos. Recordemos que estamos en la era de la post-verdad y si quiere inventar que Hillary tiene tres tetas, los medios le van a preguntar a ella cómo consigue los corpiños. Creo que hay un debate que nos debemos como sociedad, pero no sé bien cuál.
Hagamos comparaciones facilistas con las elecciones argentinas, total es gratis. Esta elección es muy parecida a la del año pasado.
7. Tema racial, violencia e inseguridad. A esta altura ya nos aburrimos todos y preguntamos si no hay un show de medio tiempo para que cante Beyoncé. Trump propone la política de «stop and frisk», lo que acá llamamos «documentos por favor» por portación de cara. Dice que funcionó en Nueva York y que no es inconstitucional. Las dos cosas son mentira, pero bueno, tres tetas. Hillary propone el viejo y querido gun control, que nunca va a aprobarse por el lobby de la NRA, la segunda enmienda y el propio poder republicano. Se pone garantista, la gabycerrutea un poco, y tiene razón, pero el garantismo no te sirve en un debate televisado. El neopunitivismo, en cambio, garpa. Decí que vas a combatir el crimen, Hillary, después vemos. Tampoco le sirve demasiado hablar del problema racial; no sé si saben que Estados Unidos tiene uno o dos problemas raciales, como que más de un tercio de los presos son negros aunque representan solo el 12 por ciento de la población. O la costumbre que tienen los policías blancos de distintos estados de parar a un afroamericano por la calle y dispararle porque sí, argumentando que el muerto tenía un arma aunque nunca la tuviera, o que se resistió al arresto, o lo que fuera, no importa. Pero Hillary tiene que hablar de eso también, porque los debates con suerte sirven para apuntalar a tus bases y a ella la vota el 83% de los afroamericanos. Cuando le preguntan por el racismo, Trump habla de inmigrantes ilegales, pandillas y crímenes. Eso se llama «southern strategy» y se traduce como «metele miedo a los blancos sureños que viven en estados llenos de negros». Funciona desde los 60, y si no está roto no lo arregles.
8. Hagamos comparaciones facilistas con las elecciones argentinas, total es gratis. Esta elección es muy parecida a la del año pasado, y la mala noticia es que Hillary es Scioli. Sí, ya sé que el Partido Republicano es más parecido al PJ, seguro lo leíste en un tuit graciosísimo, no me importa, callate un segundo. En esta elección en particular, Hillary es Scioli y Trump es Macri. Los demócratas vienen de una interna algo fallida (a Sanders sí lo dejaron competir, pero el establishment del partido le afanó la elección) y tienen una candidata que no es excelente. Nadie está enamorado de Hillary, como sí estaban enamorados de Obama hace ocho años. Los que la apoyan lo hacen siempre con peros, enumerando sus defectos antes que sus virtudes. Y la votan porque es el mal menor, un discurso que no ilusiona a nadie y tampoco va a lograr que los millenials salgan de sus casas, se registren y voten, como pasó en 2008. Trump puede parecer aberrante para los bienpensantes, y tal vez lo sea, pero al mismo tiempo es inconmensurablemente atractivo para su electorado. El viejo truco del «tipo común», carismático (aunque sea el carisma del bully), que «dice las cosas como son» y denuncia las mentiras de los políticos tradicionales. Trump es nuevo y peligroso. «Nuevo y peligroso» pueden vender cualquier cosa. «Nuevo y peligroso» pueden volver sexy hasta a un colorado andropáusico de 70 años. Sexy, nuevo y peligroso es un producto mucho mejor para vender que tu tía en traje-pantalón. Lo lamento, yo no inventé las reglas, eso pasa cuando la elección es un concurso de popularidad y los que la televisan salen ganando siempre sin importar el partido que gobierne. También hay algo de morbo, por qué no, algunos solo queremos ver el mundo arder y Trump ya trae una antorcha.
Política exterior. Guerra de Irak. Los dos la apoyaron, aunque Hillary era senadora y Trump solo un empresario.
9. Política exterior. Guerra de Irak. Los dos la apoyaron, aunque Hillary era senadora y Trump solo un empresario. El moderador Lester Host se despierta de la siesta y le recuerda a Donald que sí la apoyó. Trump se saca, dice que es mentira, habla de su «temperamento de ganador». Responsabiliza a Hillary por la mala salida de las tropas de Irak y la acusa de causar el surgimiento de ISIS. Ella dice que combatir a Estado Islámico va a ser una prioridad, que tiene el expertise, recupera terreno, pone caritas. Él dice que «absolutamente no usaría armas nucleares» aunque «no descarta nada». Hillary toma envión, lo acusa de racista y de maltratar a las mujeres. Él tambalea, trata de defenderse, dice que ella no tiene la energía («stamina») para ser presidente. «Cuando él viaje a 112 países y negocie un acuerdo de paz, un cese al fuego, la liberación de disidentes, o pase 11 horas dando testimonio ante un comité del Congreso, me va a poder hablar de ‘stamina'». Final del partido.
10. Los fanáticos de Trump van a decir que Trump arrasó. Los partidarios de Hillary aseguran que ganó Hillary por goleada. Los focus groups y las primeras encuestas le dan la ventaja a ella. Pero no es ni una goleada, ni una diferencia que le asegure la Casa Blanca. Falta esperar cómo evolucionan las encuestas esta semana, y en el mes y medio que queda hasta la elección. Hasta entonces habrá un debate de candidatos a vice, el 4 de octubre, y otros dos entre los postulantes a presidente, el 9 y el 19 del mismo mes. Si Trump recupera terreno -sea volviéndose más agresivo con los ataques o mostrándose más moderado y «presidenciable»- puede mantener la tendencia de empatar las encuestas y quedar a tiro del batacazo. Si Hillary profundiza su estrategia y logra dejarlo en ridículo, o si puede entusiasmar a los jóvenes e indecisos, puede volver a ampliar la diferencia y llegar cómoda al 8 de noviembre. Habrá que esperar. O no, capaz Hillary gana el debate y pierde la elección, porque los debates no sirven para nada y todo eso. No sé, tengo unos fideos que recalentar. Bueno, esto fue Analizando Las Elecciones Yanquis Desde Un Dos Ambientes En Once Con Terciario Incompleto y Sin Pagar Ganancias, y espero que les haya gustado. Chau////PACO