El poder legitimador del premio Nobel es un baño de trascendencia instantáneo. Una vez que un sujeto es nombrado ganador del Nobel, corre hacia un lugar a mitad de camino del mortal y la deidad en desgracia. Los argumentos que llevaron a la premiación se reducen a una línea básica que queda, con el paso de los años y la conformación de la lista de ganadores, como una justificación aleatoria. El último Nobel de medicina, lo ganaron John O’Keefe (EEUU) y el matrimonio de May-Britt y Edvard Moser (Noruega) “por el descubrimiento de células que constituyen un sistema de posición en el cerebro”. Es un premio a la neurociencia, una rama históricamente olvidada por los galardones, pero que esta vez llega coincidente con el proyecto BRAIN (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies) que lanzó Obama el año pasado, y que dará al menos trescientos millones de dólares anuales durante diez años, al servicio de entender la actividad cerebral al detalle. El proyecto en que se basa es el del Genoma Humano, un éxito que el hawaiano le pone delante a los que piensan que gastar en ciencia es tirar el dinero: “por cada dólar gastado en el Proyecto Genoma Humano han vuelto 140 a nuestra economía”. Volvamos a Suecia.

Si se escrolea la lista de premios con su línea del mérito premiado al lado, aparecen las complejidades. En 1949, el premio Nobel de medicina fue para Antonio Caetano de Abreu Freire Egas Moniz «por su descubrimiento del valor terapéutico de la leucotomía en ciertas psicosis”. En la era pre psicofármacos, la lobotomía (leucotomía refiere a cortar sustancia blanca, compuesta por axones; lobotomía es un término más grosero, que implica cortar el lóbulo) generaba un apaciguamiento total de los pacientes más excitados. En el contexto de chalecos de fuerza e hidroterapia, el procedimiento, que además era rápido, fácil (se llegó a hacer en cinco minutos, de forma ambulatoria, con un picahielo a través del costado del ojo), y duradero, fue visto como milagroso. Se podría decir, con el diario del lunes, que el dentista que inaugura la psicofarmacología al descubrir que la clorpromazina, una droga que usaba para sedar a sus pacientes, tenía también un efecto antipsicótico, merecía más el Nobel que el portugués que solucionaba el problema como un psychokiller- Pero no es tan así, porque por cada premio entregado hay miles no entregados, y esa masa que mira desde una popular oscura y fría el escenario de los victoriosos, son los que generan la fuerza del elegido, el poder de la excepción.

Lobotomy

¿Qué hay hacer para estar ahí arriba, para ganar un premio Nobel?

Ante todo hay que ser nominado ¿Quiénes pueden nominar? Un grupo de instituciones legitimadas y los ganadores previos. En el caso del nobel de medicina, pueden hacerlo los miembros del Consejo Nobel del Instituto Karolinksa de Estocolmo, miembros de la academia de ciencias sueca, profesores de la facultad de medicina de Suecia, otras universidades del mundo -pero elegidas por el Consejo Nobel sueco, científicos que ese Consejo considere que están a la altura, y , por último, se explicita que no puede haber autonominaciones. En resumen, si uno quiere ganar un Nobel de medicina, mas vale que empiece a llevarse bien con los suecos (postear videos de ABBA o dejar de echarle la culpa a Verón por la eliminación del 2002 resaltando los valores de esa gran selección escandinava que nos enfrentó).

Para el premio de literatura, en cambio la cosa parece más universal, pueden nominar: la Academia Sueca, profesores de literatura de universidades (no aclara nacionalidad), ganadores previos y presidentes de sociedades de autores. Así es como se premia al “García Marquez chino” y se desprecia casi constantemente al autor con cierta trascendencia mediática. No tiene mucho sentido meterse en los laberintos del menos legitimador de los premios, el de la paz, que ha sido recibido por Kissinger (1973) y Obama (2009) “por sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y colaboración entre los pueblos”. Antes fueron más prolijos, luego de los bombardeos a Dresde a Churchill le dieron el de literatura (1953) y no el de la paz.

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En los premios más científicos la cosa es bastante menos equívoca: si se recorren los caminos de la legitimación científica, y se ejerce la escandinavofilia se puede llegar. ¿Cuales son los caminos de la legitamación científica? El andamiaje principal es la industria del paper. El paper cumple la digna función de transmitir conocimientos, de lograr que los hallazgos salgan al mundo, pero también tiene su costado oscuro, el del paper como mecanismo fácil de legitimación (requiere mas trabajo que ingenio hacer un paper común) para sustentar becas y multiplicar algunos sesgos. Supongamos alguien que descubre verdaderamente algo nuevo. Al momento de hacer el paper tiene muy pocos trabajos de referencia, digamos que puede citar un montón en la presentación, pero después, cada aproximación a ese nuevo descubrimiento va por su cuenta. En cambio, el científico que decide decir lo que ya se sabe, con una variación inútil e inocua, va a poder hacer un paper con miles de referencias encontradas fácilmente. Si en un camino de tierra aparece un charco grande y hay riesgo de quedarse empantanado, unas huellas del otro lado que salen por el medio tientan a utilizar esa forma para cruzar el problema. Quizás si se eligiera pisar el pasto y pasar por el costado, se descubriría una mejor forma de pasar el charco pero la huella tira. Eso es la ciencia hoy. Al menos la mayoría. Miles de paper cruzando el charco por el mismo lugar que los predecesores.

Dr_Xu

Dejando de lado el ruralismo, un ejemplo de cómo NO ganarse el nobel figura en el mismísimo informe anual de la Fundación Nobel del 2013. Allí, entre presupuestos de la Semana Nobel y un detalle de las inversiones y bienes, se menciona a Rongxiang Xu, un individuo (en realidad es un científico pero lo describen así) que presentó una demanda judicial en California en contra del Consejo Nobel del Instituto Karolinska, pidiendo plata por sentirse difamado cuando le fue otorgado el nobel de medicina del 2012 a John Gurdon y Shinya Yamanaka por técnicas en células madres que él dice descubrió antes y mejor. ¿Cuál es el problema? Si uno pone Rongxiang Xu en PubMed, la base de datos más importante de papers médicos, el resultado es CERO. Nos preguntan si en realidad no quisimos poner Dongxiang Xu, que tiene quince papers sobre patología vascular. S. Yamanaka nos da 172 resultados. John Gurdon, 37. La comunidad científica dice que si Xu llegó antes a los que llegaron los ganadores del Nobel pero no lo quiso dar a conocer, entonces no puede reclamar. El hijo de Xu dice que el padre no publicó sus descubrimientos en los journals mas conocidos porque “no quería perder tiempo escribiendo papers”.///PACO