Su vida tenía aspecto de lunes. Dura, pesada, llena de incertidumbres e inestable, todo reflejo de su carácter. Tras pasar por seis equipos en Francia su carrera no era de fiar. Un talento sin control, un joya a vigilar y necesitada de un cambio radical. Es entonces cuando una llamada del Sheffield Wednesday abrió su camino a otro mundo. Inglaterra siempre ha sido algo distinto para bien o para mal. En cuestiones políticas es isla cuando quiere serlo y parte del viejo continente cuando lo necesita. Cantona necesitaba eso, un mundo aparte, un fútbol auténtico pero bajo el calificativo de ‘loco’. Así definían a King Eric, todavía lejos de ser Rey, cuando estuvo a prueba en un club que buscaba una estrella de fuera. Cantona fue rechazado y poco más tarde recibió la llamada de una entidad más grande, el Leeds United.
El delantero francés representó el cambio que hoy en día se elogia de Inglaterra. Fue y aún sigue siendo el símbolo de algo revolucionario en un país que se asomaba al precipicio en el deporte del balompié. Llegó justo en la última temporada de la antigua Primera División inglesa y coincide sin quererlo con los cambios radicales hacia el fútbol moderno. Inglaterra da el primer paso para eliminar las gradas de pie, nombres en las camisetas, dar el ok a que los árbitros no vayan siempre de negro, tres puntos al ganador, alejar a los hooligans y un formato vendible al resto del mundo. La Premier pasa a ser la referencia después de vivir las tragedias de Heysel o Hillsborough. En Cantona todo ese cambio tiene una referencia en sí misma. Empieza a ser modelo publicitario y su talento a la hora de jugar se aleja años luz del clásico delantero británico de toda la vida. Los éxitos llegan con el Manchester United nada más llegar pero su carácter sigue ahí.
En enero de 1995 una nueva expulsión marca su carrera. Esta vez no puede ser frenado y propina una patada para la historia a un aficionado del Crystal Palace. Medio mundo reclama su expulsión del fútbol. En el verano de 1994 el Real Madrid de Valdano quiso que fuese su jugador estrella en lugar de Zamorano y también el Barça pensó en él. Tras la patada, su estancia en Inglaterra parecía finiquitada. El que fuera propietario del Inter, Massimo Moratti, confiesa que el traspaso estuvo a punto de ser cerrado después de aquello. Federación, prensa y gran parte del fútbol inglés presionó para su marcha pero todo quedó en castigo. El indomable tocaba fondo pero resucitó. Sancionado con 120 horas de acción social y sin fútbol hasta el mes de octubre. El aficionado que propinó aquellos insultos, Mathew Simmons, nunca volvió a pisar un campo mientras que Cantona volvió ante el Liverpool como un Mesías en su casa.
En su ausencia el United perdió la Premier ante el modesto Blackburn Rovers de Kenny Dalglish. Un equipo que estaba en Segunda en 1992 ganó la Liga en 1995 ante el histórico equipo de Ferguson. Cantona lo vio desde la grada y el manager escocés fichó justo antes de su altercado a Andy Cole. En la última jornada el destino vuelve a llevar al United a Londres para medirse al West Ham. Sin Cantona pero con el delantero de moda que costó un dineral por aquel entonces. El Blackburn pierde pero el United no es capaz de ganar en la última jornada y se escenifica la dependencia de Cantona en un club que es más consciente de la importancia de su figura en aquel momento. No había un jugador con tanta influencia en el juego de esa época. Era tan distinto que jugar sin él cambiaba todo, era el toque no inglés que es ahora lo que imitan todos los clubes de la Premier.
Cantona fue y será viva imagen de la Premier. El fichaje que lo cambió todo. El jugador que dio paso a lo que vemos hoy, dio paso al talento y algo distinto que necesitaba una competición anticuada con jugadores de calidad pero escasos. La patada fue su último coqueteo con la indisciplina en versión cercana a la retirada. Sin él la Premier no hubiese sido tal y el Manchester United quizás nunca se hubiese levantado de una crisis que llevó al equipo a no ganar ningún título de Liga en 26 años antes de su llegada. Se retiró pronto, no quiso que su declive se viese en los terrenos de juego sino en las playas, en un fútbol en el que también dejó detalles para el recuerdo. Como Zidane, jamás quiso vestir otra camiseta después de tocar lo más alto. Una carrera de cine, y es ahora el séptimo arte en lo que ocupa su tiempo libre, sabio destino. Su carrera siempre pudo ser parte de un guión tarantiniano. Curiosa metáfora a una vida futbolística que estuvo a punto de tocar a su fin en aquella grada londinense y esa patada. Más de veinte años han pasado de una imagen impactante. Hay que darse cuenta de que, en aquellos tiempos, estadios sin vallas no eran novedad sino un atrevimiento y más en Inglaterra. Se dieron pasos que conllevaban sus riesgos. Es cierto que el fútbol desde 1992 ha sido más caro en Inglaterra pero lejos están los conflictos en las gradas de otros tiempos y la cercanía es mayor. El de Cantona fue un paso atrás en su carrera pero un lujo y decisiva fue su continuidad que tiene en él una figura imprescindible para entender el fútbol de hoy/////PACO
* Artículo publicado en revistalíbero.com en colaboración con #Paco