Durante el asedio a Constantinopla resplandeció en lo alto del hipódromo, posado sobre una cruz, un destello azul que emitía un zumbido agudo. Los Bizantinos lo consideraron una señal de que Dios destruiría al ejército musulmán. Al día siguiente la luz cesó y el sultán Mehmet tomó la ciudad. Quinientos años después, el 9 de agosto de 1945, camino a Nagasaki, el B-29 Bockscar que cargaba en el interior de su fuselaje la bomba atómica Fat Man experimentó sobre el filo de sus hélices un fulgor platino. Su piloto, el Mayor Charles Sweeney, confesó: “Fue como estar montado en un torbellino a través del espacio estelar”. El mismo fenómeno fue registrado por marineros rusos y piratas españoles. Los días tormentosos sobre las astas y los mástiles, destellos azules fulguraban sin prisa. Lo llamaron El Fuego de San Telmo, en honor a Erasmo quien fue nombrado santo patrón de los marinos tras seguir predicando luego de que un rayo quemara la tierra a su lado.

El estudio moderno del efecto punta no le quita lo asombroso. Saber que es un plasma de baja densidad, un estado de segregación de la materia similar al gas, pero con una porción de sus partículas excedidas en electrones, es solo el comienzo de una cadena de porqués cuyo final es inconcluso. El electromagnetismo puede describir al detalle sub-atómico los mecanismos a través de los cuales los objetos conductores ionizan las partículas adyacentes, pero ¿por qué el plasma de baja densidad se manifiesta en determinadas condiciones? La pregunta en verdad es ¿por qué los sistemas evolucionan a estados de menor energía? O también ¿por qué San Telmo nos ilumina con su fuego en esta inclemencia?

Los babilonios asociaban las descargas que recibían de los peces eléctricos con las luces quebradizas de las tormentas de arena. El azote del Nilo y el chasquido de Ra. Nadie consultaba con un científico las razones ni el tipo de vínculo entre ambas. ¿Desde qué momento la forma geométrica del rayo se asocia al dolor? La electrocución es un mecanismo de tortura que puede ser graduado con paso muy fino.

El departamento de ciencia y técnica de los Estados Unidos montó durante el año 1951 un laboratorio enfrente de una silla eléctrica en una prisión de Tennessee. Se colocaron detectores de fotometría, cámaras de radiación infrarroja, conmutadores y otros sensores conectados a un osciloscopio. A nivel molecular en nuestro cuerpo se ordenan baterías de sodio y potasio que emiten pulsos eléctricos para enviar señales entre el cerebro y el sistema nervioso. Nuestro cableado interno es profuso y detallado. Debido a su sensibilidad pequeñas dosis de corriente pueden alterarlo. Pueden ocasionar lesiones no solo en los nervios sino también en los músculos y, dependiendo de la intensidad, afectar la piel y otros tejidos. Aunque los objetivos de la investigación eran clasificados, luego de catorce ejecuciones los resultados informados fueron no concluyentes.

La silla eléctrica como mecanismo de ejecución se gestó en los estudios de la compañía General Electric. De su desarrollo devinieron variaciones tecnológicas como el desfibrilador y la picana. La silla cuenta con cuatro amarres para inmovilizar las extremidades del convicto. Se le coloca un electrodo en las piernas y otro humedecido en la cabeza. Se establece una diferencia de potencial para que la corriente eléctrica avance de un electrodo a otro. Al principio se aplican descargas intermitentes, durante varios segundos, para romper la resistencia eléctrica de la piel. La circulación de corriente sobre un conductor, sea metálico o de carne, emite calor. Los cuerpos electrocutados alcanzan hasta ochenta grados, lo que puede producir la combustión del reo. Se estima que las primeras descargas lo dejan inconsciente, lo que evitaría el sufrimiento excesivo, pero no hay consenso entre los teóricos. Se sabe que debido a la naturaleza eléctrica del sistema nervioso se produce un colapso de señales. Los tendones se contraen y se rompe la permeabilidad eléctrica de los dientes. Los órganos internos sufren lesiones por quemaduras debido a las chispas que se originan entre las fibras musculares. Es difícil identificar el grado del dolor a través de la mueca rígida de un electrocutado.

El Fuego de San Telmo es un fenómeno frecuente, pero solo se vuelve visible bajo ciertas condiciones meteorológicas. El relámpago azul que cae del cielo hacia la tierra tiene su contraparte ascendente infrarroja. Es la tierra la que golpea al cielo. Los sprites son una ramificación invisible al ojo desnudo que escala por encima de las nubes y solo puede ser captado con cámaras especiales. En una condena a muerte por silla eléctrica no podemos ver el movimiento de las cargas, solo el temblor nervioso del condenado. La naturaleza electromagnética se manifiesta en frecuencias que no podemos percibir, cualidad que colabora con su esencia espectral.

Leonardo da Vinci rechazó toda forma de pensamiento que no partiera de la observación ¿Cómo operamos entonces con el electromagnetismo? La experimentación consiste en hacer visible lo que no vemos. Pero toda observación se realiza desde un marco teórico. La ciencia es, en cierta forma, el consenso a través del cual se observa un fenómeno. Es una forma cohesiva de observarlo y explicarlo a partir de una ley natural. El problema es que estos requisitos no garantizan en última instancia una conexión con lo verdadero. No, al menos, más allá de la intermediación que el humano pueda aportar.

Para una descarga eléctrica el camino más breve entre dos puntos no es una línea recta. El rayo atraviesa en zigzag el recorrido que le ofrece menor resistencia dejando una estela azul. Luego el aire circundante se calienta y se dilata debido a la radiación térmica emitida. Una expansión violenta que produce el sonido del trueno. Morir alcanzado por un rayo es a veces la secuencia de un hombre cayendo solo (y en silencio) bajo una noche tormentosa.

Pareciera que a cada fenómeno que no se puede ver le corresponde un detector que lo descubre, pero, entonces ¿no modela la intuición, una idea previa, el misterio? Los hitos más espectaculares de la física son aquellos en los que se producen grandes síntesis, cuando dos fenómenos en apariencia distintos e inconexos se revelan como aspectos diferentes de un mismo evento. La caída de los cuerpos y el movimiento de los planetas, la luz comportándose como onda y como partícula, la electricidad y el magnetismo. Condensar y sintetizar es antinatural porque es un esfuerzo en contra de la entropía. Luego, de forma subsidiaria, llegan las aplicaciones tecnológicas. Es factible pensar, desde luego, que a la ciencia le corresponde una contraparte en apariencia opuesta, pero que no es más que otra sombra proyectada por la misma verdad.

La ciencia despojada de filosofía es un Prometeo al que el rayo de la vida nunca lo impacta. El éxito de la formula empírica devino en una aflicción sistémica, una ansiedad burocrática por producir resultados intermedios a preguntas ya respondidas, ansiedad que no es más que un síntoma de la desorientación. Los modelos teóricos se desarrollan en el seno de la materia gris. Si una explicación sobre lo invisible no se puede entender debido a la imposibilidad del razonamiento humano ¿no se habilita entonces un cupo para el embustero?

La ciencia da una interpretación de lo invisible. El misticismo otra. Podríamos decir que en el estudio de lo paranormal convergen ambas ramas. La ambigüedad de los espectros que no percibimos se resuelve según el lente conceptual. El fulgor sobre un filo es la manifestación visual del efecto punta, pero también es el presagio de un santo. La ciencia explica cómo se origina un rayo, qué se puede hacer con él y predice, guardando derecho de incerteza, dónde caerá. Para más exactitud lo mejor es mirar con atención hacia el cielo.////PACO