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Como si por el lapso de un día se hubiesen superpuesto dos dimensiones temporales, quien ayer prendió la tele, abrió un portal de noticias o entró al monstruo bifronte Facebook/Twitter le costó dilucidar quién es el presidente de los argentinos. Fue muy fácil ver a Cristina Fernández de Kirchner dando un encendido discurso de alto contenido político ante miles de militantes que coparon las puertas de los tribunales de Comodoro Py, mientras con un esfuerzo de clicks o de atención en el aburrimiento lineal de la TV o la radio, podíamos ver a un Mauricio Macri muy lejos de ahí, en Salta, felicitando al gobernador Juan Manuel Urtubey por su reciente romance con una estrella mediática.

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No sabemos qué Argentina es más fuerte: ¿la “minoría movilizada” o la mayoría silenciosa?

El contraste fue abrumador y generó un temblor en el ámbito político que sin duda va a dejar huella. La ex presidenta dejó en claro que su imagen continúa siendo sólida entre los más entusiastas, que dentro del PJ definen como una “minoría movilizada”, que son tantos o más que aquellos que la despidieron en sus últimos días de gobierno cuatro meses atrás. A la vez, Mauricio Macri se reveló como un presidente con su imagen debilitada, que perdió la convocatoria mediática y el respaldo que gozaba apenas 120 días atrás, distanciado de aquel tono canchero y socarrón que lo llevó a mostrarse ganador en el decisivo debate con su rival y alzarse con una victoria ajustada pero firme en el ballotage.

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¿Qué pasó, Mauricio? ¿Qué le pasó a tu blindaje, a tu “unir a los argentinos”, a tu “sí, se puede”? Pasó el verano, el tarifazo, los despidos, la inflación que se sale de control, el caos de las estadísticas, las internas palaciegas, las medidas que contradicen a las otras medidas, las medidas que nos iban a salvar y nos hundieron más, las cosas que parecian fáciles y eran difíciles, las cosas que parecían difíciles y eran más difíciles. “Macri me hizo kirchnerista” es una frase que se escucha cada vez más, un poco en broma, un poco en serio. Las encuestas, que parecían mostrar un presidente anti balas, exhiben números rojos que preocupan a la Casa Rosada, mediciones que ponen a la provincia de Buenos Aires –donde el PRO tuvo una victoria holgada- con un 51% de imagen negativa hacia el gobierno nacional.

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Mauricio Macri se reveló como un presidente con su imagen debilitada, que perdió la convocatoria mediática y el respaldo que gozaba apenas 120 días atrás.

El presidente que se sentaba cómodamente en los sillones de Davos, durante las conferencias face to face con los líderes mundiales y CEOs transnacionales, felicitado por el inmaculado Obama, que doblegó a la oposición para aprobar un pago histórico a los bonistas extranjeros, debió huir tímidamente hacia Salta para evitar los dardos de quien hasta antes de ayer estaba recluida en su casa del lejano Calafate mascando odio, que no volvió a Buenos Aires a un acto político sino a declarar como imputada en una causa que durante semanas se difundió en los prime time, que fue acusada de ser “la mayor lavadora de dinero de la Argentina”. En ese contexto habló Cristina y, en pocas horas, corrió de escena a quien hasta hace poco era el ungido para unir a los argentinos. Y se aparece como una opositora temible, propone una forma de salir del macrismo, pone la opción del Congreso casi candidateándose para elecciones que llegarán, recién, en un año y medio. Es cierto que la idea de CFK no brilla con todas las luces: crear un frente donde no importa de qué partido sos podemos decir que ya se ha visto muchas veces en nuestra historia y siempre terminó igual. Pero el gesto está. Y la política, sobre todo, son gestos. El gesto del valiente retador sin miedo y del campeón que teme defender su corona también se ha visto antes.

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Queda claro algo que ya se escribió y se intuía desde el año pasado. El votante del PRO eligió a Macri para que gobierne solo. Considera que su existencia es suficiente para gobernar. Elije un presidente para tome decisiones por él, no junto a él. El votante de CFK es diferente. Considera que la fuerza de Cristina necesita de su apoyo presencial. Por eso vemos que el gobierno no logró jamás “tomar la calle”, realizar manifestaciones multitudinarias. Un Macri desolado camino a su primer discurso importante en el Congreso sin vítores ni arenga callejera, un presidente que huye del contacto directo, que tiene custodia y no habla en actos públicos –como se mostró durante el recordatorio por los caídos en Malvinas- contrapuesto a una líder que, sin cargos ni estructura de gobierno, convoca a miles de militantes bajo la lluvia. Pasaron las elecciones y llegó un nuevo tiempo político, pero todavía no sabemos qué Argentina es más fuerte: ¿la “minoría movilizada” o la mayoría silenciosa?

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Los comunicadores del PRO deben estar pensando en aquel fragmento de Los Simpsons donde los homeless en calzoncillos cantaban ese adagio de “mi vieja mula ya no es lo que era”. La comunicación del macrismo prometía ser un ejemplo de B2C aplicado a la órbita gubernamental. Gracias a nuevas y maravillosas técnicas demostrarían que un presidente no necesita de las cadenas nacionales ni de actos proselitistas para demostrar fuerza. Las conferencias de prensa y los medios tradicionales seleccionados reemplazarían a las cadenas, las redes sociales a los escenarios. Parecía que sería verdad, nos preguntábamos ¿será éste un tiempo diferente, un tiempo nuevo, será que el siglo XXI era tal y cómo lo contaban, y el futuro llegó hace rato? Sin embargo, la pared nueva, reluciente, recién construida y pintada, empezó a mostrar manchas de humedad y algunas -cada vez más- grietas. Y ayer eso quedó claro. Los principales medios televisivos pusieron sus cámaras frente a Cristina. Las radios y portales sus micrófonos frente a la ex presidenta.

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Fue impresionante ver cómo el kirchnerismo volvió por un día a mostrarse casi como cuando eran gobierno, pero ya sin el dinero del gobierno, sin la estructura del gobierno, más que algún sindicato e intendentes.

Fue impresionante ver cómo el kirchnerismo volvió por un día a mostrarse casi como cuando eran gobierno, pero ya sin el dinero del gobierno, sin la estructura del gobierno, más que algún sindicato e intendentes que todavía son fieles. Sin estructura Cristina se mostró más sólida que un Macri alejado que no pudo captar la atención. Eso ya se veía los últimos días, cuando el presidente y su vice debieron salir a hablar públicamente para contrarrestar la ola mediática que sólo nombraba a la ex presidenta y su declaración en Comodoro Py. Y el equipo de comunicación no pudo hacer nada con la ola de indiferencia por las actividades del gobierno ante tamaña muestra de poder de una opositora que se pensaba desactivada y prácticamente con las esposas puestas. No alcanzaron las granjas de trolls en Twitter acusando de cobrar 500 pesos para acompañar a Cristina a declarar, no alcanzaron las llamadas a editores y periodistas para corregir las coberturas. El kirchnerismo no sólo copó las calles sino también las redes sociales, el territorio favorito del macrismo. Hasta el propio De La Rúa pudo disfrutar algunos minutos de regodeo diciendo que el oficialismo no comunica bien sus medidas y acciones de gobierno. Sin los nuevos medios, sin las nuevas tecnologías, sin los grandes medios monopólicos ¿qué le queda al PRO?

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Podríamos decir que le quedan los empresarios, pero a ellos también se les está terminando la primavera liberal. Los aumentos de tarifas en servicios esenciales afectaron gravemente a las industrias, la modernización prometida para los comerciantes en materia burocrática no está llegando a la velocidad prometida, el sector primario quedó dañado por la quita de las retenciones a ciertas producciones que afectaron a las otras producciones. Sacarle las retenciones al maíz aumenta los costos de los lecheros, que todavía no disfrutan de la lluvia dólares del retorno de exportaciones. Las economías regionales pierden ante el avance de una soja mucho más conveniente que en todos los gobiernos anteriores. Y el dólar alto prometido a estos sectores es controlado por un Banco Central que utiliza las mismas técnicas de intervención que eran foco de críticas al kirchnerismo. Los supermercadistas podrían beneficiarse con los precios inflados pero sus costos también se incrementan, siendo el motor del círculo vicioso de la inflación, y culpables ante una sociedad que pierde la paciencia.

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En materia empresaria, el gobierno sale a prender velas a un “segundo semestre” para el que sin embargo faltan sólo dos meses y no avizora ningún índice de recuperación concreto.

El escándalo de los Panamá Papers reveló no sólo un Macri imputado, sino un empresario altamente beneficiado con gobiernos anteriores que, sin embargo, no habilita los mismos beneficios que disfrutó en el pasado a los que están, incluyendo la paralización de la obra pública por un año, lo que deja en jaque a las empresas constructoras, aliadas históricas del macrismo en Buenos Aires. En materia empresaria, el gobierno sale a prender velas a un “segundo semestre” para el que sin embargo faltan sólo dos meses y no avizora ningún índice de recuperación concreto. En materia financiera, las altísimas tasas de interés generan el clima ideal para el crecimiento de la inflación, y el sector se asusta ante un banco Central, un Banco Nación y un Ministerio de Hacienda que no logran coordinar políticas comunes y pasan sus días contradiciéndose, cuyos titulares discuten puertas adentro y puertas afuera. No son los empresarios, entonces, los que le dan la fuerza necesaria al oficialismo para mantenerse sin cimbronazos.

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La renovada ola de interés por el kirchnerismo tapó un hecho importante. Macri recibió a los gordos de la CGT que fueron a darle una especie de ultimátum para terminar con los despidos o ir al paro y movilización. Macri logró en cuatro meses lo que los sindicatos no lograron en años: unirlos. Las cesantías –que suman 200 mil según algunos cálculos-, los tarifazos en los servicios y la inflación fuera de control puso en alerta a gremios que hacía muchos años ya no se dirigían la palabra. Caló, Moyano y Barrionuevo juntos en el mismo lado de la mesa, aún cuando muchos de esos sindicalistas le hicieron ojitos a Macri  durante la campaña, es una imagen difícil de creer. El presidente los recibió en Olivos junto a un grupo de fieles, que intentaron repetir una vez más los argumentos oficiales para reafirmar sus posturas. Los sindicalistas se retiraron sin dialogar. Todo indica que el 29 de abril habrá paro general y movilización masiva. ¿Acaso el PRO planea gobernar sin los sindicatos precisamente cuando el kirchnerismo amenaza con volver y movilizarse también?  ¿Le parecerá suficiente a Macri la cercanía con Massa y Urtubey, tan suficientes que puede prescindir del resto? ¿Confía tal vez en el poder de las partidas para obras a los gobernadores que le permitieron torcer el destino del acuerdo con los bonistas extranjeros? El PRO, con una imagen y comunicación dañada, enfrentando cada día la dura llovizna de la realidad, y cada tanto la fuerte tormenta de la oposición peronista, ¿podrá mantenerse en pie y seguir intacto?

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Mientras tanto, el PJ no termina de abroquelarse detrás de una –cualquier– decisión. Maniobraron hasta hace unos días para lograr elecciones libres de dirigentes sin el ruido de fondo del kirchnerismo, que a través de una Cámpora que quiere recibir órdenes pero no tiene amo, no logra colarse entre los adultos y sigue jugando en el patio de la militancia post adolescente. La foto de Gioja con Scioli parecía definitiva, la lista armada por Duhalde le daba la legitimidad necesaria para unas elecciones sensatas, acordes con una nueva etapa de oposición negociadora. Sin embargo, el acto de Cristina frente a los tribunales rompió el brindis con champán y saladitos. Después de la derrota de noviembre, el PJ no pudo reacomodarse y entró en una especie de crisis histérica en el que se obligó a sí mismo a refundarse.

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¿Qué fuerza opositora puede dejar de lado esa cifra de adherentes? Pero ¿el costo de incluirla no será realmente caro? Ni Urtubey, ni Capitanich, ni Massa ni De La Sota pudieron tomar la posta.

Y todo parecía más armónico si CFK se quedaba cuidando las rosas en su jardín del Calafate, pero este regreso con gloria desacomodó los planes y volvieron las antiguas encrucijadas: si construyen con Cristina quedan reducidos a un gueto que no supera el 30% de los votos, si construyen sin Cristina desprecian a la “minoría movilizada” que representaría un nada despreciable 15-20%. ¿Qué fuerza opositora puede dejar de lado esa cifra de adherentes? Pero ¿el costo de incluirla no será realmente caro? Ni Urtubey, ni Capitanich, ni Massa ni De La Sota pudieron tomar la posta de la conducción del partido, que debió elegir un presidente de transición y apostar al futuro próximo. ¿Cómo se resolverá este dilema? Probablemente el PJ navegue en las tensiones por un tiempo más, quedando relegado a un rol secundario en la marquesina política, hasta que algún suceso lo lleve a tomar decisiones que lo definan. Ante un Macri que todavía gobierna y cuenta con cierto viento a favor, una CFK que se muestra como alternativa sólida pero no convincente, y un sindicalismo que amenaza con tomar la calle y parar el país sin la fuerza del partido, el justicialismo no tiene más opción que la espera.

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Aquella argentina que el 10 de diciembre parecía una fiesta de globos y esperanzas se ve cada vez más lejana. El detrimento paulatino pero constante del oficialismo en los primeros cuatro meses quedaron claros en la jornada de ayer, con el regreso simbólico de una opositora temible frente a un gobierno que busca disimular lo inevitable. Sin embargo, todavía no hay enfrente de Macri una oposición fuerte, son luces atomizadas, disímiles, irreconciliables: un kirchnerismo empecinado con la idea de volver para reafirmar aquello por lo que perdió, un PJ que oscila entre la unión y la conveniencia, entre la negociación y la dureza, una tirantez que parece volverse irresoluble. El resto de la oposición, apenas retazos de un pasado que no volverá. Podemos ver entonces un macrismo que seguirá gobernando aún desgastado, que buscará nuevas formas de maniobrar en un escenario adverso, debatiéndose en a quién escuchar y qué hacer primero para deshacer otra cosa, resistiendo con aguante los embates de una realidad que sin dudas es mucho más compleja de lo que avizoraron sus propios operadores/////////PACO