Lennart Bergelin -¿Qué querés del tenis?
Björn Borg -Ser el mejor
LB -¿El mejor de Suecia?
BB -No, el mejor del mundo
(Björn Borg a los 13 años).
Cuando me recomendaron Borg vs. McEnroe me imaginé algo similar a Rush, película que muestra la historia de la rivalidad de los pilotos de F1 Niki Lauda y James Hunt. Dirigida por el colorado Ron Howard, el guión tiene la capacidad de mostrar una disputa tanto deportiva como personal a lo largo de los años de dos personalidades totalmente diferentes. Sin embargo, cuando comencé a mirar la película de Janus Metz Pedersen, me di cuenta de que no se trataba sobre la rivalidad entre el sueco Björn Borg y el estadounidense John McEnroe, sino más bien sobre la mentalidad de los tenistas, especialmente la del nacido en Estocolmo.
La rivalidad entre Borg y McEnroe, aunque de alguna manera fue real, funcionó como excusa para analizar cómo trabaja la cabeza de un tenista tanto dentro como fuera del court. Sin ser especialista en este deporte, siempre me interesó ese lado B del tenis: ¿qué piensa un tenista? «Open, mi historia», la autobiografía de Andre Agassi -escrita de manera genial por J. R. Moehringer-, es un excelente libro para entender qué le pasa por la cabeza a un #1 del mundo.
«Todo tenista, tarde o temprano, se compara con un boxeador, porque el tenis es un pugilismo sin contacto. Es violento, es mano a mano, y el resultado es tan simple como el de cualquier cuadrilátero: o matas o te matan (…) La diferencia es que, en el tenis, los golpes se marcan por debajo de la piel.», Andre Agassi. En su biografía, más allá de contar una historia de vida, el ex pelilargo de Nevada, Texas, se encarga de explicar cómo son posibles personalidades como la de Borg.
Iceborg
Nacido en Estocolmo en 1956, Björn Rune Borg ganó 96 torneos (64 ATP, con 11 Grand Slam incluidos) antes de retirarse a los 26 años (Roger Federer lleva ganados 107 títulos en 20 años como profesional). Su paso fulminante por el circuito tenístico es una manera más de intentar explicar su psiquis. No soportaba perder. Ante su indisciplina adolescente, las palabras de Lennart Bergelin, el entrenador que descubrió su talento cuando estaba a punto de ser desechado del tenis- lo cambiaron para siempre:
Bergelin: «Sé como se siente, ¿sabés? A veces parecía que perdía a propósito… sólo para huir de esa sensación horrible de que el juego se me iba de las manos. Cuando perdía iba directo al vestuario a vomitar. No soportaba perder. Lo mismo sucede con vos. Para vos es de vida o muerte. Los otros no son así. No son como vos. Por eso nunca serán tan buenos (…) Sólo prometeme algo. Debés prometer que nunca vas a mostrar una puta emoción. Tenés que ser como una olla de presión y bloqueá todo lo demás. Ya no existe. Toda la rabia, el miedo, el pánico, todo. Eso que sentís adentro descargalo en cada golpe, en cada saque, en cada partido. ¿Me lo prometés?». Borg, de 15 años, asintió con su cabeza. Ahí comenzó todo.
El odio se canalizó en una máquina de ganar, sus obsesiones fuera de la cancha (desde estrictas cábalas hasta la necesidad de dormir con temperaturas insólitamente bajas) se transformaban en un juego perfecto que no admitía errores (6 Roland Garros, 5 Wimbledon consecutivos, 16 finales de Grand Slam, 15 títulos Master… todo en 8 temporadas). Siempre conocido como un caballero dentro de la cancha, su cabeza trabajaba todo el tiempo en detalles, su descarga ya no era ir a romper cosas al bosque, insultar o patalear, sino simplemente arrasar al rival. Destruir a su oponente se había convertido en su «anger room» emocional.
«Detesto el tenis, lo odio con toda mi alma, y sin embargo sigo jugando, sigo dándole a la pelota toda la mañana, y toda la tarde, porque no tengo alternativa. Por más ganas que tenga de parar no lo hago. Sigo suplicándome a mí mismo parar, y en cambio sigo. Y ese abismo, esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho hago, me parece la esencia de mi vida.», aseguró Agassi en su autobiografía. ¿Le pasaría lo mismo a Borg? ¿Cómo surgen los mejores del mundo?. ¿Alcanza con los consejos de los libros motivacionales: «entrena la resiliencia», «no dejes que el temor te acompañe» o «entrena la inteligencia emocional»?
El serbio Janko Tipsarević (ex top ten), quien es conocido en el ambiente por ser aficionado a la lectura, supo decir que «leer filosofía acaba trastornándote un poco». En una entrevista a la agencia de noticias DPA confesó: «Me di cuenta de que estaba leyendo demasiado, comenzando a dudar de mí, de la vida, la profesión y el tenis. Paré un poco (…) La Verdad, en la mayoría de los libros, es nada, es deprimente. Comenzás a preguntarte por qué haces esto, por qué pagás 1.000 dólares para un pasaje, ¿soy feliz? Todas esas preguntas (…) pensar demasiado no es la respuesta».
En «Fenomenología de la percepción» Merleau-Ponty trabaja sobre el conocimiento del cuerpo, la anteposición física por sobre la psíquica. Intenta así derribar la argumentación de la Obediencia Debida utilizada por los franceses que delataron a judíos en la Segunda Guerra Mundial. Más allá de una orden, «el cuerpo sabe». ¿Los tenistas juegan con el cuerpo? ¿Es posible programar tus movimientos? ¿Es factible que el cuerpo aprenda a ganar? «¡No analices!» le repetía Bergelin a Borg. ¿Para ser el número uno, la clave es no pensar?
Es prácticamente evidente que la preparación para el alto rendimiento deportivo se encamina en esa dirección, pero, ¿qué ocurre con la formación de un sujeto moderno cualquiera? La película Borg vs. McEnroe funciona como una muestra de la construcción de individuos laboralmente eficientes en el mundo actual. La formación educativa permanente o el mandato del crecimiento en el trabajo son parte de un engranaje sin fin. Como la metáfora de los anillos de la serpiente, de Deleuze, el tenis -un deporte sin tiempo- se convierte así en un lugar de prueba más para la construcción de bots, en el cual no existe el descanso, sólo ceros y unos programados donde, como dice Agassi, «das una paliza o te la dan a vos»./////PACO