Nahuel Vecino es un pintor y escultor argentino, generación ’77, que además también tuvo su paso por el rock nacional. Junto a Lucas Martí fundaron A Tirador Láser, promediando los ’90, y en esos primeros tiempos de la banda se lució con el bajo a cuestas. Y fue justamente en la casa de Lucas, después de la separación de Tirador, en el comienzo de su carrera como solista, que vi por primera vez una de las pinturas de Vecino: un retrato que estaba colgado cerca de la mesa de la tele y de la videocasetera. Era inevitable que la mirada en vez de ir hacia la pantalla, una y otra vez, hiciera foco en el cuadro. Recuerdo que me enojaba no reconocer de quién era y no querer preguntar para “ganarme” esa pulseada. No lo logré. Su trazo, los colores y la primera impresión tomaban distancia del arte contemporáneo, pero la estética era consecuente con el mundo moderno.
Nahuel Vecino es un pintor y escultor argentino, generación ’77, que además también tuvo su paso por el rock nacional.
Un cuadro en una casa puede gustar, sí, claro, pero una pintura de Nahuel Vecino es otra cosa, es de una presencia tal en el ambiente que uno, a través de los años, puede recordar este tipo de escenas que parecen no tener demasiado sentido pero dicen algo más porque, en definitiva, escapan de lo ordinario. Tiempo después, ya en el año 2006, leyendo su libro El secreto de las musas, editado por Editorial Dos Fuerzas, en el que acompañaba una selección de sus obras con un texto propio, entendí que ese vínculo imaginario que provoca su trabajo – a ese momento ya conociéndolo mucho más- no era una reacción mía, subjetiva, si no que era una invitación de él que conscientemente dejaba pistas en su pintura para que se dé ese diálogo personal.
“En ese acallar del intelecto la mirada se transforma: bajo la tiranía del lenguaje todo es estéril y desértico. Desde esta serena contemplación, cada representación de la aparente realidad es captada como una temblorosa resonancia. (…) Los objetos están vivos. Todas las cosas emanan significado.”
Lejos de ser una ponencia académica, explicativa y/o narcisista, el texto de El secreto de las musas, comparte una serie de historias que nos permiten conocer cómo es su llegada y su relación con el arte a partir de la influencia de su abuelo materno, hijo de “un ex bolchevique revolucionario de origen lituano que emigró a la Argentina a principios del siglo XX” que supo andar varias rutas sobre su Austin modelo 34, coleccionando aventuras y objetos que estimularon al pequeño Vecino.
“Predicciones climáticas, amplios desarrollos estético-poéticos frente a cualquier paisaje u obra de arte que movilizaran su espíritu o comprender de manera sorprendente la intención exacta de niños sin habla y animales domésticos, eran algunas posibilidades manifiestas de sus dones particulares.”
Sus personajes son conmovedores aun en la más pasiva situación, como sus paisajes son habitables aún en la más árida sensación.
La fluidez de su escritura, empática y detallista, complementa perfecto el contenido ilustrado, haciendo del libro una pieza indispensable, no sólo artísticamente hablando sino por cómo construye una visión a partir de un testimonio cultural, como observante y como protagonista activo. Escuchar, leer y observar a Nahuel Vecino exige una pausa. Lo que expresa no es veloz y provoca un nuevo sentido de la intimidad, removiendo fantasías y agitando suburbios emotivos, personales o que nos son familiares, por vivencia o por tradición. Sus personajes son conmovedores aun en la más pasiva situación, como sus paisajes son habitables aún en la más árida sensación, por eso para “leerlo y escucharlo” tan sólo hay que detenerse frente a sus obras y estar listo para enfrentar la solitariedad (esa a la que tanto le escapa el siglo XXI) como si nos parásemos delante de un espejo. En ese reconocimiento, como si cualquiera de nosotros pudiéramos ser esas criaturas, lo primero que vemos es que, al margen de los diferentes ámbitos en los que se suceden y de la serie a la que pertenezcan, todas tienen algo en común. Cada humano presenta una expectativa, ya sea por la batalla cotidiana a punto de suceder o por la que acaba de finalizar. La ambigüedad de esas dos caras de un mismo sentimiento, mantiene vivo a los personajes, demostrándonos que la obra de Vecino se mantiene en un constante presente íntimo. Y ese es otro punto de fuga para esta actualidad en la que se da prioridad a contar lo que nos sucede en cuanto comienza a sucedernos, desentendiéndose de cómo a partir de ese hecho no sólo rompemos la intimidad y lo privado si no que dejamos de estar presente en el suceso.
Podemos decir entonces que soledad, presente e intimidad son las vedettes de su obra en la que, por ende, se prescinde del cinismo y se aprecia lo genuino. Apreciar despierta siempre un deseo y desear provoca una reacción en la que sí hay lugar para los contrastes, y es desde ahí que aparecen nuevas capas con ironías, absurdos y hasta un halo burlón. En definitiva, esas cualidades, para nada ligeras ni livianas pero no por eso dramáticas, son efecto irremediable de las elecciones que tomamos en un mundo en el que es muy complejo permanecer como quisiéramos y en el que todo nace pensando más en el efecto que en la causa que lo moviliza.
Sus hombres y mujeres están como salidos del Coliseo romano pero vestidos en ropas deportivas, y también están los desnudos, urbanizados, despojados, retrofuturistas o costumbristas.
Sus hombres y mujeres están como salidos del Coliseo romano pero vestidos en ropas deportivas, y también están los desnudos, urbanizados, despojados, retrofuturistas o costumbristas, sin faltar las interacciones con animales o mismo la mezcla de cuerpos, de unos y otros, hasta confundirse con la naturaleza, en un coqueteo mitológico que nunca deja de ser sensual. En los hombres y mujeres de su arte está la dosis de vida que le ponemos a nuestra existencia y el lugar que le permitimos a nuestra fantasía. El cruce de siglos, culturas, paisajes, climas, fisonomías y moda, funciona como un rompecabezas que se conforma de tiempos y espacios, como una trampa a la matrix. Para lograr una obra tan enriquecedora y luminosa, se puede intuir un proceso creativo intenso, equilibrando todos esos matices que atraviesan la historia del arte y de la que Nahuel va tomando aspectos para confluir en un estilo propio, con influencias y guiños que abarcan desde Platón hasta David Lynch, pasando por Caravaggio, Balthus, Santoro o Berni, entre otros. Su muestra Pompeya, por ejemplo, se puede ver como un catálogo de convivencia de todas esas marcas formativas. Y en El Reino del Mundo se le suma a ese catálogo un elemento vital que es el cómo se puede llegar a influenciar a la inversa, o sea, la obra de uno mutando la de los propios maestros, porque después de esa serie azulada de Vecino es difícil volver a mirar con los mismos ojos lo hecho por Rubens, Migel Ángel o Fragonard. Y hay otra invitación más, para nada menor, que es el ala poética de su obra, en donde nos lleva por un universo de ideas donde la música y las letras son fundamentales. La sensualidad y fatalidad delatan versos que van desde Eluard a Hölderlin, pasando por el expresionismo de Byung Chul Han y Herzog, y mientras en la vida real uno esperaría que estalle el sonido tropical o malevo tradicional de los barrios, en estas pinturas los personajes nos sorprenderían dándole play a discos de Air, Boccherini o Sakamoto sin prescindir de las cumbias, los boleros y los tangos.
Un estilo propio, con influencias y guiños que abarcan desde Platón hasta David Lynch, pasando por Caravaggio, Balthus, Santoro o Berni.
Ese lado b, esa profundidad que nos revela, habla también de lo que es el arte que, en definitiva, siempre se trata de la vida y de cómo uno se para frente a las posibilidades de su tiempo. Concluir en que Vecino desentona en el arte contemporáneo es una obviedad, pero a la vez es imposible no celebrarlo citando a Lucian Freud: el arte debe incomodar. Irrumpir y construir un perfil con una propuesta comprometida con el hacer y el ser, madurativa y en constante evolución, genera una experiencia que exige todo lo que no es instagrameable ni twitteable pero que son bases esenciales de todo lo que deseamos que tenga un crecimiento: exploración y descubrimiento. Nada más incómodo para un mundo que sufre de infantilismo, sobreexposición y autodenominaciones. La próxima oportunidad de ver la obra de Nahuel Vecino, artista de la Galería Miau Miau, será la próxima edición de ArteBA, del 19 al 22 de mayo en La Rural. Su presencia justifica la asistencia a la polémica feria en el marco de una galería que siempre sabe hacer la diferencia///////PACO