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Si a Guerber se le tira una palta en medio de la selva, va, la busca, la trae y pide que le tiren otra más lejos. Tuve el placer de alojarlo en Buenos Aires, para la presentación de El Águila ha llegado. Habíamos mal ensayado por Skype 24 horas antes del horrible concierto. Al igual que Oblomov, Guerber –@gguerber– dormía hasta casi el mediodía para despertar con una catarata de ideas irremediables, antisociales y anticosmopolitas (tocar un Himno a Juan Terranova, tocar y representar el funeral de la Reina María, etc.).
Le di las llaves de la casa y siempre regresaba por una puerta distinta (de otra casa chorizo, de otra dirección), como una nube sin agua, transportada por los vientos. Una mañana intentó «volver» y tocó la puerta de una vecina rubia, joven, anglo y sonámbula, antes que nada, un error afortunado.
—Me olvidé el celular —decía Guerber, mientras intentaba abrir con llaves de otra puerta.
—No es acá —decía la bella vecina.
Pero ella le abrió, pues vio a un buen hombre, ¿o recordó una cara conocida?
Cuando la vecina abrió la puerta, Guerber redobló la apuesta saliendo con:
—Yo a vos te conozco de la Quebrada de Humahuaca, tal año, tal situaçao.
La vecina quedó sorprendida. Ese hombre barbudo y ligeramente bestial había coqueteado con ella una década atrás. Vingt ans après, diría Alexander Dumas. Uno no sabe en qué anda la vecina hasta que se entera de que es sonámbula (en noches especiales, camina por los techos, por donde solo se atreven los gatos). Llegué a escuchar sus pasos sobre mi techo. Creí que eran palomas. Pero las palomas no se mueven de noche. Cada parte del universo, padece esta soledad, esta angustia de la mente desolada.
¿Qué destino se hubiera perfilado si, en Humahuaca, la atractiva sonámbula hubiera aceptado el cortejo del hombre del Neolítico pleno, Gustavo C. Guerber? Una posibilidad es que Chow tendría a Guerber como vecino. En un universo paralelo existe un Guerber del Inquietante Colegiales que no equivoca qué llave va en qué cerrojo.////PACO