I
Candice Huffine es gorda. Tiene una cara redondeada, grasa sobrante alrededor de la cintura, brazos gruesos y piernas amplias. Candice Huffine es lo que podría denominarse gorda. Sin embargo, es sensual. Y cuando digo sensual no me refiero a una figura humana organizada proporcionalmente de acuerdo a los elementos que se consideran excitantes según las encuestas a «la gente», sino a la provocación sexual de un cuerpo.
Pirelli es una compañía multinacional productora de neumáticos que desde 2011 es la única proveedora de la Fórmula 1. El estereotipo del taller mecánico donde hombres con overoles manchados de grasa se alientan con posters de mujeres exuberantes pegados en las paredes no es falaz. Desde 1964, la compañía realiza una publicación anual donde doce modelos posan entre la ignota sucesión de números y letras en lo que se ha denominado Calendario Pirelli.
Candice Huffine fue invitada a participar del Calendario Pirelli 2015 y los medios difundieron lo que consideraban una sorpresa (todo hecho que pueda entenderse como sorpresivo, por más intrascendente que sea, se transforma en noticia) debido a que era una modelo de tallas grandes o, como la llaman en el ámbito de la moda, plus size.
II
El caso de Kate Dillon es diferente. Comenzó a modelar desde los 16 años cuando su cuerpo era el típico objeto preciado de la industria de la moda. Pero debido a desórdenes alimenticios producto de un virus intestinal empezó a engordar y tuvo que retirarse del negocio. Años más tarde volvió al ruedo con estudios universitarios importantes, sensibilidad social y ambientalista y la misión de triunfar como plus size. Le fue bien. Según Wikipedia fue nombrada Modelo del Año por la revista Modo en 1998; fue la primera modelo de tallas grandes en aparecer en Vogue; también fue la primera en hacerlo para una campaña de Gucci.
Tara Lynn es otra modelo de las llamadas plus size. A pesar de su éxito en el mundo de la moda no logró ser incluida entre las elegidas de la sofisticada casa Chanel. Karl Lagerfeld, su diseñador, argumentó de forma sintética: no le gusta la estética de las mujeres de tallas grandes. Debido al revuelo mediático agregó que “las que critican a las modelos por aparecer huesudas o anoréxicas son las típicas madres gordas que se sientan en el sofá todo el día comiendo papas fritas”. Crueldad transparente. Entre los mecanismos ideológicos que operan sobre tal afirmación se puede resaltar la aceptación de que sí hay un ideal de belleza y su desnaturalización implica sincerarnos sobre el lugar que le damos. ¿Acaso las gordas que no se preocupan lo más mínimo por su salud pueden criticar legítimamente a las modelos anoréxicas que tampoco se preocupan lo más mínimo por su salud?
No es nuevo decir que la construcción del ideal de belleza es el de mujer delgada y este estereotipo corrompe la estabilidad emocional de quienes no dan con el perfil. Lo nuevo es ver cómo la sensualidad femenina que se impone desde las elegantes revistas de moda hoy se ve amenazada por los miles de likes que una gordita del barrio puede tener en la nueva selfie que subió a Instagram.
III
¿Qué es lo que hace a un cuerpo ser sensualmente atractivo? Si debiéramos distinguir una cualidad, ¿sería la forma? ¿el peso? ¿el color? ¿el olor? ¿la textura? Para quienes creen que toda la potencia sexual entra por los ojos, se sorprenderán al conocer a Winnie Harlow, catalogada por la industria como la primera modelo con vitíligo.
El vitíligo es una enfermedad de la piel que afecta su pigmentación produciendo manchas claras de forma progresiva. No hay mucho más para decir: 1) las zonas donde la piel perdió su pigmentación son más sensibles y requieren un gran cuidado; 2) cuando la despigmentación es extraordinaria se recomienda, por motivos estéticos, despigmentar las zonas que aún quedan oscuras.
«La gente tiene la piel negra o blanca, y yo tengo ambas», dijo Winnie Harlow en un programa televisivo. Su carácter de unicidad la vuelve diferente, ahí radica la cuestión. ¿Acaso sería plausible que se concrete la posibilidad de una proliferación de personas con vitíligo desfilando en las pasarelas? La pregunta adecuada sería: ¿para qué?
IV
En un momento de Plataforma, la novela de Michel Houellebecq, el personaje dice: “Toda la humanidad tendía instintivamente al mestizaje, a la indiferenciación generalizada; y lo hacía, en primer lugar, a través de ese medio elemental que era la sexualidad”. Ese mestizaje es la diversidad, la aceptación de que todos no somos iguales. Principalmente porque no queremos serlo. Una cosa es luchar contra la imposición de cánones estéticos hegemónicos y otra muy diferente es la exposición de la anormalidad con el fin de generar una lastimosa conciencia del sí se puede. Moralidad al servicio de una falaz concepción de igualdad.
Internet es muy generosa para quienes necesitan, como un brote pulsional agresivo, ejercer su derecho a opinar. Quizás lo mejor sea a sentarse a leer cómo los medios construyen estos modelos estéticos a partir de la corrección política que besa la frente de la audiencia en pos de obtener su acrítica complicidad.
VI
Si la antropología estudia al ser humano en su integralidad cultural, entonces las gordas pueden ser su objeto de estudio en tanto subgrupo que produce sus propias significaciones. El antrópolgo Carles Feixa Pampols -que estudió otras minorías culturales: las llamadas tribus urbanas- señaló que en la formación de culturas contrahegemónicas bastardeadas por el mainstream se produce una inversión valorativa. Lo que para el resto es negativo para el subgrupo es positivo, transformando así al estigma en bandera.
En una entrevista del 2012 al diario español El País, hablando sobre comprar ropa, Candice Huffine dijo que no le gustaba que haya “una sección específica dedicada a las gordas como sucede en H&M. Ahora, ya hay muchas tiendas que incluyen una gran variedad de talle. Nosotras también tenemos derecho a ir de compras”. Cuando Candice Huffine dice nosotras rompe con una fuerte posibilidad de igualdad reafirmando un subrgrupo en la sociedad. Y no lo hace en términos proporcionales porque se sitúa en un lugar escéptico, en el lugar de la anormalidad. Y no lo hace como una lastimosa búsqueda de incorporación a los estándares de la homogénea normalidad sino como la aceptación de la existencia de su diferencia. No le interesa ser normal porque, de hecho, su trabajo consiste en ser anormal. Y cuando digo anormal me refiero al elemento anómalo de una sucesión regular que se vuelve llamativo.
VII
El plus size, provocadoramente subjetivo, funciona apelando a lo distinto, a la sorpresa. Es un cuerpo que no debería estar ahí, pero está. Las curvas redondeadas de las gordas intentando movilizar el paladar negro de los que compraron ciegamente a la delgadez como cualidad obligatoria del objeto deseo. Gordas posando, danzando, suspirando, calentando. ¿Vergüenza? La vergüenza quizás esté brotando la bragueta de quienes jamás se permitieron calentarse con una cadera prominente y ahora lo están disfrutando. Incluso hasta con culpa.
Pero como el mercado todo lo chupa, lo transforma y lo vuelve mercancía apetecible, Candice y el resto de la manada, no son -como suelen aparecer en los medios- fieras hambrientas que luchan por un mundo más justo ni corderitos negros maltratados por la vorágine cultural. Son, quizás, un reflejo de nuestra época, siempre cambiante, en dinamismo permanente, desencajándonos, confundiéndonos. Detrás de estos pequeños monstruos que buscan un lugar en el campo de la moda hay una aburrida historia de superación personal. Típico. Pero, ¿acaso no todos tenemos una?////PACO