Televisión


Walter White: el último héroe romántico

Por @soifer

* CONTIENE SPOILERS DE TODA LA SERIE *
Si todavía no terminaste de verla quizás no quieras seguir leyendo esto.

walter

“El sueño de la razón produce monstruos”: Francisco de Goya publicó un grabado con ese nombre en su serie “Los caprichos” en 1799 y desde entonces viene sintetizando el modo en el que el racionalismo iluminista degeneró en formas del mal.

Percey Shelley, esposo de Mary Wollstonecraft Shelley, autora de Frankenstein (1818) publicó su poema Ozymandias en enero de 1818 y Leaves of grass de Walt Whitman fue publicado por primera vez en 1855. En breve resumen podemos pensarlos como algunos de los más visibles y populares hitos del romanticismo. Walter White, profesor de química en una secundaria, empleado a tiempo parcial en un lavadero de autos, es a la vez racional y romántico; genial y monstruoso; Blanco (White) y Negro (como el sombrero que lo convierte en Heisenberg) la mezcla da Gris como Gray Matter, la empresa que cofundó mezclando su apellido con el de su ex socio, cuyo apellido en alemán se traduce como “negro”. Walter White es un héroe trágico, un héroe romántico, complejo y espantoso como Ozymandias o como el monstruo que creó el Doctor Frankenstein.

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¿Por qué ir más allá? ¿Por qué crear destrucción y muerte? Primero porque tiene los recursos a su disposición. Como el doctor Victor Frankenstein, Walter White es un genio adelantado a su época y como el mismo doctor, su creación genera muerte, caos, destrucción. Segundo porque necesita un motivo para seguir viviendo, una emoción que lo conecte con la vida y el poder creador de generar muerte a su paso porque el racionalismo quieto lo dejó con un cáncer a los 50 años y ninguna recompensa intelectual o monetaria de su genio.

Los héroes románticos están condenados desde el comienzo, al igual que Walter White lleva impresa su perdición en la forma de un cáncer incurable y ese punto de partida es lo que lo llevará a buscar, primero racionalmente como una forma de asegurarle un futuro económico a su familia y luego como realización personal de su genio, construcción de su nombre, a cocinar metanfetamina.
heisen

El episodio 6 de la primera temporada (“Crazy Handful of Nothin”) nos presenta por primera vez el alter ego de Walter White: se calza el sombrero negro para encontrarse con Tuco Salamanca y hace volar su escondite mostrando hasta donde es capaz de utilizar su razón para autopreservarse y para continuar en el negocio. Es el primer momento en el que nos encontramos con un Walter White abandonando la posición de debilidad con la que lo conocimos: tosiendo, vomitando en el inodoro, teniendo que hacerse cargo de un hijo con parálisis cerebral, una mujer con casi cincuenta años recién embarazada y rebajándose al trabajo de lavacoches.

Hace unos días @Volquetero compartió un artículo firmado por el antropólogo inglés David Graebber (léanlo, vale la pena) que plantea la frustración de la vida moderna a la que es sometida buena parte de la masa laboral: tener que realizar trabajos para los que están sobrecapacitados, o que son esencialmente inútiles, que no aportan un valor agregado significativo a la sociedad, sólo para poder sostenerse en el sistema que ha dado prioridad a los servicios antes que a la industria como modo de sostener un status quo neoliberal. Eso es Walter White, genio químico, teniendo que limpiar los coches de los imbéciles de sus alumnos de secundaria. En su artículo Graebber ejemplifica con ebanistas teniendo que freír pescado. Es el mismo escenario.

Entonces Walter White aprende que no sólo es un genio con la química sino que toda la vida que vivió con timidez y resentimiento luego del incidente nunca aclarado de su salida de Gray Matter (recordemos el final de la tercera temporada, “Full Measure” con el flashback donde vemos a Walter y Skyler recién casados con ella embarazada de Walter Jr., felices, comprando la paradigmática casa en 308 Negra Arroyo Lane, Albuquerque) puede ser revertida. Walter White redescubre la posibilidad de hacerse un nombre, de ser él el hombre que golpee a tu puerta cuando la abras para recibir un balazo en la cabeza.

I´m the danger

Sabemos cómo sigue la evolución de Walter White: cruza la línea cuando manda a asesinar a Gale como forma de prevenir su propia muerte. Mike le dice a Walt en la primera mitad de la Quinta temporada que es un troublemaker, un tipo enroscado que trae caos a su alrededor. Como el monstruo de Frankenstein, Walter intenta hacer las cosas bien pero no puede controlar el efecto que desencadena sus acciones. En ese sentido, Breaking Bad es una especie de gran reacción química en cadena desatada por la relación entre Walter y Hank. Si ellos no hubieran sido familia, Walter hubiese podido liquidarlo desde el principio. Hank no hubiera trompeado a Jesse, luego Walt no hubiera necesitado tenerlo trabajando junto a él cuando comienza a cocinar para Gus para evitar tener que matarlo. O podría haber dejado que Jesse se encargara de Hank luego de que lo dejara en el hospital, el escenario no cambia: la relación entre Hank y Walt desencadena la reacción en cadena.

Está claro que Breaking Bad es un drama familiar extendido, una larga reflexión sobre la paternidad (lo obvio: Walter – Walter Jr. y Holly; Walter – Jesse; Mr. Margolis y Jane; Andrea – Brock / Jesse – Brock). Cuando Jesse se entera que el hermano de Andrea fue quien mató a Combo, enloquece por venganza y ahí interviene Walt para salvarlo. La cadena de acontecimientos conectados químicamente: Walt termina matando a los sicarios de Gus para salvar a Jesse, haciendo que Gus empiece a planificar el modo de matar a Walt, lo que lleva a la muerte de Gale en manos de Jesse como prevención y finalmente con la muerte de Gus.

Para la mitad de la cuarta temporada Skyler le pregunta a Walter si están en peligro. A esa altura, Walter ya sabe el valor que tiene como mastermind criminal, el modo en que su inteligencia lo salvó de morir a manos de Mike en el final de la tercera temporada. “I´m not in danger, I AM THE DANGER.” Un discurso casi shakespereano.

Say my name

La cuarta temporada termina con la planificación milimétrica del plan criminal de Walter para terminar con Gus. Walter demuestra una vez más que Heisenberg está un paso delante de todos: engaña a Jesse para hacerlo creer que el que envenenó a Brock fue Gus y de ese modo lo recupera como aliado imprescindible para llevar a cabo su plan de matar al narco chileno. Una vez que fracasa el plan de hacerlo volar en su auto, perfecciona aún más su plan para hacer que Gus tenga que ir a matar en persona a Héctor Salamanca (sabe que su orgullo y odio por Salamanca no permitirán que sea otro el que haga el trabajo sucio) y en ese instante de debilidad, de hybris de Gus, el plan de Walter se concreta a puro fuegos de artificio.

Muerto Gus, engañado Jesse, Walter habla por teléfono con Skyler en una escena memorable donde pronuncia su tenebroso “I won” que deja a su mujer consciente del monstruo en el que se ha convertido su marido. La primera mitad de la quinta temporada representa el ascenso final de Heisenberg. Cuando Jesse le plantea el trato para vender la metilamina por 15 millones de dólares, 5 millones para cada uno (Jesse, Mike, Walter), él la rechaza explicando por primera vez que ser Heisenberg, ser el creador de un producto excepcional, el dueño de un imperio que maneja desde el sillón de su living, se ha convertido en el propósito de su vida, lo que le da sentido. Walter deja ya de actuar por pura precaución y para cubrir sus pasos y se reconforta como el genio criminal en que se ha convertido.

En el siguiente episodio, “Say My Name”, obliga a Daclan con quien negocia el futuro del trato a que diga su nombre, que le diga Heisenberg, que lo respete porque ya no es más el químico genial condenado a lavar autos sino que ha logrado realizarse de modo tal que nadie pueda tocarlo, sembrando muerte y terror entre sus competidores y amenazas. Es el mismo tema del “respeto” que Jesse comprueba como consecuencia de Peekaboo cuando en las calles se cree que él fue el que mató el yonqui que les había robado aplastándole la cabeza con un cajero ATM.

remember

La segunda parte de la quinta temporada comienza con un Walter White claramente desmejorado ingresando ilegalmente a la que fue su casa y deteniéndose brevemente para ver cómo graffitteros anónimos escribieron Heisenberg en la pared. Es su nombre como signo de respeto y admiración (como el de Pablo Escobar). Lo ha conseguido.

Como Al Capone, como Gustavo Fring, como Don Eladio, Heisenberg también cae por un detalle menor que su inmensa hybris no logró tener en cuenta: el libro que le regaló Gale Boetticher, la víctima que determinó el pasaje final entre Walter White y Heisenberg, el que lo convirtió en “The One Who Knocks”. La temporada nos mostrará la decadencia final, el Ozymandias como una estatua rota en el desierto, el Victor Frankenstein enfermo y moribundo frente a su creación terrorífica.

Walter-Heisenberg / White-Black Hat pierde. Y pierde en el capítulo seis de la última temporada, Ozymandias. Ir preso en manos de Hank podría haber sido un final digno para su nombre y su familia, pero en cambio Hank muere en el desierto y así la reacción química original que desató el caos se termina y con eso, termina también Heisenberg. Como vimos, Heisenberg sólo puede existir gracias a que existe Hank (que sea dicho de paso, también fue el que lo llevó como curiosidad o paseo “turístico” a la redada al primer laboratorio de meta donde ve que Jesse Pinkman, su ex alumno de secundaria, estaba cocinando). Recordemos también que una vez que Hank se había resignado a que Heisenberg estaba muerto y que había sido Gale, es Walter quien en la cena familiar, quizás un poco pasado de copas, lo vuelve a poner en la pista sugiriéndole que posiblemente el cocinero estaba suelto por ahí.

Walter pierde con la muerte de Hank no sólo a su némesis silencioso, una de las amenazas más graves en toda su carrera criminal, a su cuñado y amigo sino que pierde el motivo principal de su caída en la vida criminal: el juego del gato y el ratón, la inteligencia de ser el genio oculto. Lo que queda de la temporada no será otra cosa que la demostración de que así era con la decadencia irrevocable en la que se sume el genio del mal. Escondido en su cabaña de la montaña (acaso como Thoreau en Walden de 1854, ensayo clásico del romanticismo sobre un hombre viviendo meses en una cabaña en el bosque), recordando su gloria pasada, el avanzado racionalismo de Walter White deja paso a una escena de romanticismo puro: el hombre en la naturaleza, el hombre en soledad contemplando como el hombre en el cuadro El caminante sobre el mar de nubes de Caspar Friedrich su obra en pedazos, el pasado disuelto y perdido.

Breaking Bad ep 509, shot on 12/6/12 by Ursula Coyote

Los avances de la temporada nos anticipaban que iba a ser el final de Heisenberg: Remember my Name se leía en el póster con el fondo de Walter en tonalidad gris. Nos faltaba ver cómo llegaba ese final que por otra parte, venía anticipado desde el primer episodio donde le anuncian el cáncer incurable y que en muchas ocasiones se nos aclaró, era efectivamente incurable, que a lo sumo la quimioterapia podía ganarle algunos meses de vida.

Mucho se ha hablado de cómo el final de la serie plantea un escenario en el que en el fondo Walter logra salirse con las suyas: deja las cosas listas para que el dinero que ganó para su familia termine llegándole a estos, elimina a todos sus enemigos, incluso a Lydia sólo para que no continúe con su legado de meta azul y se redime un poco al salvar a Jesse. ¿Volvió entonces a ser Walter White el genio de la química capaz de ir hasta las máximas consecuencias con tal de ayudar a su familia? No. En su última conversación con Skyler le dice lo que ya le había dicho a Jesse: “Lo hice por mí. Era bueno en eso y me gustaba.”

Walter eliminando a los nazis (sin dudas el enemigo más unidimensional que tuvo esta magnífica serie) cumple con todos los estereotipos del héroe de acción y además, se carga al enemigo más fácilmente identificable que ha dado la cultura popular después de la Segunda Guerra Mundial. No hay forma en la que matar nazis no esté bien y sea moralmente justificable para ningún héroe de ningún folletín, serie dramática, comedia o cualquier expresión de cultura popular masiva. No podemos decir que Vince Gilligan no nos lo avisó: desde el comienzo dijo que su intención era mostrar la evolución de un profesor de colegio inocente como Mr. Chips en :Scarface. Todos sabemos cómo termina Scarface, con Tony Montana nadando en su propia sangre. En ese sentido no había sorpresa posible. Y sin embargo, la lectura moralista típicamente estadounidense que necesitaba un Walter White castigado por sus crímenes, que no lograra salirse ni remotamente con la suya, olvida el aspecto trágico del héroe romántico, un ser que genera tanta admiración y desprecio como Facundo Quiroga en el Facundo de Sarmiento. Y como hemos visto, Walter White/Heisenberg es esencialmente un héroe romántico: contradictorio, torturado, en ocasiones un aprendiz de brujo que no puede controlar su creación pero que al poco tiempo logra racionalizar una salida, un ir adelante.

Caspar_David_Friedrich_032_(The_wanderer_above_the_sea_of_fog)
El triste final de este villano genial, que sí fue responsable de acciones atroces y crímenes repugnantes, deja con un regusto difícil de digerir: aprendimos a amar y odiar a este hombre (digamos también que le debemos mucho del amor a los personajes de esta serie a los estupendos actores que los caracterizaron) y seguramente no podríamos haber tolerado ningún final para él. Walter White-Heisenberg es el villano Gris como Gray Matter y como la materia gris en la foto que Hank le hace trucar a Jesse para engañar a Huell.

Breaking Bad entonces como la historia del ascenso, apogeo y caída de un héroe trágico tiene mucho de la historia de los imperios, como el que White quiso construir en base a la metanfetamina y como tal también su existencia, sus maquiavélicas acciones y su caída tienen ese gusto gris del final de la serie, del final de una experiencia televisiva increíble y de las despedidas ////PACO