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Una vacuna para el equilibro de poder internacional
No es ningún secreto que debajo y detrás de la producción de las vacunas contra el Covid-19 se encuentran los países más poderosos. Tampoco es un secreto que el juego político y económico de los Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, China y Rusia son una parte más de la producción y la eficacia de la vacuna. ¿Dónde quedará entonces el equilibrio de poder internacional una vez que cada vacuna haya sido aprobada, comercializada y distribuida alrededor del mundo? En su libro The tragedy of great power politics, John Mearsheimer se pregunta por qué los Estados compiten por el poder y por qué persiguen la hegemonía. Y afirma que “la hegemonía es la mejor manera de que cualquier Estado garantice su propia supervivencia”. ¿Que vendría a ser entonces el equilibrio de poder internacional? Este equilibrio se construye a partir de la postura y la política de una nación (o grupo de naciones) que se protege contra otra nación (o grupo de naciones) al comparar su poder con el poder del otro. En consecuencia, los Estados aplican una política de equilibrio de poder de dos maneras: aumentando su propio poder, como cuando se involucran en una carrera de armamentos o en la adquisición competitiva de territorio, o sumando a su propio poder el de otros Estados, como cuando se embarcan en una política de alianzas.
Por su parte, en un artículo publicado en The New York Times, el que fuera consejero de Seguridad Nacional del gobierno de Jimmy Carter (1977-1981), Zbigniew Kazimierz Brzezinski, escribe que “muchos temen que el duopolio norteamericano-chino inevitablemente lleve a un conflicto. No creo que las guerras por la dominación global sean una perspectiva seria en lo que hoy es la era poshegemónica”. Ahora bien, ¿esto quiere decir que el equilibrio y la hegemonía de poder internacional se están librando ahora en el terreno farmacéutico y en los laboratorios de los países más poderosos en lugar de en los clásicos e hipotéticos campos de batalla? Ya el exjefe de la inteligencia norteamericana, John Ratcliffe, decía sobre China: “La mayor amenaza para Estados Unidos en la actualidad y la mayor amenaza para la democracia y la libertad en todo el mundo desde la Segunda Guerra Mundial”, pues acusaba al gobierno de Xi Jinping de “usar agentes para influenciar o socavar a los congresistas estadounidenses con objetivos económicos” y también de “clonar” productos creados en los Estados Unidos para luego apoderarse de las empresas norteamericanas. Otra cosa no menor fue el tema del espionaje: “No hay evidencias públicas de que Huawei haya espiado a nadie, pero Huawei es un riesgo para la seguridad nacional”, escribió Javier Pastor sobre las acusaciones de Donald Trump a los chinos. “Para el gobierno de los Estados Unidos eso sólo puede significar una cosa: que Huawei va a utilizar sus redes 5G para espiar para el gobierno chino”.
La guerra comercial sigue abierta desde hace mucho. En el plano de la batalla por la inteligencia artificial, que China lidera, Donald Trump llegó a decir que “no podemos quedarnos sin hacer nada mientras aumenta el ritmo de la innovación en inteligencia artificial en todo el mundo y suponer que nuestro liderazgo está garantizado; debemos asegurarnos de que los avances en la inteligencia artificial sigan estando impulsados por el ingenio estadounidense, reflejen los valores estadounidenses y se apliquen en beneficio del pueblo estadounidense”. Pero Vladimir Putin puso a su estilo la frase que tampoco pasa desapercibida: “Quien quiera que sea líder en esta esfera se convertirá en líder del mundo”. ¿Son entonces las vacunas contra el Covid-19 la última zona, el non plus ultra macabro de este enfrentamiento? ¿China desvió el equilibrio de poder al terreno de los laboratorios farmacéuticos? ¿Y será por esto por lo que la prestigiosa revista británica The Lancet terminó poniendo en evidencia esta disputa mediante su respaldo de la vacuna rusa Sputnik V, desarrollada por el Laboratorio Gamaleya? En ese sentido, como bien apunta Le Monde Diplomatique, se trata de “una carrera por el prestigio nacional”.
¿(Des)equilibrio de poder post-Brexit en una lanza de armadura británica?
Es preciso decir que la “vacuna rusa” hace su aparición en un momento crucial en las relaciones post-Brexit o “post-divorcio” entre el Reino Unido y la Unión Europea, como escriben algunos diarios españoles. Pues El Reino Unido, a pesar de su importancia mundial (es la octava potencia militar y un miembro permanente de la ONU y la OTAN), considera que fuera de la Unión Europea es más vulnerable. En The tragedy of great power politics, de hecho, hay una referencia histórica interesante sobre esto. “¿Por qué el Reino Unido, que fue con creces el Estado más rico del mundo a mediados del siglo XIX, no construyó un ejército poderoso e intentó dominar Europa? En otras palabras, ¿por qué se comportó de manera diferente a la Francia napoleónica, la Alemania guillermina y la Rusia de los zares, todos los cuales tradujeron su poder económico en poderío militar y lucharon por la hegemonía europea?”, se pregunta Mearsheimer. Y entonces responde: “El Reino Unido no estaba interesado en ganar un poder relativo, a pesar de que había medios para hacerlo”.
Respecto a la hegemonía, Mearsheimer dice que “es fácil determinar si el sistema es hegemónico (dirigido por una sola gran potencia), bipolar (controlado por dos grandes potencias) o multipolar (dominado por tres o más grandes potencias). Pero lo que debería interesarnos especialmente es saber si el poder se distribuye más o menos uniforme entre ellos, o si hay grandes asimetrías”. Bajo este razonamiento, es pertinente decir que, en pleno siglo XXI, es cierto que el Reino Unido no es el país más poderoso de la región, pero sí uno de los más importantes. ¿Y acaso no querer ocupar esa posición no es una réplica de lo que ocurrió en el siglo XIX, como bien apunta Mearsheimer?
Después de la salida de la Unión Europea, tampoco es un secreto que han quedado secuelas para ambos lados y que The Lancet haya validado con sus “árbitros” el 91% de efectividad de la vacuna Sputnik V en respuesta a las deficiencias técnicas y comerciales de la vacuna de Pfizer, con la que se pretende tratar a los habitantes de la Unión Europea, bien puede ser el primer signo de un largo tira y afloje geopolítico. En tal caso, el aval internacional realizado por The Lancet funciona como un guiño británico a Rusia. ¿Será que esta vez, después del culebrón del Brexit, el Reino Unido tampoco está interesado en la hegemonía regional pero sí en ser influyente y darle espaldarazos a otro país para mantener a raya a sus adversarios?
Ya no hay una hegemonía total de los Estados Unidos. La economía china está ahí, omnipresente, y Rusia se ha colocado no en la lucha económica sino claramente en la política, ahora en contraposición a la vacuna Pfizer. Sin dudas, el pulso político mundial cambió desde que Vladimir Putin anunció el 11 de agosto de 2020 que el Instituto Gamaleya había aprobado la Sputnik V, que ya desde su nombre dice mucho acerca de la competencia, con su referencia a la Guerra Fría y al primer satélite puesto en órbita antes que los norteamericanos. Por si fuera poco, la pelea por el territorio latinoamericano también está en marcha. Brasil ha comprado a los chinos 46 millones de vacunas y 50 millones a los rusos, mientras que Argentina y Venezuela compraron cada uno 10 millones de vacunas rusas. Perú, por su lado, compró 38 millones a China y México 32 millones a los rusos. Se dice que estas movidas chinas y rusas en lo que solía considerarse “el patio trasero” de los Estados Unidos son eminentemente política, en contraste con el laboratorio Pfizer, cuya única motivación sería facturar una buena cantidad de dinero (se habla de unos 15.000 millones de dólares de ganancias en 2021 para la gran corporación farmacéutica norteamericana con su sede en Manhattan).
De manera que las ya validadas Pfizer y Sputnik V nos marcan que la carrera por la hegemonía continúa en otro registro: uno que estamos presenciando y sufriendo, en muchos casos, entre la vida y la muerte. Rusia se ha metido en la pelea con el espaldarazo británico, al tiempo que con su “soft power” y mediante sus líderes más importantes, la Unión Europea ha dicho que comprará la vacuna rusa y china si se autorizan. “Es una decisión científica”, explicó Emmanuel Macron aludiendo al estándar de calidad que pide, marca y lidera la Unión Europea para los productos que ingresan a su jurisdicción. ¿Será que los británicos pusieron la lanza que habrá marcado la lucha mundial por el nuevo equilibrio de poder y la hegemonía detrás de una aguja que al pincharnos también nos hará saber quién manda ahora?////PACO
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