Estoy segura de que si le preguntás a cualquier ciudadano de a pie si sabe lo que es un freegano, te va a responder «¿¿¿UN QUÉEE???» Pero más segura estoy de que, una vez que efectivamente hayas explicado en qué consiste ser freegano, te va a mirar diciendo KEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE. Así es la vida de un freegano, un tipo que tiene que andar explicando todo el tiempo por qué hace lo que hace, con qué propósito, qué busca de todo eso, por qué piensa de esa manera, qué aporte al planeta Tierra genera con su accionar… y para cuando te terminó de contar todo, se te fueron 3 colectivos. No, papi. Pierdo el presentismo, me tengo que ir.

Los freeganos se hicieron conocidos hace un (1) año. UNO. Y por supuesto que a esta altura ya medio barrio de Palermo debe andar freeganeando artículos de diseño y lechuga. Pero todo empezó con UN freegano. No sabemos quién fue el primero que pisó el país, porque es evidente que el freegano no es oriundo de la Argentina. Hablamos de una mezcla de vegano, que no sólo no consume ningún tipo de carne sino que tampoco le entra a los derivados, (es decir que ni un tostado con queso ni un café con leche nunca en los 15 minutos que lleva de vida). Pero además los vegetales que consume los saca de la basura. Es decir, tiene una vida de mierda. Triste. Tristísima. Mañana le cortan la luz y va a decir que es para evitar una crisis energética que haga volar al mundo en pedazos. Lo de la basura es una complicación que se pusieron los veganos para pasar de nivel, así inventaron el freeganismo. Son gente que en serio se superan en complicársela un poco más cada día.

Hablando en serio, la teoría que tienen es que las sociedades, es decir, la humanidad toda, produce en su conjunto más alimentos de los que consume -o menos, pero los tiran igual, esa parte me la perdí- y se desperdician no sé cuántas toneladas de comida por día y por los motivos más absurdos. Esto es verdad, sería de necio negarlo. Todos lo sabemos, así como sabemos que el mundo es injusto, como sabemos que un 10% de la población mundial concentra en sus manos la misma cantidad de riqueza que la sumatoria de todos los que componemos el 90% restante, y como también sabemos que las vacas mueren para ser devoradas con un vaso de tinto un domingo cualquiera. Es decir: Hello, así funciona el mundo. De hecho una vez la flasheé con un documental que era de un empleado de un minisuper en Japón que a escondidas le daba comida a los que vivían en la calle porque le daba bronca tirar tanta comida vencida. ¿O era un documental sobre fechas de vencimiento? No sé, pero estaba relacionado de alguna manera con esto. Hice una búsqueda en internet y el sitio Conciencia Eco (que no lo había oído escuchar nunca en mi vida) enumera a los diez países que más cantidad de comida desperdician por año. Y, ¿saben qué? Argentina no integra la lista. Otro mundial que nos perdimos, qué año de desilusiones este.

Festival del fin del tiempo

El que más dicen que tira es Estados Unidos y el que menos de los diez que más tira comida es Finlandia. A primera vista uno diría que se desperdicia mayor cantidad de alimentos por año en los países más ricos. Bueno, a segunda vista también. Porque la lista se completa con Australia, Dinamarca, Canadá, Noruega, Holanda, Alemania, Reino Unido y Malasia. Ni un solo país sudaca, una mierda. Porque obviamente esos números están relacionados con la cantidad de población que tienen esos países. Y bueno, Estados Unidos que está donde está porque es un fucking imperio y todo lo que hace lo hace de a mucho. Se lo tiene ganado.

Igual la cosa no queda acá, porque los freeganos tienen también toda esta cuestión de la gratuidad, que es un paso más allá  del trueque, de nuevo pasaron de otro nivel. Porque no es que yo te doy esta pastafrola a cambio de estas pantuflas y dos kilos de polenta. No. El freegano te da todo, se queda en pelotas. Te pone una manta, toda su colección de cassettes, dos abrochadoras, un cenicero de cristal que le quedó de la abuela, un abrelatas y siete sacacorchos y te dice: llevate lo que quieras. Algo, todo, la manta si querés también. Llevate todo, dale, llevatelo de una vez y vos no traigas nada o mejor, vos dame el colchón y la hamaca paraguaya, que ando necesitando.

Entonces, recapitulando: a) el freegano sólo come verduras, b) las verduras sólo si son sacadas de la basura, y c) además te organiza una feria en Parque Centenario donde la consiga es “Un mercado donde nadie se llena los bolsillos, y nadie se va con las manos vacías! y la llaman Gratiferia. Las gratiferias las hacen en Parque Centenario y una vez la hicieron en Montevideo, que es más o menos lo mismo.

Ariel as Sri Sri

Yo no sé si termina de quedar claro o hay que decir además que son ecologistas, bregan por el medio ambiente. Así como son ecologistas son ecoresponsables, ecoeducadores y ecocuero. Quizás debamos agregar que cuando saltaron a la fama, el “cabecilla” de los freeganos en Argentina, -que se lo vio vestido de ninja en CQC, vestido de instructor de yoga en cueros sosteniendo un brócoli como trofeo en La Nación, y vestido de Sri Sri Ravi Shankar en el sitio dragonecologista.com– aparece citado con los nombres de Daniel Scalzuela, alias “El Mago”, y Ariel Rodríguez Bosio, indistintamente, quizás por un error del periodista. Pero de cualquier manera ambos están relacionados con la organización Arcoiris Universal, cuyo Facebook es una delicia. Y uno de los dos, Ariel, recomienda usar limón como desodorante. Para tener en cuenta.

Todo este pastiche de consignas manejan los freeganos: hombres y mujeres limpios, de buen corazón y sanos de cuerpo y alma, cuyo movimiento existe porque vivimos en un mundo en el que, como bien dicen, los países más ricos desperdician comida mientras los más pobres se cagan de hambre. Pero acá, en Argentina, le zarpan la basura al cartonero. Eso es lo que entiendo. Y me causan entre pena, por todo el empeño que le ponen; y gracia, porque la están entendiendo al revés.