Fernando Signorini (Lincoln, 1950) es profesor de Educación Física y preparador de futbolistas para la alta competencia. Fue entrenador personal de Diego Maradona entre 1983 y 1994, y trabajó como preparador físico de la selección argentina y los clubes Rivadavia de Lincoln, Atlético Quiroga, Independiente, Racing, Rosario Central, Banfield, Sampdoria (Italia), Tecos, Puebla, Venados, Coras y Atlético Zacatepec (todos en México).
Combinamos vernos con el profe Signorini por WhatsApp en un bar de Belgrano, sobre la calle Arcos, en una tarde calma de un otoño porteño que aún se resistía por definirse. Algo de sol pero en sombra, con apenas un puñado de cielo a veces celeste allá en lo alto, pegado a los edificios. Empezamos a hablar casi inmediatamente de fútbol, de Diego pero sin nombrarlo al comienzo y de Don Francis como entrenador de inferiores, aquel que se dio cuenta del talento de un chico demasiado pequeño para su edad pero con una zurda imbatible. «En ese momento los entrenadores no daban instrucciones, lo dejaban jugar libre a él. El secreto era jugar, jugar y jugar. Francis (Francisco Cornejo, descubridor de Diego) me contaba mucho de las cosas que hacían. Con Diego solo, bastó para ganar la Copa del Mundo en México. Como decía César Luis Menotti, el fútbol tiene que servir como una excusa para ser feliz. Ganar es importante, pero más importante es utilizar los mejores medios para jugar bien. Había que condenar la trampa porque era una bajeza. El fútbol debería ser una forma de hacerte mejor y no únicamente como deportista. Yo tengo un concepto del éxito que choca contra el postulado del neo liberalismo.»
¿Tu idea de irte a probar suerte a España estuvo desde siempre?
En realidad yo fui a hacer una experiencia en el fútbol europeo empezando por Menotti y elegí España por el idioma. Nos casamos y nos fuimos con mi esposa que practicaba tenis y también enseñaba. Yo siempre tuve la idea de viajar a Europa. Y una vez allá, la decisión era quedarme como sea, por eso no saqué boleto de vuelta, porque yo vivía muy bien en Lincoln, Provincia de Buenos Aires, así que si me iba mal podía volver cuando sea, pero al mismo tiempo no quería hacer eso. Así que esa manera de pensar me ayudó porque ahí me empecé a descubrir en serio. Yo en Lincoln no había hecho ningún trabajo de los que hice en Barcelona para sobrevivir. Por ejemplo, haber trabajado de sereno desde las diez de la noche hasta las diez de la mañana del otro día. Yo en esa primera época estaba encantado de eso porque hacía lo que quería. Por eso yo les sugiero a los padres que los hijos son como los pájaros, cuando saben volar que salgan del nido y que vuelen solos.
¿Cómo lo conociste a Diego?
A Diego lo conocí después de casi dos meses de llegar, igualmente yo iba a los entrenamientos autorizado por Menotti, hacía algunas anotaciones medio alejado y me iba, no era que trabajaba con él. Un día hablé con Diego personalmente y después me invitó a un asado a su casa junto a su familia. Yo tenía diez años más que él y también los mismos años de experiencia en el fútbol. Después llegó aquella patada fulminante de Andoni Goikoetxea y ahí fue cuando me propuso que sea el preparador físico personal porque eso antes no existía. Yo creo que el hecho de que no le haya dicho que sí inmediatamente influyó para que él tenga confianza en mí. Yo no firmé ningún tipo de contrato con él. Yo le dije que el día que no me necesitara más no le iba a poder reclamar nada y chau, y creo que al él eso lo liberó. Y después el trabajo en sí, eso lo fuimos desarrollando entre los dos, fue un aprendizaje.
Contame sobre Antonio Dal Monte, el médico italiano que lo preparó a Diego para el mundial de México… todavía vive.
¿Vive?
Sí, tiene 92…
No sabía, me voy a contactar con algún periodista del Napoli para que me averigüe el teléfono. Yo leí un informe acerca de un ciclista italiano, Francesco Moser, el que batió la hora de ciclismo en la Ciudad de México, y como eran las mismas condiciones climatológicas en las que tenía que jugar Diego, me pareció interesante y lo hablé con él, le pareció bien y así fue que lo contactamos. Entonces ahí nos reunimos con el Dr. Enrique Archelli que era el fisiólogo del grupo, en Milán, y él nos derivó a Dal Monte. Así que todos los lunes, después de cada partido, íbamos a visitarlo. Porque yo quería que él visibilizara el mundial antes que nadie. Yo siempre se lo dije; “Este es tu mundial, te lo hicieron a propósito. Sí, la altura, el smog, la temperatura. Yo no sé si va a ser el Mundial de Argentina, pero tiene que ser el tuyo. Va ser tu mundial o el de Platiní”, y él se enojaba con esa frase, no le gustaba. Platiní en aquel momento jugaba en la Juventus y era el principal adversario del Napoli.
¿En qué momento se hizo cada vez más difícil ser Diego Maradona?
Cuando empezó a trascender a nivel mundial. En el Napoli era imposible ir a cualquier lado. Por eso yo dije: “Con Diego voy a cualquier parte, con Maradona ni a la esquina.”
Sí, pero también te dijo que si no hubiese sido Maradona no salía de Fiorito…
¡Y tenía razón! Si Tévez no hubiese sido Tévez no salía de Fuerte Apache tampoco.
En relación a las adicciones de Diego, vos describís una frase que me llamó mucho la atención, decís que a él lo salvó la cocaína, sino hubiese sido mucho peor.
Sí, lo que pasa es que acá hay mucha hipocresía, mucho desconocimiento. Mucha gente habla sin saber, si los hijos de ellos caen en la misma, porque nadie está libre en un mundo así, ¿qué van a preferir? ¿Que se pegue un tiro o que caiga en la droga y tener el tiempo para ayudarlo? Porque la adicción en todo caso es una enfermedad y se puede tratar. Es muy difícil y compleja, pero al menos te da una posibilidad de poder salir, la otra opción no te da ninguna.
Llegó un momento que Diego no pudo sostener en lo que se había convertido…
El tema es que no salió de Harvard… Salió de Fiorito, y aun los que salen de universidades prestigiosas tienen serios problemas de conducta de todo tipo. En el caso puntual de Diego se fue poniendo todo cada vez más difícil hasta que yo le dije que él necesitaba un profesional, yo no lo podía ayudar. Hacía falta mucho más que buenas intenciones para un caso así. Me refiero a que él necesitaba a un especialista porque él se había convertido en un adicto. Porque además, en el personaje que se había convertido no se podía permitir pedir ayuda porque ése iba a ser un rasgo de debilidad, fue todo muy difícil. Lo que pasa que en el Napoli a Diego lo hicieron creer que era Dios. A mí las señoras se me acercaban y me besaban la mano porque para los napolitanos yo estaba con Dios, una locura total.
Estando con él, en giras con algún equipo, por distintos lugares del mundo, ¿Por cuáles situaciones pasaste?
Ufff… Era un delirio todo, te digo más, en la gira para el mundial 2010, una vez visitamos Escocia, bajó todo el equipo pero la gente no se fue hasta que bajó él, era así. En definitiva la de Diego es una vida exagerada, y también alimentada por los medios y por lo que han transformado al fútbol como elemento de distracción, de manipulación de masas.
¿Cómo era el fenómeno de Diego en el Napoli?
Diego desató un fenómeno sociocultural y político. El sur de Italia era despreciado, los del norte los odiaban a muerte. Hasta que aparece un tipo que dice vamos a vencer, pero no solamente lo dice sino que lo hace y que adelante de cualquiera reivindicaba el sur. Y al contrario, dio vuelta el mapa porque despreciaba el norte, por explotadores, injustos y mafiosos. Entonces pasó a ser una bandera y lo va a ser para siempre en el recuerdo de todos lo que lo vivieron. Además, muchos hablan del Napoli pero pocos hablan de Escocia. Diego en ese país es hasta te diría más que acá, porque lo puso de rodillas a los ingleses, les mojó la oreja.
Me resultó curioso que durante todo el recorrido del libro mencionás a un montón de gente alrededor de Diego pero no lo nombras a Coppola…
Es que no tenía por qué mencionarlo, el que estaba al lado de Diego durante esa época fui yo. Yo estaba mañana, tarde y noche con él, Coppola estaba acá en Buenos Aires e iba cada dos o tres meses si había que firmar un contrato o algo por el estilo, después se iba. Además, él lo dejó a Diego cuando hubo un problema de drogas, por eso Diego llamó a Marcos Franchi y chau Coppola. Que cada uno haga lo que quiera, pero a un amigo no se lo deja solo, y él hizo eso con Diego. A mí no me interesa, yo no soy quién para hablar. Para mí es una persona que está muy lejos de cómo me educaron a mí.
¿Qué te pareció que fue Coppola para Diego? ¿Le hizo bien o mal?
Yo no te puedo contestar eso, eso lo debería contestar Diego, pero no está, así que no lo sé. Yo no opino sobre él porque amigo mío no era. Por supuesto que entre ellos dos hubo un vínculo muy fuerte, en las buenas y en las malas. Cuando Diego lo quiso, lo quiso con todo, y cuando lo dejó de querer, lo tiró debajo de un camión. Yo tenía una relación completamente distinta con Diego. Fijate que él, en definitiva, terminó hablando mal de todos, y a mí siempre me mantuvo. Y eso que yo le dije cosas duras porque él sabía que yo se lo decía para ayudarlo. Yo nunca fui condescendiente. Las cosas se las decía como se las tenía que decir y se acabó. Él a mí me llamó para que lo ayudara, si yo veía algo mal se lo decía. Era una relación absolutamente normal como la de cualquiera. Porque vos no te olvides, que Diego era una persona normal como cualquier otro, que jugaba al fútbol como los dioses y después, ahora que la gente lo endiose, ése es un tema de ellos. Yo siempre lo tuve claro. Jamás me creí eso, ni siquiera cuando fue el partido de despedida (noviembre 2001) que me mandó una carta re larga, no me interesó, yo estaba en Lincoln y no fui. Por eso te digo, yo estuve con Diego, de Maradona que hable Coppola. Maradona era la frivolidad, lo vulgar, la ostentación, y Diego era el pibe de Fiorito, yo con ése quería estar. Esa manera de ser desclasado le produjo todo lo que le produjo porque tenía que estar a la altura de las circunstancias. Él tenía un Rolex en cada muñeca y yo tenía un relojito insignificante, entonces él me decía que me tenía que comprar un reloj mejor; ¿para qué? Si el mío da la hora igual que el tuyo. En esa ostentación de él apuntó Coppola, porque él era así. Andá a preguntarle qué libro leyó… ¡O si leyó alguna vez poesía! No leyó nada, no tiene idea de eso. En definitiva, son víctimas del sistema porque ellos se hacen la imagen y son prisioneros de eso.
Yendo de nuevo hacia atrás, ¿Cómo viviste el cambio de técnico de la Selección en 1983 y el cambio de capitán, teniendo en cuenta la fuerte personalidad de Daniel Passarella?
Eso fue decisión de Bilardo. Él lo pone de capitán porque era el mejor así que quedó al mando, pero realmente no hubo problemas. Después Daniel se enfermó y no pudo jugar pero en definitiva se ganó el mundial. El éxito no se analiza. Si no estaba Diego en México, no pasaba la primera ronda ese equipo. Para mí fue mucho mejor la del Mundial ´78 porque había una idea de juego, después es cuestión de gustos, lo que pasa que el ´86 lo tuvo a Diego. Además, tampoco el que gane un mundial es el mejor ¿eh? Pensá que ese equipo no jugó ningún alargue, tampoco jugó contra Francia ni contra Brasil. Yo no le creo a los mundiales, es una estupidez. Como máximo deberían ser 12 equipos y jugar todos contra todos. Ahí sí podés sacar una conclusión. En el mundial ´78 si esa pelota contra Holanda, en el último minuto, en vez de pegar en el palo entraba, hubiésemos perdido, si Diego no metía esa mano quizás el partido contra Inglaterra se hubiese perdido también. Yo no conozco campeones sin suerte. Si el juez daba mano tampoco era gol. Generalmente no gana el mundial el mejor, Holanda en 1974 no fue campeón y sin embargo todo el mundo se acuerda de ese equipo. Estamos dentro de una sociedad de locos donde lo único que importa es ganar, entonces, así de mal vivimos también.
¿Qué aprendiste de Diego?
Aprendí mucho respecto del juego por supuesto. Sin querer él te enseñaba a cada rato. Aprendí mucho sobre cómo tiene que ser el entrenamiento de un futbolista. Que más no es mejor. Que el entrenamiento específico es vital a pesar de que en el fútbol podés hacer todo mal y te puede ir todo bien. De buscar la eficacia a través del conocimiento del juego que es la variable más importante. No es ni ser fuerte, ni ser rápido, ni saltar más alto, saber jugar al fútbol es la mejor de las virtudes que puede tener un futbolista. Todo referido al juego y al entrenamiento. Aprendí cómo preparar un gran evento deportivo, no sólo desde el punto de vista físico sino también emocional. Desde el punto de vista de la profesión, Diego, como Cesar Luis Menotti y el Dr. Rubén Oliva fueron tres hombres fundamentales.
¿Y como amigo?
Era un chico que tenía una permanente necesidad de saber, él era muy curioso. Siempre escuchaba pero también tenía sus propias ideas y así tomaba sus propias decisiones. Y después fue un amigo como tantos otros, que de alguna manera te ayudan a entender la vida, para bien y para mal, pero tampoco exaltarlo porque son cosas normales. La amistad es precisamente eso, además, como dijo Borges, la amistad no necesita de la frecuencia. Yo sabía que si llegaba a necesitar algo de él como amigo, él estaba, y lo mismo yo para él, y eso era lo más importante.
¿Él te llamó para convocarte para el mundial de Sudáfrica?
Claro, después de 14 años de no vernos. Me dio la noticia y empezamos a trabajar como siempre, sin ningún problema. Lo que pasa que muchas veces se idealiza y a muchos les gusta idealizar. Hablan de Diego como si fuese Dios y la verdad que era un chico común y corriente que jugaba extraordinariamente al fútbol. Yo tenía una educación distinta también. Cuando era chico, mi viejo era patrón. Él tenía una empresa y yo trataba con los peones que era gente muy humilde y los visitaba en sus ranchos para tomar mate y escuchar los partidos porque ese era el trabajo que me daba mi viejo. Yo los fines de semana tenía que ir y estar con ellos para ver lo que les faltaba y después pasarle un informe a él. Y sabiendo que venía el hijo del patrón, me preparaban chocolate, pastafrola, en pleno invierno. Me atendían con mucho afecto y eso a mí me quedó para siempre, y en esa gente encontrás casi lo mismo. Tienen poco pero te dan todo lo que tienen, además con mucha naturalidad también y te respetan y eso me dio una cultura de vida, como Don Diego, él era un tipo profundamente culto desde los valores.
¿Diego era una persona muy difícil de cuidar?
Para nada, Diego era un gatito tierno, el problema era Maradona, no Diego. Es que yo a los eventos no iba, no me importaba. Él me invitaba y yo le decía que no. Me invitó para ir a ver los reyes de España en un hotel de lujo; ¡a mí qué me importa eso! O cuando fueron a ver al Papa. Para que te des una idea, de 4000 días que estuve con Diego, mucho antes de Cuba, por supuesto, Coppola no fue a México, porque Diego le dijo que no fuera. Por eso ahora habla, porque Diego se murió. ¿Vos crees que esto de la serie que hizo lo hubiese hecho con Diego en vida? Ni loco lo hacía. ¿Vos crees que Carlitos Tévez o Ruggieri hablarían bien de Mauricio Macri estando Diego vivo? Te puedo asegurar que cerrarían la boca. Ahora, muerto el perro, salen las lauchas a bailar. Yo la tranquilidad que tengo conmigo mismo es que lo que tenía que decirle se lo decía porque para eso estaba. Además, yo no tenía ningún contrato, así que si no le gustaba él sabía lo que tenía que hacer.
Para terminar, ¿Qué estabas haciendo aquel fatídico 25 de noviembre al mediodía?
Nada especial, había terminado de correr y llegué a casa y me llamó un amigo que había llegado hacía poco de Barcelona y muy amigo de Diego también, y me lo dijo. Entonces corté la comunicación enseguida y la llamé a mi esposa y se confirmó por televisión. Así que ahí nomás apagué el teléfono y no lo prendí por diez días. Así que fue ese número por él y un día más de homenaje, no le respondí a nadie. Cuando encendí el teléfono tenía 1632 llamadas, me lo acuerdo porque era múltiplo, 16 y 32. La primera nota se la di a Alejandro Wall de Tiempo Argentino. Él me pidió que le hiciera conocer a Diego a Calica Ferrer, que fue el amigo de la infancia del Che Guevara, por eso teníamos buena relación. Te podrás imaginar que tenía llamadas de todos, no faltaba ninguno, los borré a todos.
¿Cómo te pegó a vos?
En realidad cuando cumplió 60… él cumplió 600… cuando lo vi en ese estado por televisión, yo le dije a un amigo que no le quedaban ni tres meses a Diego. Y después lo que pasó a través de los medios… él era un producto de consumo y todos se subieron a ese barco, no lo iban a desaprovechar. Muchos deben haber hablado desde el respeto y los demás desde la conveniencia. Yo al velorio tampoco fui, lo recuerdo con alegría a él. Una vez Dalma se puso a llorar en un programa de radio y la paré ahí nomás, conmigo lágrimas no. “Yo a tu papá lo recuerdo con una sonrisa, él nos regaló una sonrisa maravillosa”, le dije. Yo ese día vi a muchos llorar pero no les creo nada.
¿Qué nos dejó Diego?
Depende a quién, desde el punto de vista futbolístico, para mí algo irrepetible. Yo no creo que vuelva a ver algo así, porque en este caso, al artista se sumaba el personaje. Diego era capaz de venderle un freezer a los esquimales. Lo del carisma se tiene o no. Messi es un jugador extraordinario, pero Diego era algo distinto. Tenía todo lo que un ser humano quisiera hacer y tener y no puede por las convenciones sociales, por los perjuicios. Pero Diego no hubiese sido la leyenda que es, sin la droga, sin las mujeres, sin los hijos por todos lados, sin la rebeldía. Como una vez me dijo un periodista italiano: ¿Quién hubiese sido Diego con la cabeza de Platiní? Hubiese sido Platiní, le contesté yo. Él fue el tipo que fue porque hizo lo que a cualquiera le encantaría hacer, pero no puede por la condena social. A él eso no le importaba y lo hacía y lo decía igual. Por eso vivió como quiso y murió como quiso y eso es el mayor tesoro que tuvo.////PACO