Una construcción del sujeto “espiritual” macrista
Soy profesora de yoga desde 1998, ¿pero ejercer esta profesión legitima la historia de “vampiros” que voy a contarles? En el año 2007 tenía una alumna en la calle Rocamora, que trabajaba como bioquímica en un hospital de la zona sur de la provincia de Buenos Aires. Ella tenía que viajar a su trabajo desde Villa Crespo en colectivos y trenes, y cada vez que nos veíamos se quejaba de lo que le costaba “con su nivel de energía” viajar apretada con “esa gente que no era como ella”. Una vez, cuando llegué a su casa con mi mochila, mi alumna me dijo: “¡Ah, ustedes, los que usan mochila!”. Sorprendida, le pregunté qué tenía de malo. Su respuesta: “¡Odio a la gente que viaja en colectivo con mochila!”. Lo que ni yo ni mi alumna sabíamos era que las energías, los odios y las metas aspiracionales de las clases medias porteñas a nuestro alrededor se preparaban para empezar un nuevo peso específico y renovar el “espíritu” del Estado. Pero vamos por partes.
En el año 2010 se realizó una multitudinaria sesión de meditación frente al Planetario organizada por la ONG de Sri Sri Ravi Shankar “El arte de vivir” y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires de Mauricio Macri.
En el año 2010 se realizó una multitudinaria sesión de meditación frente al Planetario organizada por la ONG de Sri Sri Ravi Shankar “El arte de vivir” y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires de Mauricio Macri. La convocatoria fue bajo el lema “La paz se contagia”. Mi alumna concurrió gustosa a sentarse (no sobre el pasto, porque no quería ensuciar su pantalón blanco, sino sobre un tatami especial para la ocasión) rodeada de una multitud lista para oír las palabras de maestro. Hubo posturas de yoga y respiración consciente. En la clase siguiente me contó lo que había aprendido: “Meditar es como bañarse. El cuerpo se ensucia todos los días y necesitamos higienizarlo. La mente también, y el jabón es la meditación, que nos la deja limpia, clara y, lo más importante, con energía”. Hay una reseña del diario La Nación donde se describe al “Swami Paramatej” que dirigió la meditación como “un hombre de sonrisa constante y piel morena”. ¿Habrá visto mi alumna esa piel morena, tan parecida a la de quienes viajaban hacinados con ella hacia el trabajo? En 2012 llegó en persona el guía espiritual de “El Arte de Vivir”, Sri Sri Ravi Shankar. Para ese entonces, mi alumna, además de quejarse de lo que sufría al viajar, se quejaba del avance de “los zurdos”. En las elecciones presidenciales de 2011 ella había elegido guiada puramente por la astrología: Cristina, decía ella, era de acuario, pero Elisa Carrió era de cáncer, algo más a fin con la idiosincrasia espiritual de la patria.
El propio Mauricio Macri lanzaba una campaña para convertir a Buenos Aires en la “Capital Mundial del Amor” con un acto al que denominaron “FeVida 2012”.
Aunque el “gurú” Sri Sri venía a pacificar las almas porteñas, la propuesta tuvo éxito también en Córdoba, donde recibió el título de “ciudadano ilustre” de la mano del gobernador De la Sota y el auspicio de Radio Mitre. El sociólogo Gabriel Puricelli investigó al personaje y recopiló fragmentos del libro El extraño ascenso de la India (el título original es In Spite of the Gods: the strange rise of the modern India) cuyo autor es Edward Luce, el titular de la corresponsalía en Washington del Financial Times. En esa investigación, Sri Sri Ravi Shankar es asociado con la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), una organización fundamentalista que promueve la superioridad de la religión hindú y que está acusada de matar a dos mil musulmanes en 2002. El brazo político de esta organización es el partido de derecha que gobernó India desde 1998 hasta 2004. Edward Luce cuenta en el libro una visita a “El Arte de Vivir” y explica que la organización promueve, entre otras cosas, la meditación para mejorar las habilidades en los negocios y para vivir sin culpa el enriquecimiento material personal. Si había desde el principio una línea de sentido entre esta “religiosidad alternativa” y el macrismo, la línea se volvía ahora un poco más comprensible.
Si había desde el principio una línea de sentido entre esta “religiosidad alternativa” y el macrismo, la línea se volvía ahora un poco más comprensible.
Por otro lado, a esta altura, mi alumna, además de meditar, invertía en la compra de cocheras para alquilar y me hablaba de la marca de ropa Key Biscayne, de Nicolás Cuño, principal referente de “El Arte de Vivir” en Argentina. El propio Mauricio Macri lanzaba también una campaña para convertir a la ciudad de Buenos Aires en la “Capital Mundial del Amor” con un acto central al que denominaron “FeVida 2012”, el primer encuentro de “espiritualidad” de Latinoamérica. En una conferencia de prensa, Macri señaló: “Buscamos ubicar a la ciudad de Buenos Aires como el centro espiritual más importante de Latinoamérica”. Como explicaba entonces Puricelli, el viaje de Sri Sri era comercial, destinado a extender la influencia de su ONG y atraer clientes a sus cursos. Llamativamente, y como parte de la campaña, Macri dio otra conferencia sobre “el amor a lo público”, un tema sin duda sobre el que sabe mucho, y el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti, disertó sobre el “amor a la tierra”. La reseña en el diario nombra entre los participantes del evento a personalidades como Alejandro Rozitchner, Bernardo Stamateas, Claudio María Domínguez, Ari Paluch y el rabino Sergio Bergman, entre otros.
“Nos especializamos en un público joven, saludable, descontracturado, culto y que está a gusto con la vida”, dicen en la escuela De Rose.
Al año siguiente mi alumna dejó de ser mi alumna, pero me agradeció haberla iniciado en la práctica, gracias a lo cual ahora ella cambiaría de profesión. Se había anotado en un instructorado de yoga y estaba orgullosa de haber sido aceptada después de un mes a prueba en la escuela del maestro De Rose, donde solo se aceptan personas jóvenes y en perfectas condiciones físicas. “Nos especializamos en un público joven, saludable, descontracturado, culto y que está a gusto con la vida”, dicen en la escuela De Rose. Cuentan algunos alumnos arrepentidos que ahí son activamente discriminadores y a quienes se acercan se los estudia con cuidado para ver si entran en este perfil o no. Los que no son vegetarianos y los que son fumadores están descartados desde el principio. “Swasthya yoga” es el nombre que le dio De Rose a su disciplina, casualmente con la misma raíz sanscrita de la palabra “esvástica”. La palabra significa “lo muy auspicioso” y también “buena fortuna” o “bienestar”. Es casi inevitable recordar que Slavoj Žižek, en alguna entrevista, dice que hay un problema con ese budismo occidental que parece haberse convertido en la principal opción espiritual de la gente educada de nuestra era. “La inmensa mayoría de los jóvenes gerentes de grandes firmas capitalistas se consideran budistas, practican meditación trascendental y yoga, lo que les permite tomar la distancia que no permite la vida. El mensaje que buscan es: no te tomes en serio la realidad, no es más que un juego de sombras”. Según Žižek, los que aseguran que el budismo es un camino apropiado para escapar de la locura occidental en realidad hacen todo lo contrario: con el budismo no se escapa, solo se funciona mejor. Uno evita “volverse loco” y se convierte en alguien mejor adaptado para, precisamente, vivir en una realidad capitalista cada vez más drástica, “donde experimentar culpa y no asumir ninguna responsabilidad personal se vuelve muy conveniente”.
El maestro De Rose, igual que Sri Sri, vende un producto espiritual. Solo lo hace para una franja distinta, un mercado más gentry.
El maestro De Rose, igual que Sri Sri, vende un producto espiritual. Solo lo hace para una franja distinta, un mercado más gentry. Blancos, jóvenes y esbeltos, o incluso escépticos (ya que De Rose se dice ateo) y sin miedos, capaces de tomar posturas atrevidas frente al mundo (casi como una raza superior), el discípulo ideal es adaptable a los cargos jerárquicos, aunque deba diezmarse para pertenecer a “la egrégora”, como llaman a su comunidad. Así que volvamos ahora al tema de la energía: “la egrégora” es un concepto esotérico de hermandad energética que te provee de buena fortuna, una mente colectiva y autónoma capaz de influir en el pensamiento de otros para obtener logros. Pero para recibir los beneficios hay que estar dispuesto a hacer una retribución, respetando la estructura jerárquica de la escuela. Lo que se practican son “pujas” (ofrendas) en favor del maestro De Rose al final de cada clase. A esta altura de la historia, mi ahora exalumna había logrado vivir de rentas y había dejado el hospital público, por cuyos pasillos y salas de guardia andaban pacientes bolivianos y paraguayos e incluso algunos médicos colombianos. Un horror definitivo, que le había hecho dejar la profesión de bioquímica para volcarse por completo al camino espiritual. Ahora, al menos, estaba mucho mejor. No sufría ningún sentimiento antagónico ni ataques de pánico, ya no necesitaba salir de su entorno blanco dentro de Buenos Aires.
El discípulo ideal es adaptable a los cargos jerárquicos, aunque deba diezmarse para pertenecer a “la egrégora”, como llaman a su comunidad.
Ese racismo, basado en la proyección de nuestros propios antagonismos en la figura abstracta del extranjero, también fue acercándose a la lógica del poder político fascinado con Sri Sri Ravi Shankar. Hace unas semanas, por ejemplo, en el marco de una campaña del gobierno para cobrarles los servicios de salud a los extranjeros, exactamente lo mismo que mi exalumna reclamaba, en una sucursal del Pami en Salta una mujer fue agredida por ser boliviana. «¡Boliviana de mierda, te llevás nuestros medicamentos!». La mujer ni siquiera era boliviana, era una argentina nacida en Cachi Jujuy. Por supuesto, todas las orientaciones políticas se fundan en una fantasía. El propio neoliberalismo tiene la suya, al igual que el neopopulismo anti inmigratorio. ¿Pero cuál es esta fantasía que combina al mismo tiempo el triunfo capitalista, el amor y la belleza? ¿Y qué tan extraño es que fascine a un líder político como Mauricio Macri? En varias ocasiones, Žižek usa el ejemplo hollywoodense de los vampiros gentry: gente con clase, elegantes, bellos, capaces de exquisitos sentimientos como la melancolía, en oposición a los zombies, que no son individuos sino hordas de desclasados sucios y putrefactos, y sobre todo feos. Al igual que en la escuela De Rose, entre los vampiros no se aceptan feos, gordos, petizos ni negros, pero sobre todas las cosas, no se aceptan pobres. En un barrio tan blanco como Belgrano (al que mi exalumna no había logrado acceder, aunque Villa Crespo ya se está gentrificando), sucedió un hecho más extraño todavía que el de la mujer confundida con una boliviana, pero también más asimilable a esta “guerra” entre vampiros y zombies. Hace unas semanas, una mujer agredió a otra en la caja de una conocida dietética. Según cuenta la mujer agredida, ella había entrado a la dietética sin sacar número y había ido a la caja. Cuando estaba por pagar, otra mujer, que sí había sacado número, le exigió a la empleada que la atendieran primero diciendo que “si atendés primero a esta gorda, yo me voy”. Ante el inesperado y violento reclamo, la primera mujer preguntó qué pasaba. “No estoy hablando con vos, así que callate, gorda hija de puta. Los gordos no tienen que comer. Mirate lo que sos, gorda, gorda de mierda, das asco, gorda hija de puta”. Como la cajera sacó su celular para registrar lo que estaba pasando, la mujer enojada terminó pegándole en un ojo. Juro, y esto no me lo van a creer, pero cuando leí la noticia, con cierto horror recordé que mi alumna decía exactamente lo mismo que esta mujer sobre los gordos. Busqué en el Facebook de la agredida, a ver si había llegado a subir alguna foto de su agresora, ya que esperaba ver a mi alumna devenida en profesora de yoga. Pero no, no era ella. Era un vampiro parecido////////PACO