César Jones se dedica al cine porno desde el año 2000. Su filmografía es amplia e incluye títulos como Perversiones sexuales de un terapeuta, Euge no duerme y Teatro genital. Sus películas se caracterizan por estar guionadas, a diferencia de la tendencia que prevalece en el porno hoy en día. Admite postulantes para castings en su web, http://www.lpsexxx.com.ar.
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No estoy en condiciones de responder sólidamente si Internet y las redes sociales cambiaron la manera de entender el porno. Cierto que viajamos en espiral hacia una suerte de abolición de todo proceso en la satisfacción de nuestros deseos de todo orden, y que este viraje y aceleración profundos se maximizaron con la aparición y consolidación de la Red, y cierto también que este estado de cosas redundó en la respuesta casi instantánea de la oferta de porno ante la demanda –de placer- de los receptores. Este nuevo teatro se entrecruzó de mil formas con las vertientes narrativas “históricas”, que, además, no permanecen estancas sino que a la vez corren sobre la mutación privada –pero porosa- de las formas que le son propias, por así decirlo. En mi última producción (que está en fase de post), justamente, intento una imbricación entre ambas clases de relato; para ponerlo en trazo grueso: la narración fílmica tradicional, con su dramaturgia y su contemporaneidad, también, y la potencia desnuda de lo que podríamos llamar formato “youporn”, así de intensamente me influyó la cuestión, y así de mucho me excitan ambas instancias y sus mestizajes obrados y potenciales. Estoy parado en pleno campo de experimento, y el futuro dirá qué tan bien librado saldré de aquí.
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La convocatoria de actrices y actores se hace desde mi web, las de algunos colegas amigos, funciona también el boca a boca, se intensifica con avisos en los diarios de cara a una producción concreta, se utilizan las redes sociales, en fin, todos los dispositivos idóneos al alcance. El o la aspirante atraviesa varias fases, primero virtuales y luego, eventualmente, “reales”. Lo que rastreo en ellos, es, para condensarlo, una intensidad, una sed por atravesar la experiencia sexual y fílmica que implica rodar una porno. Esta premisa hace que la búsqueda se torne más dificultosa, pero los encuentros también más felices. Con los actores y actrices se trabaja desde varios planos, supongo que es sobre todo una propuesta tendida de encuentro, con todas las resonancias posibles, entre las personas que se acercan atraídas por la idea y nosotros. Una instancia de conocimiento mutuo, de tentar un ajuste de deseos y expectativas para embarcarse en una experiencia grupal que requerirá con idéntica necesidad del despliegue lúdico –actuar es ante todo nuestro anclaje libertario en la infancia, es jugar – tanto como de las responsabilidades y los compromisos derivados de sumarse en tanto adultos a un proyecto determinado. En cuanto a la composición de la escena que da forma a una entrevista, implica un diálogo verbal y físico y el requerir un desnudamiento, erótico y físico del entrevistado, punto en el cual comienza a vislumbrarse la conmovedora generosidad de los actores o no actores en este género –al menos en cuanto atañe a mi experiencia-, dado que entra en juego aquí la capa más íntima con la que pueda tratarse en este terreno. Actores y actrices necesitan y merecen de toda la contención que nos sea dable proveerles, al menos como una mínima devolución ante semejante muestra de amor. Verdad que el objetivo es convocar al goce y no al mero acto, y que entonces el placer suele apersonarse con formidable potencia en la experiencia actoral, tan cierto como que ese placer será directamente proporcional al temor provocado por su propia cuantía, y por la caída de velos represivos que el proceso pudiere conllevar. El actor se ofrenda casi como prenda sacrificial para vehiculizar esa misma confrontación interna en el receptor y –doble operación- tender el puente de comunicación entre aquél y el director. Pequeña gran heroicidad cuando esta pirueta se concreta, lástima que en general la devolución de los propios realizadores, productores e incluso buena parte del público no guarde el más mínimo respeto para con el más noble de los integrantes de la voraz cadena alimenticia del hardcore.
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Las pelis son comercializados en formato físico –DVD- para Argentina y buena parte de Latinoamérica por Buttman Argentina, lo cual me asegura buena distribución, cierta difusión y un sello importante respaldando mis producciones. El resto de los territorios y derechos los conservo bajo mi férula, para negociarlos a distintas partes del mundo, sobre todo, pero no excluyentemente, bajo la modalidad conocida como Video on Demand, que constituye desde hace años mi principal fuente de sustento. Sin lujos ni escaseces, afortunadamente puedo vivir de lo que hago. Luego, la industria no es lo suficientemente tal, ni de cerca y por factores que sería larguísimo de enumerar, como para que directores de corta trayectoria o actores y actrices puedan abastecerse exclusivamente del porno, al menos de momento.
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En cuanto a la distribución, digamos que la existencia de un relato en mis películas la recorta, pero no dramáticamente; es el precio bien pagado por abordar mi oficio con entusiasmo y honestidad, siguiendo el curso de mi querer, no más que eso.
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Las discusiones sobre qué es y qué no es arte me sobrepasan, sinceramente. Sin embargo, en relación al porno noto que late allí un prejuicio puritano: ¿puede ser arte un dispositivo representacional cuya cifra en principio es el placer? Y pregunto yo: ¿por qué no se formula la misma pregunta respecto del policial, el cine de ciencia-ficción, etc., etc.? La respuesta en la oración anterior. Por otro lado, si la “efectividad” es la excitación, sea como toda perspectiva o como punto de partida o catapulta para juegos de intensidades varias, entonces no se trata de una condena, o de una muy dulce, en todo caso. Y lamento haber evocado a Calamaro, en el alma.