“Poder flotar: las mujeres no flotan, por eso hay que acostarlas en balsas de tronco y rama para cruzar el río y los arroyos en las bajadas a los llanos. El cuerpo de mujer pesa más o el agua de los ríos y los arroyos no lo quieren porque teme que las envenene con la sangre que suelta”.
Runa. Fogwill.
No es casualidad que la aprobación de la pastilla anticonceptiva femenina se haya dado en una época de belicismo. Mientras los hombres hasta el momento jefes de hogar participaban activamente en la Segunda Guerra Mundial, las mujeres debieron ocuparse de tareas relacionadas con el trabajo por fuera de sus casas. Esta necesidad, vista por algunos movimientos como una oportunidad político-feminista, abrió el camino y liberó a las mujeres de las puertas adentro del rol de ama de casa. En pocos años, la píldora cooperó desde el flanco del control de la natalidad y sumó un gran poroto a las libertades femeninas. Si la industria necesitaba mujeres para trabajar –o incluso para ir a la guerra– la misma industria es la que les proveería la farmacología necesaria para hacerlo cómodo y posible. Esta contingencia social apisonó la tierra para los movimientos feministas de los años sesenta. Lo personal sería utilizado en términos políticos. La demanda optimizaría la oferta.
“Fuera de preservativo, que es de uso ocasional, no existen al momento otros métodos temporarios de anticoncepción masculina”, me explica el sexólogo Dr. Juan Carlos Kustnesoff, Director del Programa de Sexología Clínica, del Hospital de Clínicas «José de San Martín». Pasó más de medio siglo después de la invención de la píldora y aún no se encuentra un sinónimo farmacológico que equipare los recaudos reproductivos de los géneros. ¿Por qué? ¿Cuál es la explicación a ese todavía? La única forma al momento de anticoncepción masculina permanente –o mejor dicho, no ocasional– es la vasectomía. Sus primeras prácticas se registran en los años 70 y con el tiempo, la medicina se ocupó de ir perfeccionando la técnica. Es un procedimiento sencillo y ambulatorio que se realiza en consultorio con anestesia local. En una intervención de poco más de 10 minutos que consiste en cortar y ligar los conductos deferentes, de manera que los espermatozoides no tengan un canal por el que movilizarse fuera de los testículos. La cirugía –o su variante NSV, non scalpel vasectomy o vasectomía sin bisturí– es efectiva superando el 99%. El resultado es la esterilidad, aunque no de manera inmediata, dado que el conteo espermático disminuye gradualmente y se demora alrededor de 3 meses para que no haya presencia en el semen. El rendimiento sexual y la experiencia eyaculatoria no se modifican en absoluto.
En el año 2006 se sanciona la ley de anticoncepción quirúrgica -ley 26.130- dentro del Programa Nacional de Salud Sexual Responsable. Esta sanción permite a toda persona mayor de edad el acceso gratuito a la ligadura de trompas de Falopio o a la vasectomía en todos los hospitales del país. Este método de anticoncepción es radical e implica un (falso) para siempre. “La vasectomía es el equivalente a la ligadura de trompas, pero es su práctica inhabitual porque daña en muchos casos la autoestima masculina”, dice el Dr. K. Eso explicaría el entretejido machista detrás de la cuestión: de cada treinta ligaduras de trompas solo se practica una vasectomía. Si hay algo que es muy cierto, es que a los hombres no les gusta que les toquen los huevos y como consecuencia, relegan el cuidado reproductivo no ocasional a la mujer: pastillas, ligaduras, DIU, esponjas, parches e inyecciones. Lo que se desconoce es que la vasectomía sí tiene un proceso de reversión llamado vasovasectomía. “Existe y en manos expertas tiene buenos resultados. La cirugía reparadora no es totalmente efectiva y aún se desconoce el por qué, pero funciona”, asegura el Dr. Kustnesoff. Sí sacamos el microscopio de las individualidades y las decisiones personales de cada hombre y nos concentramos a la manera sociológica, ¿cuál es la influencia para que esta práctica de anticoncepción quirúrgica sea vagamente impracticada y prácticamente desconocida incluso para los hombres? ¿Por qué es legal, funciona en la ciencia y no en la sociedad? ¿Por qué no forma parte de nuestra educación sexual primaria? ¿Por qué no es siquiera una opción? ¿Cuál es el conducto que verdaderamente habría que cortar?
Con el avance en los derechos igualitarios y la mimetización de los géneros en términos laborales y familiares, el hombre ya puede no ser “jefe de hogar” proveedor sino dedicarse a lo que milenariamente –desde la época de las cavernas – fue el cuidado de los niños y las cuestiones domésticas. Esto no implica una inversión de las tareas, sino un reajuste y un acomodamiento tanto íntimo como social. Oh, casualidad, la industria farmacológica está trabajando intensivamente en otros métodos anticonceptivos masculinos. Sí, recién ahora y aunque todavía no está lista, quizás sí lo esté para el año 2017. ¿De qué consta? Es una inyección llamada Vasalgel que se aplica en los vasos deferentes y logra bloquearlos temporalmente para impedir la salida del esperma. Es un gel no hormonal de duración temporaria, semanas, meses o años cuya reversión se resuelve con otra inyección en la zona testicular. Funciona en los animales de prueba, pero aún no se la ha testeado sobre seres humanos. Pero, nuevamente, ¿accederá un hombre a inyectarse el escroto o seguirá siendo otro método temeroso e inútil? Más allá de la cuestión del dolor o de la intervención per se, es posible que Vasalgel tampoco funcione. La anticoncepción es cosa de mujeres, sobre todo si implica un manoseo no sexual de la genitalidad masculina.
Se especula que para dentro de una década –algo así como 10 años luz– esté al alcance de todos un tipo de píldora anticonceptiva masculina, algo menos invasivo y probablemente mejor posicionado en el imaginario que la vasectomía o el Vasalgel. Estas pastillas no solo funcionaran como método de control reproductivo sino que tendrá un efecto reductor al riesgo de contagio del HIV. Se proyecta también el lanzamiento de otras formas alternativas por vía oral. Evitará la intervención sobre los genitales, sin embargo pondrá a prueba la constancia y la responsabilidad diaria de la ingesta de los comprimidos para lograr su efectividad.
¿Por qué el hombre indefectiblemente se siente castrado y por qué el control de la natalidad temporario o permanente daña su autoestima? ¿Es el macho histórico el que se considera un fornicador intocable o es el hombre postmoderno atemorizado por una intervención? Tal vez una combinación hermética y cobarde de ambas, regadas con el fertilizante de la ignorancia y la sociedad incansablemente patriarcal. En definitiva, y a los ojos del hombre heterosexual, perder su semilla es perder poder. Por el momento, hay pocas herramientas médicas según ellos “razonables” y en el futuro, habrá que ver si el salto científico es acompañado por un salto educativo y cualitativo en nuestra formación.
¿Cuáles son las posturas femeninas respecto de la anticoncepción masculina? Duda, desconfianza y temor a la negligencia. Este voto de no confianza no hace más que afianzar los egoísmos de género. A priori, los feminismos no consideran este un tema de discusión. Cegadas por la propia falta de proyección simplemente no lo absorben como “su” problema. Son ellas quienes suponen y reclaman autonomía sobre sus cuerpos. Y es aquí donde la insistencia de mi cuerpo es mio se convierte en un arma de doble filo porque el cuerpo del otro, al momento de una relación sexual, también se funde con el propio. No existe en este sentido un discurso coherente y complementario a las ignoradas biopolíticas. Todavía no se entiende que los derechos reproductivos y anticonceptivos son universales.///PACO