1.
Mi amiga está embarazada. Compañeras del colegio y está embarazada. Tiene que pensar nombres. Para ella va a ser un nene, un pequeño humano. Yo le digo que nena, una pequeña humana, así la viste con volados hasta que la nena le diga que no y se empiece a vestir como nosotras.
2.
William Masters fue un ginecólogo estadounidense que se ocupó de analizar el comportamiento sexual humano. Heredero de las inquietudes de Alfred Kinsey, Masters abordó su objeto de estudio desde una perspectiva diferente, buscando estructuras psicológicas y físicas que le permiten al individuo una determinada relación con la actividad sexual. La búsqueda de Masters se fundamenta en una muestra representativa de personas de ambos sexos que, según la etapa del estudio, se masturban o tienen relaciones sexuales entre ellas. Pero hay un problema: ¿el deseo juega un papel importante para poder disfrutar el sexo? Sí, no, un poco, a veces, cuándo, por qué, cómo cuantificar.
3.
Yo tengo una planta al lado de la ventana que se me muere dos veces por semana y revive cuando la riego. Pero el pequeño humano no revive si lo regás. ¿Y qué pasa con la carrera? Te tenés que mudar a un departamento más grande. Y comprar ropa. Y chupetes y pañales. ¿Y tu mamá qué dijo? Está fascinada. Ella abuela y vos mamá. Y yo tía postiza porque las hijas únicas somos así, nos hacemos compañía entre nosotras. Me instalo un colchón en el living y listo. El padre ya cambió pañales, así que aprenderemos juntas. Me vas a enseñar.
4.
Qué es el deseo. Qué es el deseo sino la fuerza que conduce al hombre hacia la articulación de aquello que quiere y que, en teoría, busca satisfacer. Qué es el deseo sino un sinónimo de pulsión, que va mucho más allá de la pulsión sexual y que extiende sus ramas, foucaultianamente, hacia todos y cada uno de los ángulos vitales. La madurez reside en la posibilidad de articular esos deseos de forma tal que nadie salga especialmente perjudicado y que, quien lo lleva adelante, quede satisfecho. Si se siguiera una línea psicoanalítica, habría que confiar en la idea de un hombre racional, aferrado a lo real, positivista, victorioso ante las pulsiones naturales; es decir, un hombre que pondera costos y beneficios y opta por la alternativa más favorable.
5.
Cuando sea un poco más grande vamos a poder llevarlo a la plaza a jugar. Va a tener compañeritos de jardín, cumpleaños y actos escolares. Y vas a conocer a las madres y tu narcisismo va asentarse un poco mejor porque, ¡por favor! ¿Cómo puede haber gente tan trastornada que tiene hijos? Y este pequeño humano va a ser el más canchero de todos porque va a ser del club de las hijas únicas, con una tía postiza que lo malcríe, aparte del primer nieto de la abuela, que va a estar maravillada con esa tercera generación que vos empezás, ahora, dentro de unos meses.
6.
Si en vez de elegir la línea psicoanalítica, predominara una visión más postmoderna, el deseo debería prevalecer por sobre la razón. ¿Qué sucedería si el accionar humano se condujera únicamente a través de él? Culpa y obligación se eliminan como posibles categorías articuladoras del comportamiento humano y sólo el deseo es protagonista. Una respuesta posible es el conflicto: los deseos de dos personas suelen ser contrapuestos y, para que uno de ellos se imponga, el otro debe ser sometido. No hay juego de suma cero sino que, al contrario, siempre alguno de los participantes será perjudicado.
7.
A mi me contaron otra historia: me dijeron que elegías una carrera, estudiabas, te recibías, señalabas tu destino profesional y en algún momento de ese recorrido conocías, como por arte de magia, a la persona que –suponés- querés que te acompañe por el resto de tus días. El amor eterno no existe, así que eventualmente llegarán separación y divorcio. Pero sí hubo una convergencia temporal de caminos que te hizo planear una vida en común, un proyecto. Amar a una persona es eso, ¿no? Una perspectiva de futuro compartida. Pero, también, aunque el camino sea distinto, puede funcionar, porque todo va a salir bien, aunque tengas que parir al pequeño humano, rechoncho. Y esa rechonchez va ser el centro, el nuevo eje, la nueva columna de tu vida.
8.
“Ojos que no ven, corazón que no siente” y entonces no hay perjudicados. La flexibilización de los estandartes morales también llegan con el paso del tiempo. Y el paso del tiempo va de la mano con un incremento del cinismo. Ello no implica un crecimiento en la amoralidad, aunque sí una elección de lo propio por sobre lo del resto. Si no hay posibilidad de suma cero en las dinámicas sociales, si para que alguien gane tiene que haber otro que pierda, que tire la primera piedra aquel que está dispuesto a perder en beneficio de aquel otro. Por delante sólo queda admitir que Hobbes no estaba tan errado y recordar que el comunismo no, no funcionó.
9.
La historia que era otra pero podría ser distinta. Metodológicamente hablando, pensar una historia contrafáctica no sirve para nada: ¿qué hubiera pasado si…? No hubiera pasado nada, no pasó así, no hay manera de saber, si disertaras sobre la inmortalidad del cangrejo de Samoa sería más útil. El enfoque postmoderno sobre el deseo freudiano congenia bastante bien con la teoría hobbesiana. Lo importante es entender que eso no significa caos: William Masters se acuesta con su ayudante de investigación con la excusa de ampliar la aleatoriedad de la muestra estadística, si bien su matrimonio original se mantiene e, inclusive, mejora. Quizá esperar que suceda lo planeado es disertar sobre la perpetuidad del cangrejo isleño: para poco sirve.
10.
Qué se desea un 31 de diciembre cuando se entiende que planear es energía malgastada. Si cinismo y deseo conviven, puede pedirse una cena agradable, temperaturas tolerables, buena compañía y, con un poco de suerte, un beso a las 00 hs. bajo alguna planta siempreverde. No es poco, en absoluto. Chin chin //////PACO