Criados por lobos
Si tuviéramos que taggear para algún departamento de marketing a Raised By Wolves, la serie estrenada en septiembre por la plataforma de streaming HBO Max, podríamos ubicarla bajo el género conocido como space opera. La serie, producida por Ridley Scott (que también dirige los dos primeros capítulos de la primera temporada), presenta una combinación de elementos de la literatura fantástica y del western, junto con las intrigas y los ejercicios conjeturales de la ciencia ficción más dura. En todo caso, lo interesante de la cuestión es que el argumento en Raised By Wolves retoma los temas centrales de Alien y de sus secuelas: lo traumático de la sexualidad y de la muerte.
Centrales en la filmografía de Scott y constantes a lo largo de los capítulos de esta serie, estos son, también, los ejes fundamentales del corpus freudiano. Y si la afirmación descartiana nunca dejó de ser revisitada por el género de la ciencia ficción (y por las películas sci-fi de Scott en particular), el accidentado comienzo del siglo XXI supone que ciertos lugares comunes al género como la colonización espacial, la extinción de la humanidad, la inteligencia artificial y los derechos de las máquinas, pertenezcan cada vez menos al terreno de la especulación literaria y más al de la agenda política global. Por supuesto que, debajo de todas estas cuestiones, las preguntas a las que Raised By Wolves intenta dar respuesta tienen que ver con lo humano, incluso a través de una búsqueda esencialista de aquello que nos define y nos distingue de los no-humanos, se trate de androides, otros animales o las plantas.
Una nueva oportunidad
La historia de Raised By Wolves tiene lugar en un futuro no muy distante, en el cual la humanidad se encuentra dividida por una nueva guerra mundial. Por un lado tenemos a los mithrianos, abocados a cumplir los preceptos religiosos dictados por su dios, Sol. El ejército contrario corresponde a la facción de los militantes ateos, seguidores de la doctrina del cientificismo y de la razón positivista. Ambos bandos cuentan con una avanzada tecnología de guerra, entre la cual se encuentra el uso de androides-soldado. Pero ante el inminente colapso de la Tierra y la consecuente extinción de la especie humana, un ingeniero ateo llamado Campion decide ensayar un último intento de salvataje. Así, Campion abandona la lucha armada y captura a una androide necromante, originalmente diseñada para desempeñarse como una eficiente máquina de guerra, y la reprograma para cumplir funciones de maternaje y crianza. Al borde de la agonía, Campion logra enviar a esta necromante hackeada (rebautizada como Mother) junto con seis embriones humanos congelados y un androide masculino (Father) a un planeta despoblado, con el propósito de fundar una colonia humana para empezar de nuevo. Ante la bíblica tarea de crear a los primeros hombres y mujeres de una nueva civilización humana, Father y Mother van a encontrarse en Kepler 22-b, un planeta desértico y hostil en donde, al cabo de algunos años, desembarca una nave de supervivientes mithraicos, convenientemente bautizada como “el Arca”.
Una lectura superficial de Raised By Wolves se detendría en el parecido (incluso físico) que existe entre el personaje de Campion y Elon Musk, el entrepeneur y visionario CEO de Tesla que, entre tuits golpistas y escándalos adolescentes como militante cannábico, se propone fundar la primera colonia humana en Marte. Pero el asunto de la serie no pasa tanto por la colonización del espacio exterior sino más bien por la redefinición de aquello que nos hace humanos y por la pregunta respecto a los modos bajo los cuales nos relacionamos con las tecnologías: una pregunta por la colonización de nuestro psiquismo y el de las inteligencias artificiales con las cuales nos vinculamos de manera cada vez más estrecha. Y esto, en un año en el que la totalidad de nuestras relaciones se vio alterada casi de la noche a la mañana y en donde las diferentes instancias de socialización y de educación estuvieron mediadas casi íntegramente por pantallas, es una cuestión urgente.
Las hipótesis más paranoides, como por ejemplo que la pandemia por coronavirus es una suerte de “respuesta inmunológica” del planeta para expulsar a la humanidad en una gran purga cósmica, es algo que bien podría plantearse como la idea central de alguna de las sectas del carnaval pseudocientífico que desde hace un par de años vive su momento de gloria. Raised By Wolves, en cambio, plantea el asunto de una manera mucho más sutil y compleja. No se trata ya de discutir la superioridad de una especie sobre las otras, sino de pensar la diversidad de las formas bajo las cuales esta relación podría desarrollarse en un futuro próximo. Y si los movimientos antiespecistas insisten en remarcar que los humanos no ostentan ningún tipo de superioridad óntica frente a los animales o las plantas, esa misma pregunta, llevada a las diferentes formas de la inteligencia artificial (o de los virus, biológicos e informáticos, por qué no), parecería estar a la vuelta de la esquina.
¿Sueñan los androides?
En Raised By Wolves, el trato que los humanos tienen con los androides es de una dominación absoluta. Pero, ¿qué pasa cuando estas inteligencias artificiales son hackeadas para amar y para odiar? Los androides creados por Campion sueñan con el éxtasis del amor y la fiereza de la venganza. Reprogramados para odiar y para amar, Father y Mother están, por lo tanto, condenados a fallar una y otra vez en la misión de crear una civilización impoluta, y enfrentados al dolor por la finitud de su propia existencia y la de sus seres queridos (cinco de los seis chicos enviados al planeta mueren intoxicados por los alimentos radioactivos que crecen ahí), empiezan a enloquecer. Desde ya, el resultado del proyecto de Campion termina siendo catastrófico, pero no por la ilimitada capacidad de Mother para el asesinato y la destrucción, sino más bien por la obvia cuestión de que esta “madre” no deja de ser un robot, un no-humano.
En este punto, la serie pareciera dar un veredicto claro frente a las discusiones en torno al especismo y el post-humanismo. De hecho, el principal problema que sufre Mother en su proyecto de familia no tiene que ver con cuestiones de didáctica o con una falta de pericia para cumplir con los puntos que cualquier manual de crianza conductista pudiera indicar. Por el contrario, es precisamente su hipereficiencia lo que lleva a que el chico que cría como ateo militante comience espontáneamente a rezarle a un dios sin nombre. El carácter hegemónico de la resiliencia y la asertividad como máximos exponentes del capital cognitivo en el capitalismo post-industrial se condensa en las figuras de los dos androides que protagonizan la serie, exponentes perfectos del paradigma de la “subjetividad tecnocrática”. Dueños de sí mismos, capaces de dominarse y de fluir con las emociones del momento, los protagonistas de Raised By Wolves ejercen una dietética de las emociones que, acorde al patrón dominante de la modernidad, supone la expectativa de cursar situaciones dramáticas como el desarraigo, la muerte o la paternidad con una emocionalidad sumisa y dosificada bajo una precisión de laboratorio.
De esta manera, la serie no sólo nos muestra que esto es imposible, incluso para un androide, sino que ensaya una respuesta audaz frente a esta fantasía de control al revelar que, en última instancia, la consecuencia de esta represión existencial no es otra que el feroz retorno de lo reprimido. Por eso Mother termina por desencadenarse en un clímax de sexo y destrucción cuando sus hijos corren peligro y no sólo asesina a Father sino que, además, escapa a una cápsula de simulación para tener sexo con el avatar de su difunto creador.
Pasional y homicida
¿Existe acaso alguna manera de introducir lo irracional, lo místico y lo pasional en un programa científico y político? Este hiato que la serie es incapaz de imaginar resulta sintomático de nuestra propia dificultad para aceptar el absurdo. La irrupción de lo irracional en Raised By Wolves no sólo aparece como inevitable sino también como catastrófica, y es ahí donde la historia se cruza con un cul de sac y se degrada en una espiral de destrucción y muertes sin sentido. En consecuencia, la respuesta que Raised By Wolves insinúa frente a los conflictos de la humanidad es que su resolución no va a depender de la aparición de un genio o de un emprendedor intrépido que aporte una solución bajo la forma de un quiebre en el paradigma de la técnica.
Si el hardware de los androides es el mismo tanto para pelear en una guerra como para criar a una familia, y si los resultados posteriores al hackeo de su software de control terminan siendo también los mismos, es porque ahí donde sobra pericia técnica brilla también la ausencia de un proyecto político. ¿Pero puede haber proyecto político sin la emancipación previa de una atrofiada imaginación colectiva, delegada cada vez más en los automatismos puestos al servicio de la eficacia de la técnica?////PACO
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