Las cucarachas aparecen en verano porque ciertas especies prefieren las condiciones de calor que encuentran en las edificaciones urbanas y porque en general, el desarrollo de los insectos está íntimamente vinculado con la temperatura. El asedio de las cucarachas se perfila como uno de los problemas de cada verano, y un temor social aún más agudo si ocurre el corolario del horror, que es que la cucaracha, encima, sea voladora. Esta dirección hace recordar a La peste de Camus, donde el hombre pierde el control a partir de una epidemia, y la irracionalidad de la vida bacteriana es inevitable, de manera que la vida del cólera es la muerte del ser humano.
En pocas palabras, los bichitos son parte sustancial de la diversidad biológica de cualquier ecosistema, pero no todos los insectos producen el efecto de curiosidad y encanto que producen las hormigas trabajando o las mariposas volando. Por el contrario, pueden generar rechazo o hasta fobia, además de que pueden ser considerados como plagas. Y antes que los abejorros o las chinches, el peor de los bichejos es ese con el que se convive, aquel que aparece como indeseado huésped, que habita en el medio de la intimidad, y que, como si esto fuera poco, se alimenta de la comida de la casa y pasea por la vajilla, por el baño, por la heladera. Al igual que hongos que por milagro brotan después de la lluvia, las cucarachas pululan, y en muy poco tiempo una comunidad de extranjeros que busca asilo, amenaza con tomar la casa. Este absurdo produce un efecto desconcertante donde el equilibrio narcisista es tambaleado por la humillación de unos insectos parásitos que florecen de entre los caldos hediondos.
Las cucarachas habitan la tierra desde mucho tiempo antes que los dinosaurios, hace unos 320 millones de años. Su organismo es una fórmula sumamente exitosa, de manera que los mitos sobre su resistencia no son del todo falsos. Pertenecen al orden de los blátidos, cuya cualidad es la de poseer un desarrollado protórax, que es el primero de los tres segmentos del tórax y el portador del primer par de patas. La cucaracha alemana es la más común y frecuente, y para alivio colectivo, no es una especie voladora. Esto no quiere decir que no haya cucarachas voladoras, pero lo cierto es que la mayoría de ellas no vuelan o en todo caso lo hacen por distancias cortas, o para corregir las caídas. Salvo por casos muy particulares, las cucarachas no son hábiles para elevarse, por lo que se hace entendible el pánico general cuando toman vuelo, pues resulta un revoloteo torpe y caótico, cuyo aterrizaje es una verdadera incertidumbre. A las cucarachas alemanas no se las ve sino sorprendiéndolas, pues salen durante la noche y muestran una tendencia a la fotofobia, por eso huyen accidentadas cuando la luz se prende. Llegan a vivir hasta 200 días, son de color marroncito y no miden más de 2 cm. Las hembras llevan su ooteca de huevecillos en el extremo de su abdomen, donde pueden albergar de 30 a 40 huevos largos y delgados. Suelen tentarse con los restos de comida harinosos, como pan y galletitas, aunque también se alimentan de algunos elementos no orgánicos como la pasta de dientes.
Otra cucaracha típica bonaerense es la Periplaneta americana, mucho más grandota y de color rojizo. Cruza la vereda a la noche tras hurgar en el alcantarillado, vive en los sótanos, o en los patios, mordisqueando los pedazos putrefactos de la porquería o el alimento abandonado. Prefiere los ambientes exteriores, a diferencia de su prima la alemana, que prefiere los interiores. Con frecuencia entran en los hogares o restaurantes a través de los mugrosos desagües y tuberías. Asimismo son gregarias, por lo que es posible verlas agrupadas como un racimo fétido en algún piojerío. Debido a que las cucarachas comen basura y residuos, pueden transmitir bacterias, como la Salmonella y Shigella.
La idea de la invasión puede ser pensada también como la restricción de las libertades. El sujeto invadido sufre la limitación de sus movimientos, y debe modificar sus costumbres habituales, algo parecido a lo que provocan las dictaduras o los gobiernos totalitarios. Pero antes que sentirse rebajado por el absurdo del porvenir, antes que soportar la apatía de que nada tiene trascendencia, antes que sentirse un Gregorio Samsa aturdido por el mal, es preferible comprar el polvito chino o llamar al fumigador. Lo más probable es que las cucarachas estén allí, en el micromundo de la vida, el día de nuestro último respiro////PACO