de: Diego Vecino <diegovecino@gmail.com>
para: revistapaco <redaccion@revistapaco.ru>
fecha: 10 de abril de 2015, 19:01
asunto: Cómo me limpié el culo en Vietnam
enviado por: gmail.com
Bueno, sobre el sudeste.
Visité cuatro paises (Tailandia, Camboya, Vietnam y Laos) y tres capitales (Bangkok, Phom Pehn y Hanoi).
Primero Tailandia.
Tailandia tiene mucha personalidad. Es el único país de la zona que nunca fue colonia de ninguna potencia europea. En parte porque la realeza tailandesa fue políticamente astuta y en parte porque servía como estado «tapón» entre los intereses de Francia en Indochina, Inglaterra en India y los chinos. Bangkok es una ciudad que no es del todo extraña a los latinoamericanos porque combina enclaves de hipermodernidad (Siam Square es una zona de shoppings desproporcionados, hoteles 6 estrellas, pantallas gigantes, neón intenso y consumo frenético de marcas de lujo y ropa de diseñador) con barrios villeros de pasillos chiquitos (hay calles en el sentido occidental de la palabra, o sea por donde pasan autos, pero en general la vida transcurre en una serie de pasadizos que se meten adentro de las cuadras y a los que les dicen «soi») con olor a cloaca y especias, comida tirada en la calle y ratas mutantes corriendo entre los puestos. A riesgo de pintar un fresco muy obvio y exotista, todo es agresivo para los sentidos (incluso para un latinoamericano): el tráfico de motos es excesivo y ofensivamente ruidoso, no existen los semáforos y cruzar la calle es una destreza que se incorpora con paciencia y método, las calles tienen olor a mierda, todos los edificios de gobierno son dorado y fucsia, los bares para turistas se pelean por ver quién pone la música más fuerte, la humedad es DEMENTE (aún para un porteño posnuclear), los mercados son inabarcables y están superpoblados a toda hora cualquier día de la semana. Menos cagar, todo se hace en la vereda (desde comer hasta lavar los platos, en el cordón y con una palangana) y a las 8 de la mañana ya hay olor a sopa de fideos con chili y cilantro porque eso es lo que desayunan esos hijos de mil putas.
El picante no es un adicional sino que forma parte de casi todas las recetas. La orden «no spicy, no chilli» solo hace que no le pongan MÁS PICANTE al que ya tiene el plato por default. Hay dos categorías básicas de platos: los steam, al vapor, o los fried, saltado en aceite, lo cual denota la simpleza exasperante de esta cocina de pija destinada a pudrirte al cuarto día.
Todo es barato. Comés por 3 dólares, te tomás una cerveza por 0,50 dolares, te comprás una remera que dice I love Bangkok por 2 dólares, te hacés chupar la pija por 5 dolares. En todas las esquinas hay imágenes religiosas y en todos los negocios y casas particulares hay altares recargados y repletos de ofrendas (arroz podrido, latas que se parecían a las de Nesquik, botellas de gaseosa a medio terminar). Incluso en los locales de marcas globales tipo Prada. Hay templos para todos los gustos y colores: más chinos, más hindues, con un buda de oro sólido, con un buda de esmeralda, con un buda de jade, con el piso completamente hecho de placas de plata sólida, con altares con luces de neón (el sueño kitch de cualquier boluda con Instagram), del siglo XII, del siglo XIX, con un buda chiquito y lejano, con un buda gigante de 15 metros, con 500 budas superpuestos en distintas posiciones, etcétera. Realmente es muy interesante y es algo que nunca terminé de entender porque el budismo es excesivamente complejo y ramificado y en cada región, país, ciudad o barrio aparece mezclado con cosas distintas (confusionismo, taoísmo, hinduismo, socialismo, cristianismo). La única diferencia que entendí, que es la más básica y que ni siquiera estoy seguro de haberla entendido es que hay dos budismo: el del buda flaquito (propio del sudeste asiático, es el budismo austero, que propone despojarse de todo sentimiento y alcanzar mediante la meditación el estado de neutralidad sensorial y emocional llamado NIRVANA) o el del buda gordo (que viene de la China y permite practicar el comercio, comer y garchar). Para los primeros hubo un solo Buda, para los segundos hubo varios y cada tanto siguen apareciendo.
La prostitución también es bastante omnipresente y natural, especialmente en los barrios turísticos. En todos los bares y a toda hora hay al menos un europeo de mediana edad con una camisa floreada y una visera tomando Chang fría acompañado por una tailandesa que como regla general se pide un plato de comida. El código es invitarlas a comer, quizás porque la comida ocupa un rol central en la cultura thai, quizás porque coger con la panza vacía es ofender al Buda y a sus 7 Verdades Rotundas. No lo se ni me preocupé por averiguarlo. Sobre la comida thai: está buena pero no deja de ser comida de gente pobre, arroz y pollo, lo cual hace evidente el hecho por todos sabido de que en occidente por aburrimiento siempre terminamos entronizando cualquier boludez. Es imposible comer sin picante porque el picante no es un adicional sino que forma parte de casi todas las recetas. La orden «no spicy, no chilli» solo hace que no le pongan MÁS PICANTE al que ya tiene el plato por default. Hay dos categorías básicas de platos: los steam, al vapor, o los fried, saltado en aceite, lo cual denota la simpleza exasperante de esta cocina de pija destinada a pudrirte al cuarto día. También hay una amplia variedad de sopas que no probé porque a) son todas picantes, y b) HACIAN FUCKIN 45 GRADOS. La prostitución infantil no es tan abierta como la prostitución de la mayoría de edad, pero se percibe. La vez que la vimos más clara fue en el estadio de Muay Thai en una ciudad universitaria al norte de Tailandia que se llama Chiang Mai. Había un estadounidense alto, muy grandote, pelado, viendo box con una nena tailandesa que debía tener 11 años como máximo. La pendeja jugaba con el celular y tomaba una gaseosa mientras el chabón le explicaba el deporte y lo que percibía como valioso en el mismo hasta que en un momento, en la mitad de todo, desaparecieron.
El Muay Thai es un deporte histérico e infradotado. Por noche se programan 7 peleas. Cada una dura más o menos 3 rounds, que es lo que tarda en caer en el KO alguno de los dos púgiles. Es un buen espectáculo, y barato, pero está muy muy lejos de la estrategia sutil y el combate psicológico sofisticado y prolongado del boxeo occidental, cosa que indica la inferioridad cultural de Oriente sin lugar a dudas. Mi primera noche en Bangkok vi un tipo amartillando una Beretta 9 mm a 1 metro de la mesa de plástico donde disfrutábamos con mi mujer una rica cerveza oriental de sabor liviano. Esto estuvo bueno aunque me asustó un poco porque soy sensible a la proximidad de armas de fuego. La mejor forma de recorrer la ciudad es usando el barco-colectivo que tiene un recorrido prefijado por el río principal (Chao Phraya o algo así) o tomando las líneas alternativas por los canales (imagínense una especie de Amsterdam meets Mumbay).
El Muay Thai es un deporte histérico e infradotado. Cada pelea dura más o menos 3 rounds, que es lo que tarda en caer en el KO alguno de los púgiles. Es un buen espectáculo, y barato, pero está muy muy lejos de la estrategia sutil y el combate psicológico sofisticado y prolongado del boxeo occidental, cosa que indica la inferioridad cultural de Oriente.
Camboya, Vietnam y Laos comparten entre sí una especie de espíritu en común. Los tres fueron parte de la Indochina francesa. Claramente de ese trío Vietnam es la única nación como tal. Laos y Camboya son tierras arrasadas que directamente no entran en la categoría de «países en desarrollo». En Camboya hice Siem Reap (donde están los templos de Angkor que son geniales pero sobre los cuales no podría decir nada interesante porque son lo que son) y Phnom Pehn, la capital. PP es una ciudad que está literalmente hecha mierda, suspendida en un estado intermedio entre un bombardeo nazi y el avance de la flora exuberante del trópico sobre el concreto abandonado (no se si vieron esa serie de History Channel que simula qué pasaría con las grandes capitales del mundo si la humanidad cesase de existir: bueno, eso). El primer día que llegás te da asco y el tercero te sigue dando asco pero le descubrís cierta mística. Mirando al río (la ciudad da al Tonle Sap que más adelante se une al Mekong) está «el centro» que son algunos bares de arquitectura francesa de no más de tres pisos a los que les crecen plantas por entre las grietas. El más célebre es el Foreing Correspondent Club, el «bar en donde se juntaban los periodistas que cubrían la guerra» (no se puede saber cuál de todas porque Camboya estuvo siempre en guerra, primero civil, después el genocidio de Pol Pot, después en guerra contra Vietnam, y así). De hecho, Siem Reap, que es la ciudad base para hacer Angkor, está en obra, es prácticamente toda nueva porque el turismo se abrió hace no más de diez años, antes no iba nadie, imagínense.
Volviendo a PP, es la única ciudad donde la prostitución se da más tradicionalmente bajo la forma de dos cuadras de puticlubs uno al lado del otro. La diferencia con los prostíbulos nuestros es que las trolas están en la vereda. Los camboyanos tienen un vínculo mítico con el imperio Khmer (se pronuncia “jemer”) que alguna vez, hace mil años, dominó todo lo que hoy es el «sudeste asiático», entre Myanmar y el golfo de Tailandia.
Los enemigos mentales de los camboyanos son los vietnamitas que a diferencia de ellos hace mil años eran una tribu inculta y periférica y hoy son el otro país «rico» del ASEAN (el Mercosur del sudeste asiático) junto a Tailandia.
Eso los hace seres muy resentidos por una «gloria perdida» que hace que sostengan un régimen monárquico totalmente decadente y sin sentido, cantando loas a los «cinco grandes reyes khmer», el último de los cuales construyó Angkor Wat. Todo ese circo es bien llamativo. Por supuesto, los enemigos mentales de los camboyanos son los vietnamitas que a diferencia de ellos hace mil años eran una tribu inculta y periférica y hoy son el otro país «rico» del ASEAN (el Mercosur del sudeste asiático) junto a Tailandia. El partido gobernante de Camboya, el PPP, es títere del gobierno de Hanoi y muchos camboyanos cultos con los que hablamos tienen la inocente ilusión de que en las próximas elecciones puede ganar la oposición porque «ahora con Facebook la gente se está dando cuenta» o alguna croqueta así, tipo primavera árabe. En cuanto a Vietnam, Hanoi es definitivamente la ciudad que más me gustó de todo el viaje. Mind-blowing 100%. Primero porque se nota que en la época de la ocupación francesa era una joyita. Los edificios son todos muy angostos, de un departamento por piso, uno al lado del otro, arquitectura francesa muy muy linda y, obvio, derruida, venida a menos, sucia de moho y tomada por los cables de teléfono y luz, las lagartijas y los mosquitos. El espectáculo que ofrece es de una sensibilidad abrasadora. Si en BKK o en PP la vereda es una prolongación de los locales y las viviendas de la gente, en Hanoi es peor, la vereda forma parte de la esfera privada. O para estacionar motos o para sentarte a comer o para mirar tele o para cortarte el pelo. Esto te obliga a sí o sí hay caminar por la calle, a un costadito, mientras las mil millones de motos imitaciones Vespa te pasan por al lado y se cruzan unas con otras sin rozarse con una precisión jedi.
Hay como una especie de toque de queda a las 12 lo que hace que la noche se mueva hacia la tarde, entonces tipo 17 tenés literalmente miles de adolescentes vietnamitas poniéndose en pedo masivamente en las calles del old quarter, que el fin de semana se hace peatonal para favorecer la labor de los entrepreneurs que se ponen un par de banquitos de plástico Colombraro y un barril de 20 litros de birra y lo sacan a 25 centavos de dólar el vaso. A las 23 están todos en pedo y en una movida que parece que no va a terminar nunca de lo puesta que está. 23.55 pasa el camioncito del ejército vietnamita diciendo por el megáfono que todos se tienen que ir a dormir y a las 24 las calles están DESIERTAS y oscuras. Nunca vi un nivel tan alto de descontrol seguido de una disciplina tan absoluta, algo que naturalmente me cautivó mucho. Al contrario de la advertencia que me hicieron los camboyanos, encontré en los vietnamitas a personas muy divertidas, agradables y solícitas. Tienen una movida de diseño incipiente, aunque interesante. El mausoleo de Ho Chi Minh es una de las experiencias más sobrecogedoras y cortas que viví en mi vida. Vas entrando a ese edificio que imita de forma pedorra y soviética al partenón griego por un pasillo y todo se va tornando cada vez más oscuro y progresivamente más frío (porque el aire acondicionado está al palo) hasta que llegás al lugar donde está la tumba vidriada a la que le das una vuelta alrededor sin parar de caminar. El cadáver está conservado e impecable, parece que está durmiendo. Leí que está cerrado entre Octubre y Noviembre, época en la que lo mandan a Moscú a que le hagan algunos retoques y le pongan botox. La guerra también es un tópico bastante omnipresente en Hanoi. El ejército vietnamita es un ejército muy orgulloso de sí mismo, y te das cuenta porque todos los soldados, independientemente de su rango, visten un uniforme prolijo y llevan armas modernas (los milicos camboyanos, mamita…). Llamativamente, no me dio la sensación de que odien a los yanquis sino todo lo contrario, casi que los respetan y los quieren, obviamente cifrando en ese respeto y cariño una suerte de descanso por haberles ganado la guerra.
El ejército vietnamita fue el primer ejército regular asiático que le ganó una batalla directa a un ejército regular europeo, la de Dien Bien Phu, en donde hicieron cajeta a los franceses y se ganaron una independencia traicionada por la rosca de los soviéticos y los chinos, pero merecida y digna. Hanoi además de calles angostas y enquilombadas tiene un french quarter, que es como un lugar muy top con todas las marcas de lujo que acá se fueron del país porque el tipo de cambio es cualquiera. En el centro está la Ópera que es como el Teatro Colón aunque infinitamente más pedorro. Verlo te genera cierta homesickness por Buenos Aires. Hay ahí, en esa reproducción de la cultura francesa imperceptiblemente distorsionada por el entorno de una ciudad vibrante y podrida por dentro, algo que se parece al hogar. Desde ese edificio Ho Chi Minh declaró la independencia de la Francia ocupada en el 45 y cerca hay un «Museo de la Mujer» que nos aburrió al segundo. Llamativamente, ese barrio francés, tan cuidado, pulcro y prolijo -a diferencia de todo el resto de la ciudad- parece desierto: no hay gente por la calle ni comprando ni en ningún lugar. Es como un bunker abandonado de una guerra cultural perdida muchos años atrás. Los vietnamitas son realmente gente muy orgullosa de sí mismos y por eso los banco. El tipo del hotel, un chabón que se hacía llamar Danny y que me hizo el mejor client service de mi vida en un hotel muy bueno y barato (el Charming 2) me dijo «Cuando te acostumbres al tráfico vas a ver que Hanoi es una ciudad que tiene mucho para decir», y no me mintió. Los vietnamitas están también muy orgullosos del método que inventaron para limpiarse el culo, el Bum Gun que, como su nombre indica, es una pistolita que tira agua con bastante presión. Está muy extendido en todo el sudeste. En una casa de ropa de diseño agarré un flyer con algo así como «las 15 cosas que vas a aprender estando en Hanoi» y una era justamente «el bum gun» que acto seguido aparecería presentado como la contraparte cultural del bidet francés (no estoy jodiendo). Supongo que esto podría alimentar alguna conferencia vendehumo de Zizek hablando de la ideología detrás del acto de limpiarse el culo. No es casual que tenga forma de 9mm.
El ejército vietnamita es un ejército muy orgulloso de sí mismo, y te das cuenta porque todos los soldados visten un uniforme prolijo y llevan armas modernas. No me dio la sensación de que odien a los yanquis sino todo lo contrario, casi que los respetan y los quieren, obviamente cifrando en ese respeto y cariño una suerte de descanso por haberles ganado la guerra.
Ha Noi significa Dragón Ascendiendo y Ha Long significa Dragón Descendiendo. La bahía de Halong es, a los efectos de este relato, equivalente a Angkor Wat: un lugar increíble y que no vale la pena narrar. Está ahí para ser instagrameado por mil pelotudos como yo. Mi único consejo es que si alguna vez la hacen paguen un crucero como la gente. Hay cien mil blogs de ese tipo de argentino que viaja pelando kiwis y «durmiendo en la casa de la gente» cuyas miserias refuerzan la idea de que lo mejor que podés hacer es gastar un mango más y experimentar en un ambiente de comodidad y contención cultural uno de los lugares más increíbles de la TIERRA. No hay nada más lejano a la realidad que vivir pichuleando la guita y viajar «como mochilero». La Tiger es la cerveza más conocida de Singapur -propiedad de Heineken Asia Pacific- y la más rica del southeast según el criterio humilde de mi fino fino paladar. Es un toque más cara que las otras pero los colores azul y naranja del logo me generaban un efecto de comodidad visual que se complementaba muy bien con su sabor amargo y con cuerpo. En Tailandia las birras más comunes son la Chang y la Singha (las dos muy bien). En Camboya están la Cambodia y la Angkor (zafan). En Vietnam la Hanoi y la Saigon, aunque especialmente sale un tipo de birra muy liviana, de color pálido, que se vende por vaso en la calle durante los momentos de fiesta, como ya mencioné. Cualquiera de estas cervezas es infinitamente más rica que el pis gasificado y overpriced que AB InBev nos quiere enchufar acá. Laos es un país de una sola marca, la Beerlao. También es un país que te venden como espiritual, muy relax, muy de la onda slow (el chiste es que PDR, People Democratic Republic, en realidad significa Please Dont Rush o algo así), pero en realidad es un país pobre y atrasado, cuyos habitantes no hacen las cosas rápido simplemente porque no hay nada productivo por hacer. Hay muchos templos, eso es cierto, pero son todos más feos, más oscuros, más deprimentes y están peor cuidados que sus pares en Tailandia y encima te cobran plata por entrar, cosa increíble. En Luang Prabang, que es como la joya de un viejo imperio cuyo recuerdo enmascara el gran fracaso nacional de su época contemporánea, está la que era la histórica casa del Rey de Laos durante el siglo XIX y XX que no es otra cosa que un dos ambientes con un trono de yeso pintado en el medio. No es tanto que sea una estafa pagar para ver eso sino que realmente da pena ver como los laosianos veneran una monarquía entreguista y oligarca que a todas luces no tenía ni la imaginación suficiente para vivir de forma opulenta.
Otra cosa que hay en Laos es la huella de un pie de 1 metro de largo en la piedra. La huella habría pertenecido a Buda, que además de iluminado era un gigante. Muy entretenido. También está lleno de monjes budistas, que son esos pelados con túnica naranja. En general allá se estila que todos los hombres sean monjes un par de años de su vida (entre dos y cinco). Es casi una obligación no escrita. No hay hombre que no haya dedicado una porción de su vida a meditar. Durante esa estancia aprenden idiomas que luego les sirve para integrarse de forma eficiente en la industria turística. El sánscrito es la lengua sagrada del budismo y aunque nadie la usa todos saben leerla y escribirla. Mi sensación (Martina estuvo de acuerdo) es que ordenarte monje es una forma colectiva de vagancia. No es una gran observación, pero creo que es cierta. Si fuese a repetir el viaje descartaría del itinerario a Laos. Finalmente fui a Koh Phi Phi que es una especie de paraíso de turismo de mid-wage, un Gesell global que en lugar de un mar marrón, frío, turbio y hostil tiene playas de arena blanca y agua esmeralda cuyo contacto con la piel es como la caricia de una sirena. Koh Phi Phi depara dos tipos de experiencias: si te quedás en el pueblo principal hay una especie de movida muy cabeza de entretenimiento juvenil, boliches en la playa con cerveza tibia, espectáculos de fuego de calidad media, drogas blandas y pop norteamericano. Sino podés irte alguno de los resorts en playas más alejadas para un tipo de vacación más íntimo y en isolation. La isla principal es Phi Phi Don y al sur está propiamente donde se filmó The Beach que es otra isla más chiquita que se llama Phi Phi Leh. La playa en cuestión es Maya Beach, una especie de santuario natural de agua transparente y arena con una textura más allá de lo imaginable repleta a toda hora por miles de millones de turistas coreanos que, si uno conoce un poco el paño, se puede imaginar que son lo más extraño que existe sobre la tierra. Se sacan ochocientas selfies con distintas cámaras (los grupos más sofisticados llevan un fotógrafo contratado especialmente para no preocuparse de nada mientras posan con absolutamente todo lo que hay, incluyendo los tachos de basura) y van totalmente vestidos a la playa, con mangas largas, gorros y barbijo (tienen una obsesión con la blancura de su piel e incluso el producto cosmético más promocionado en la via pública son las cremas blanqueadoras). Los hombres maduros se comportan como niños, corriendo, salpicando o sacándose fotos tipo hacemos todos juntos un saltito y salimos en la foto justo cuando estamos en el aire. Estoy hablando de personas de 50 años. La visita es totalmente irritante pero bueno, es un landmark de la humanidad y yo estuve ahí y ustedes no. Después compensás haciendo snorkel con pececitos de colores y viendo monos que te miran desde las palmeras. Creepy total.
Más islas paradisíacas, más birra barata, más monos, más fiesta adolescente y electrónica de décima categoría. Lo último que me pasó es que casi muero en un vuelo de Bangkok Airways, como ya les conté por Whatsapp.
Después de eso fuimos a Koh Samui y nada. Más islas paradisíacas, más birra barata, más monos, más fiesta adolescente y electrónica de décima categoría. Lo último que me pasó es que casi muero en un vuelo de Bangkok Airways, como ya les conté por Whatsapp. Está bastante bien considerando que tomamos en total 7 vuelos de aerolineas de mierda entre las cuales estaba Cambodia Angkor Air, fundada hace 24 meses con los aviones que descartaron los chinos, y AirAsia, la que se cayó hace unos años. Lamentablemente la expectativa real de morir no fue suficiente para experimentar un breakthrough que me transformase en una mejor persona. En ese momento de hecho solo pensé dos cosas: a) que si efectivamente moríamos ibamos a ser «los argentinos» que siempre hay en cada avión que se cae en cualquier parte del mundo, y b) que qué al pedo dejé de fumar hace un año. Mi reflexión final es que irse al sudeste asiático es una experiencia increíble y que es realmente muy fácil y barata. Teniendo en cuenta que fuimos dos y que nos fuimos al culo del mundo, estuvimos en hoteles bien (nada de hostels de mierda hippies), chupamos toda la cerveza que podíamos chupar, comimos siempre espectacular, en la calle pero también mucho en restaurants, pagamos todas las entradas a parques nacionales, un guía camboyano para Angkor que hablaba español (no tenía ni idea donde quedaba la Argentina) y un crucero de puta madre para Ha Long, faso, putas, perfumes, un viaje en elefante, un pequeño camboyano para llevarnos el equipaje y compramos todos los souvenires y kit-kats en el free shop que la imaginación permita concebir, incluyendo camisetas de fútbol del Police United, el equipo de la policía de Tailandia, mi bien más preciado en lo que va de mi vida, la verdad es que no es caro para nada. Y el pasaje lo metimos en 18 cuotas, o sea, nada. En moneda extranjera gasté cash únicamente entre el 15 y el 20% del total de gastos y el resto todo tarjeteo a dólar fantasía que en enero próximo intentaré deducir en la afip. No miento cuando digo que irte a Las Toninas en temporada es más caro/////PACO