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A su paso por EEUU Francisco dejó un tendal de confusión con sus posiciones contradictorias sobre cambio climático, matrimonio, familia, aborto, pena de muerte, capitalisssmo, comunisssmo, xenofobia, racisssmo, etcétera, etcétera.
El man habla de todo pero le preguntan por qué una mujer no puede ser sacerdotisa en la iglesia católica y se esconde en el fitito.
Un periodista de la izquierda shanki llorona twiteó: prestaré atención a las opiniones del papa sobre la familia cuando él tenga una.
Con la lógica de este personaje, bien podríamos decir que las lesbianas o los gays no tienen que opinar sobre familia, niños o aborto, por ejemplo.
Me he cansado de escuchar gays y lesbianas pontificando sobre cómo criar hijos o, peor, quejándose de padres que no pueden “controlar” a sus hijos molestos en aviones, aeropuertos, restaurants o espacios públicos.
He conocido muchos misóginos en mi vida y lo notable es que los más misóginos eran gays de sexo masculino.
Es más, he escuchado gays cuarentones con incontables horas de gimnasio, quirófano y cama solar encima burlarse de lesbianas gordas, con cortes de pelo varoniles y ropa de plomero gasisssta.
He escuchado una pareja gay (interreligiosa, uno de ellos goy y el otro sopaina) hablar con asco de los musulmanes “mugrientos” que habitan la zona de Coney Island en Brooklyn, New York.
En privado, por supuesto.
En público descargan una letanía de slogans bienpensantes plenos de inclusión, tolerancia y todo eso.
Chicos, ustedes que se lamen el esssfinter mutuamente no pueden criticar a nadies.
Cuando quieras identificar un discriminador, un misógino, un racista, no prestes atención a la verba bienpensante, políticamente correcta, querendona y llena de buenas intenciones.
Fijáte con quien ha decidido reproducirse.
Preguntále si alguna vez salió con un chica o chico de otra raza o religión.
Preguntále si consideraría mezclar su código genético con alguien de otra extracción étnica.
El kirchnerisra es un ejemplo clásico de esta falsedad: se llenan la boca hablando de pueblos originarios y mandan a bajar estatuas de Colón pero son todos blancos y descendientes de europeos, se casan y se reproducen con blancos descendientes de europeos.
Con Milgramos Sala y Evo Morales sólo se sacan una foto de vez en cuando.
Somos el animal que inventó el chicle: el curioso caso de una comida que no es comida, porque no se traga ni alimenta ya que sólo sirve para masticar.
Acaso el chicle sea el invento que más define a la especie humana.
Una especie que vive obsesionada con coger pero aterrorizada de reproducirse.
El orgasssmo es un engaño de la naturaleza para que nos reproduzcamos. Una carnada, un señuelo.
El racismo y la xenofobia son manifestaciones sublimadas de la endogamia y el incesto.
El racista es un sujeto que sólo quiere reproducirse con familiares.
Familiares más o menos remotos, pero familiares al fin.
Acaso el homosexualismo también es racismo, o bien sexismo: una forma curiosa de discriminación endogámica que lleva al sujeto a sólo sentirse atraído sexualmente por sujetos de su mismo sexo.
Sujetos con los que, curiosamente, no puede reproducirse.
Desde un punto de vista puramente biológico, el homosexual es un sujeto signado por una extraña conducta sesgada instintivamente.
Es, por decir así, un sujeto que se rehusa a tener hijos.
La bisexualidad por otro lado me resulta absolutamente lógica.
El bisexual es un pragmático, un omnívoro.
Ladies, gentlemen, dejemos de hacernos preguntas filosóficas: la única razón por la que estamos en este planeta es para coger sin forro y con todo ser más o menos saludable que se nos cruce.
Somos un cóctel de materia orgánica en ciclo constante, repetitivo acaso, sin mayor propósito que mantener la inercia.
El azar genético hará el resto.
Las implicancias biológicas, evolutivas, genéticas de este extraño sesgo instintivo son manifiessstas.
Vaya uno a saber por qué la naturaleza no impide (acaso permite) que 50 ballenas desorientadas se suiciden encallándose en una playa desierta.
Todos esos que aman la naturaleza y la defienden a ultranza en realidad son el status quo.
Estamos condenados a destruir el planeta porque somos termitas.
Es más, nuestra única arma de suprevivencia es la que tenemos entre las narpies.
Ellos tienen bombas nucleares, drones, submarinos y ejércitos de hackers para controlar toda la actividad digital del planeta.
Pero tienen un problema grave: no se reproducen.
Tienen miedo a tener hijos.
Tienen miedo que tener hijos les impida ver el último esssstreno de Netflix que trata sobre la vida de un policía insomne y fanático de los Empacadores de Milwaukee.
Usemos el aparato reproductor.
Sí, de alguna forma lo que estamos generando es carne de cañón.
Pero es un armamento infalible.///PACO