-Estoy muy orgullosa de defender esa causa. Y bueno, parece que les molesta…

-¿Aún la causa de los que robaron bebés?
-Aún la causa de los que robaron bebés.

Cecilia Pando es la presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de la Argentina, que defiende a los militares que participaron de la represión durante la última dictadura cívico-militar. Está casada con el mayor retirado Pedro Rafael Mercado y apoya a los torturadores, a los asesinos, a los que tiraron cuerpos al mar, a los apropiadores de bebés. Pando se reunió en abril con el ministro de Justicia, Germán Garavano, para quejarse por las condiciones de detención de los presos por delitos de lesa humanidad. La reunión no trascendió, pero Página/12 la sacó a la luz en los últimos días. “Fue privada. No sé cómo salió el dato”, dijo ella, probablemente satisfecha con que se empiece a instalar la idea de una nueva amnistía cocinándose a fuego lento, en las penumbras de la democracia. Pando ganó la jugada: el gobierno quiso mantener la reunión en secreto pero el tema se filtró y de ese modo ella pudo demostrar que -a diferencia de representantes de organismos de derechos humanos- es bien recibida por los funcionarios macristas. Se la ve cómoda entre dirigentes que la escuchan en privado. Moderó el tono de su discurso; ya no necesita insultar a los jueces a los gritos o hacerles gestos de degüello a los funcionarios públicos. Le sienta bien el nuevo clima de época. Cecilia no quiere guerra, quiere paz social.

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Pando es la presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de la Argentina, que defiende a los militares que participaron de la represión durante la última dictadura cívico-militar.

“Ceci Pando se encadena para vos”, fue el título de tapa de la revista Barcelona, condenada esta semana a indemnizar con 40.000 pesos a la apologista del terrorismo de Estado por haber satirizado su performance pública de agosto de 2010, cuando se encadenó frente al Ministerio de Defensa para expresar su apoyo a los represores. La publicación obtuvo su juicio y castigo por ocasionarle un “daño moral”. Ni bien se conoció la noticia, Twitter ardió de furia. (Casi) todas las opiniones coincidieron en algo: el fallo deja un mal precedente para la libertad de expresión en la Argentina, porque una jueza no debe medir con qué se puede hacer humor. La resolución se amparó en argumentos cuestionables, como que Pando se vio ofendida en su rol de “madre de familia y maestra de grado”. En la revista se la retrató desnuda, con dos siliconas enormes y una sonrisa de placer. Ella se sintió agraviada con aquel fotomontaje que consideró “obsceno”. No le gustó su figura soft porn, ni las frases hot, ni su cuerpo amarrado y listo para cosas sucias. Cecilia no quiere guerra, quiere estar limpia de culpas.

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El feminismo mainstream expone una doble moral: no todas las mujeres son dignas de una defensa. Para muchos (y muchas), Pando merecía esa tapa.

La crítica al fallo judicial, además de exhibir el rechazo generalizado a la censura, abrió otro debate al que se le dio menos trascendencia. Muchos de los que celebraron la imagen sexista de Pando fueron los mismos que en otra ocasión repudiaron –vía argumentos feministas– a la revista Noticias por su tapa de “El goce de Cristina”, que mostraba una caricatura de la ex Presidenta en pleno orgasmo. ¿Por qué considerar que esa sátira ofendía a la entonces mandataria en su condición de mujer, pero no rechazar que se haga lo mismo con Pando? ¿Cambia en algo que Barcelona sea una revista de humor y Noticias busque la seriedad? ¿Eso implica que haya publicaciones habilitadas a burlarse de una mujer en su condición de mujer? En realidad, poco incide en qué medio se publicó la sátira: lo que queda de manifiesto con estos episodios es que mientras dolió la violencia machista sobre Cristina, molestó bastante menos que se “humille” a Pando por las mismas cuestiones de género. El feminismo mainstream expone una doble moral: no todas las mujeres son dignas de una defensa. Para muchos (y muchas), Pando merecía esa tapa y cuestionarlo implica ponerse del lado de una apologista del terrorismo de Estado, de una defensora de los personajes más nefastos de la historia argentina. Sin embargo, para burlarse de esta mujer reaccionaria se la mostró desnuda, tetona y alzada, como a una histérica que espera su falo para la liberación.

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Para burlarse de esta mujer reaccionaria se definió mostrarla desnuda, tetona y alzada, como a una mujer histérica que espera su falo para la liberación.

Cuesta “apropiarse” de la imagen de alguien como Cecilia. Ella es la materialización del límite: simboliza lo que una Argentina democráticamente madura debería rechazar. “Te vi marchar con Pando” se volvió el lugar común de la chicana política; pocos se sentirían cómodos mostrándose en una foto con la amiga de Videla. Muchas feministas evitan incluirla en la categoría femenina, como si el esencialismo elemental del género avalara una distinción entre mujeres de primera, dignas de ser defendidas, y mujeres de segunda, dignas de ser ofendidas. En este terreno, Pando representa también la materialización de otro límite: el de un movimiento que propone igualdad y respeto para todas, pero se choca con el curioso “techo de cristal” de las personas con las que no se permite marchar. La lucha por la igualdad de género expone sus contradicciones y tiene vacíos en acuerdos tan básicos como la igualdad entre las propias mujeres.
-Si estamos orgullosos de defender esa causa, debemos cuidar a todas. Aún a las que nos molestan…
-¿Aún a las que defienden la causa de los que robaron bebés?////////PACO