Desde hace más de tres décadas, Andrés Calamaro es una de las figuras más estelares de nuestro “rock nació mal”, como decía Moris. Muchas de sus canciones ya son parte del paisaje, de nuestro ADN musical; se cantan en la cancha y al menos hasta cuando yo iba, se bailaban en los boliches. Es, tal vez, una de las pocas excepciones que rompe con esa regla que dice: “si le gusta a tu mamá, no es rock”. Calamaro, en cambio sí es rock y no sólo le gusta a tu mamá, sino también a tu hermana mayor, a la más chiquita y hasta a tu tío que apenas escucha música. Con la muerte de Spinetta y Cerati, el desprecio masivo a Fito Páez (al que no adhiero) y la transformación de Charly en el ministro Sileoni, es el único artista popular que todavía es capaz de clavarla en el ángulo. Me podrán decir que el Indio es más popular, que lleva 170 mil personas a Gualeguaychú, pero creo que ese es otro fenómeno, que ya no pasa por las canciones. Estoy seguro de que muchos de sus seguidores ni siquiera escuchan sus discos solistas. Van para volver a escuchar Ji Ji Ji y ser parte del pogo nostálgico más grande del mundo. La música pasa a un segundo plano. Lo que importa es estar, ser uno más en el ritual, en esa especie de misa pagana, de procesión mercenaria.
Vuelvo a Calamaro, que de eso se trata. En estos treinta años, el ex Salmón y actual Bohemio grabó más de treinta discos. Más de veinte como solista y cerca de diez junto a Los Abuelos de la Nada, Los Rodríguez y Raíces. Creó canciones profundas como Media Verónica , Todavía una canción de amor o Lorena, por nombrar algunas; otras, como Voy a dormir o Victoria y Soledad cuesta creer que hayan sido compuestas por el mismo autor. Personaje indomable, polémico, contradictorio, verborrágico y prolífico como pocos, hizo de la canción simple, redonda y emotiva, su arma cargada de futuro. Si hablamos de estilo, su voz y su imagen cada vez más dylanesca cosechó imitadores a mansalva. Imitadores, que por supuesto podrán imitarlo, pero igualarlo jamás. El escritor marplatense Martín Zariello, el hombre detrás del memorable blog Il Corvino, dice que “Calamaro es como Bukowski, si se quiere. Uno lo lee y dice: así escribe cualquiera. Un poco de sexo, un poco de alcohol, trabajos mal pagos, frases cortas. Y lo intentás, obvio. Y te sale una mierda sin nombre”. A meses de haber estrenado Bohemia, su ópera rock dirigida por Leo Damario, hablamos de discos con Andrés Calamaro.
¿Cuál fue el primer disco que compraste?
Mi viejo me compró Abraxas de Santana y Cosmo´s Factory de Creedence. El primero que compré yo fue el «simple» de Polifemo de Sueltate Rock´n´ Roll . LP creo que fue Rock para mis Amigos o Confesiones de Invierno.
¿Cuál fue el último?
Compré bastantes discos este mes. Creo que fue Humble Pie en vivo, una edición de vinilo español.
¿Qué disco jamás prestarías?
El primer «pirata» de los Rolling que compré. En vivo en el Capitol de Passaic, New Jersey. O el Some Girls con tapa original troquelada. Igual, me gusta regalar discos, Slow Train Coming de Dylan, comprado en 1979 y con celofán se lo regalé a un buen amigo.
¿Cuál fue el disco que más veces prestaste o regalaste?
El solista de Lowell George, el genio de Little feat. Siempre que lo veo lo compro porque es raro de encontrar. Me gusta regalarlo y es un buen regalo.
¿Hay algunos discos en tu discoteca de los que tengas vergüenza?
Me gustan los discos raros, algunos con absurdos. Seguro tengo discos de los ochenta que ahora no compraría. Estarían en la categoría de la «vergüenza», dicho con cierta crueldad.
¿Qué disco que antes escuchabas, ahora ya no escucharías?
En una época bastante lejana escuchaba los clásicos del rock argentino, me armaba cassettes. No sólo con los grupos de aquel momento, especialmente los discos de los primeros años setenta y los fundadores. Me siguen gustando, pero hace tiempo que no los escucho habitualmente. Creo que los discos que realmente escuchás, los escuchás siempre. A mí me gusta hablar y escuchar música, pero no escucho música obsesivamente, quizás porque mi propia demanda musical me ocupa el tiempo y la mente.
¿En qué lugar ponés los discos que vos grabaste?
No los tengo. Los regalé, no pensé en guardar varias copias, un stock. No escucho mis discos, soy de esa clase de músicos que jamás se escuchan y no somos pocos. No me molesta escuchar las buenas grabaciones. Lamento no tener copias de algunas cosas que ahora ya no se consiguen y los discos donde colaboro de invitado.
¿Cuál fue el primer disco que bajaste?
Alguien me bajó Acquisition y me bajaba bastantes cosas, búsquedas y capturas. Después ese archivo me quedó en unos back up perdidos.
¿Cuál fue el último?
Uso itunes pero prefiero Spotify. Hay mucho, es cómodo de usar, está bien diseñado. El streaming. Shhhradio es muy buena. Y sigo comprando discos, me gusta buscar discos en Barcelona, hay cosas buenas y todas las disquerías están cerca, en un radio de dos cuadras.
¿Cuál fue el disco que más veces recomendaste o linkeaste?
En youtube hay maravillas para linkear, para compartir. Lo último que compartí fue «Tomorrow Belong to Me» de Alex Harvey. Siempre voy a recomendar lo mismo, lo más interesante según mi modo de verlo. En la época pre-digital el que mejor rankeaba era aquel de Lowell George, Thanks i´ll eat here.
¿Escuchás tus discos en mp3?
Nunca. Sólo cuando son work in progress, si estamos preparando un disco y hay que escuchar algo, pero casi nunca. Tengo tres status en ese sentido: o estoy haciendo música y no tengo tiempo ni ganas de escuchar mis propios discos, o estoy tocando o ensayando y tengo suficiente música en la cabeza. O tengo tiempo pero prefiero escuchar otra cosa.///PACO