En la mañana comenzó a viralizarse la noticia. Un tirador anónimo atacó a Alison Parker, una periodista televisiva, y a su camarógrafo, Adam Ward, durante una entrevista en vivo. El hombre se acercó lentamente al paseo costero de un centro comercial en el estado de Virginia, Estados Unidos, donde la reportera de Fox News escuchaba atentamente lo que su entrevistada decía. Al encontrarse prácticamente al lado del grupo, sacó una 9mm y disparó a quemarropa. Ambos periodistas murieron. Esto lo podemos saber porque Bryce Williams, el tirador, subió rápidamente a su Facebook un video tomado con su teléfono donde documentaba el hecho y lo anunció en su cuenta de Twitter. Williams era ex empleado de la cadena WBDJ7. Su nombre real, dicen los partes posteriores a conocerse al hecho, sería Vester Flanagan, y aparentemente intentó suicidarse después de asesinar a sus ex colegas.
Bryce Williams, el tirador, subió rápidamente a su Facebook un video con su teléfono donde documentaba el hecho y lo anunció en Twitter.
El video que dejó antes de quitarse la vida, y el video que grabó la cámara del reportero asesinado, también se viralizaron poco después que la noticia. O de hecho, un poco antes. ¿Quién puede asegurar qué fue primero? Sin embargo, no son muchos los que pudieron acceder a los testimonios de primera mano. Tanto las redes sociales como el sitio de broadcasting YouTube y los portales de noticias bajaron toda presencia del video en internet, intentando borrar la prueba directa de lo ocurrido. Nadie sabe realmente por qué y con qué finalidad desparecieron los videos de la red. Las empresas Facebook y Twitter, que comercializan su producto bajo la premisa de democratizar el acceso a la información, parecen ser las primeras en autocensurarse y eliminar esta clase de contenidos. A su vez, el resto de las empresas periodísticas las imitan con el fin de cubrirse presumiendo que Facebook y Twitter saben algo que ellos no. Algunas empresas deciden hacer su juego porque –saben- no existen leyes que prohíban la difusión de este material.
Facebook y Twitter, que comercializan su producto bajo la premisa de democratizar la información, parecen ser las primeras en autocensurarse.
Los voceros de las empresas que gestionan redes sociales pueden alegar que algún usuario lo haya reportado. También podrán decir que “se protege la sensibilidad de los usuarios” o que se intenta evitar un “efecto contagio”. Lo cierto es que de estos sucesos, si algo queda claro entre la sorpresa y la vorágine informativa, es que la «democratización» de las redes sociales es falsa, y que al final siempre hay alguien que decide qué se sube y qué no, qué tenemos que ver y qué no, qué violencia puede verse y cuál todavía se debe esconder/////PACO