I. La máquina de Turing
Prácticamente toda la tecnología hogareña creada durante el siglo XX provino del laboratorio de la guerra. Desde el microondas que fue un descubrimiento del ingeniero Perci Spencer mientras experimentaba co un magnetrón -tubo al vacío- para la confección de un radar más poderoso hasta la televisión y su transmisión de ondas por tubos catódicos, todo provino de la búsqueda de eficientizar algún determinado aspecto del ejercicio de la guerra. Tal es el caso del matemático británico Alan Mathison Turing que es quién desarrolló los primeros prototipos informáticos durante la ardua tarea de descifrar el algoritmo del código con el que trabajaba la máquina Enigma con la que el nazismo realizaba todos sus intercambios de información durante la segunda Guerra mundial.
Turing creo la primera computadora capaz de realizar cálculos que a un hombre con un papel, un lápiz o en una pizarra le llevaría años, en segundos. Con su máquina Bombe que fue una reversión del concepto de Máquina de turing creado por él en 1936, Turing, no solo inició la carrera informática sino que también le permitió a los aliados, y específicamente al gobierno británico ganar la Segunda guerra mundial.
Turing creo la primera computadora capaz de realizar cálculos que a un hombre con un papel, un lápiz o en una pizarra le llevaría años, en segundos.
Explicar el funcionamiento de la máquina Bombe o de la más primitiva Máquina de Turing es entrar en un terreno donde el lenguaje se vuelve muy específico. Pero para dar una idea general del funcionamiento podríamos hacer una analogía con el I Ching, el libro de las mutaciones. El I Ching es un oráculo que pareciera contener todas las posibilidades de respuesta para una determinada pregunta. La máquina de Turgin funciona casi con esa lógica. Sólo que en vez de tener las respuestas las va generando de acuerdo a un mecanismo de prueba error que va descartando las que dan algún tipo de error y van quedando las que tienen sentido hasta que sólo queda una que es la final. El I Ching es un texto alegórico basado en la filosofía oriental y atado a las subjetividades de los interpretadores. La máquina de Turing, en cambio, es la respuesta matemática a una pregunta matemática y a su vez, desde el punto de vista de la enunciación teórica, la Máquina de Turing es una herramienta que permite entender los límites del cálculo mecánico.
II. El test de Turing
Hay dos textos claves para entender el origen de la informática y los dos fueron escritos por Alan Mathison Turing: Los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem publicado en 1936 y Maquinaria computacional e inteligencia publicado en 1950. En el primero aparece el concepto, el desarrollo teórico de la Máquina de turing como el primer esquema de la estructura computacional y en el segundo Turing da una idea precisa y clara de las diferentes partes que componen a una computadora como las conocenos en la actualidad con hardawe, software, una unidad CPU, una pantalla o un parlante para percibir el devenir de lo que se programa, un teclado para introducir los comandos. Y a su vez describe las relaciones logarítmicas entre cada una de estas partes. Pero, aún sin que las computadoras hayan llegado a las casas de los ciudadanos (en ese momento las pocas computadoras que había ocupaban departamentos completos), Turing plantea el problema quizás más importante de la relación entre el hombre y la máquina.
El juego de la imitación formula la pregunta especulativa más importante para la ciencia ficción, los geeks, los científicos y los fabricantes de robots: ¿pueden pensar las máquinas?
En el primer capítulo titulado El juego de la imitación, formula la pregunta especulativa más importante para la ciencia ficción, los geeks, nerds, científicos y, en la actualidad, para los fabricantes de robots o de servicios de Inteligencia artificial (de ahora en más IA): ¿pueden pensar las máquinas? Bajo esta premisa el texto exhibe diferentes situaciones problemáticas -basadas en un programa de entretenimientos popular de la época llamado The imitation game– para intentar comprobar esto que consta, específicamente, de una especie de competencia entre el hombre y máquina donde el hombre debe ser capás de reconocer si del otro lado, el que responde sus preguntas es un hombre o una máquina. Si el hombre decide que la respuesta es humana pero en realidad fue formulada por una máquina, entonces, eso quiere decir que las máquinas sí pueden pensar. Y así es como funciona el Test de Turing. Entonces Turing, no solo que inventa el nuevo sistema binario digital en el que se empezaría a basar todo tipo de producción y cálculo; sino que también ya establece las pautas teóricas, éticas y morales para pensar los límites de este nuevo sistema en cuanto a su relación con el hombre y con la civilización.
III. El mito
Con la guerra fría como contexto en un mundo que descubrió la potencia de la energía nuclear luego de Iroshima y Nagasaki, y con el desarrollo de la carrera espacial entre la URSS y USA en una instancia de competencia desaforada, la ciencia ficción hierve en ese caldo de cultivo generando posibles hipótesis sobre el desarrollo de este nuevo casamiento de la civilización entre el hombre y la máquina. Propuestas estéticas pero también éticas y políticas como Sentinel of Eternity (Centinela de la Eternidad) el cuento de Arthur Clark publicado en 1951 en el que se basó la película que mejor representó el problema “moral” de la IA, 2001 A space odyssey (2001 Una odisea en el espacio) dirigida por Stanley Kubrik y estrenada en 1968. O I, Robot (Yo, Robot) la novela de Isac Asimov que primero salió en entregas y finalmente fue publicada en 1950 y en el 2004 llegó al cine protagonizada por Will Smith y dirigida por Alex Proyas. O Supertoys Last All Summer Long (Los súper juguetes duran todo el verano) de Brian Aldis editado en 1968 y en el que se basó la película que empezó el proceso se guión Stanley Kubrik y finalmente dirigió en el 2001 Steven Spielberg: Inteligencia Artificial. O Do Androids Dream of Electric Sheep? (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) de Philip K. Dick publicada en 1968 y en la que se basó la película Blade Runner dirigida por Ridley Scott en 1982.
El debate sobre la IA llevó la ciencia ficción a la población, a la ciudadanía. Pero, en su enunciación, no era muy diferente a las proclamas apocalípticas.
Todas estas películas que primero fueron un texto literario, ya sea cuento o novela, plantean, de foma más o menos acertada, con sus propios matices temporales, geográficos o estéticos; el mismo interrogante: que va a pasar cuando las máquinas, en su afán de eficientizar su labor, decidan eliminarnos. El debate sobre la IA remplazando al humano lo llevó la ciencia ficción a la población, a la ciudadanía. Pero, en su enunciación, no era muy diferente a las proclamas apocalípticas como la invasión extraterrestre o la catástrofe natural. Aunque resulta que ahora, 65 años después de que Turing formulara la pregunta ¿pueden pensar las máquinas?, la IA se a vuelto en el campo de la ingeniería, la informática, la seguridad y hasta la producción alimenticia, una herramienta imprescindible.
III. El día a día
En los últimos décadas la IA se instaló en actividades ligadas a los cálculos de predicción estadísticos. En los campos de finanzas, medicina, música, comunicaciones, industria; la IA toma información antecedente y establece categorías probabilísticas anticipándose a resultados. No es una utilización muy diferente a la máquina Bombe de Turing, solo que con más velocidad y más capacidad de almacenamiento de datos en menor espacio. Pero en los últimos años se buscó ir más allá con el desarrollo de cálculos intuitivos y razonamientos a partir del campo visual gracias a los avances tecnológicos en el registro de imágenes. Como el caso de Smartbird un robot que puede volar como un pájaro, simplemente eso. Pero para conseguirlo tuvo que aprender a “improvisar” de modo autónomo millones de cálculos por segundo para desarrollar la capacidad de planear y esquivar objetos en el aire. O el caso de softwares de comentaristas deportivos que leen los movimientos de los jugadores y su desempeño en un una pantalla. O Google now y Siri dos softwares que asisten la vida de los dueños de los smartphones con agenda, noticias, vuelos, clima y sugerencias musicales.
En el 2015 la compañía líder en informática Google Inc. realizó sus primeras pruebas pilotos con una aplicación de IA llamada Google Photos.
En el 2015 la compañía líder en informática Google Inc. realizó sus primeras pruebas pilotos con una aplicación de IA llamada Google Photos que mejora el algoritmo de búsqueda y organización de imágenes personales que tiene la IA de reconocimiento facial de la red social Facebook y de su propio motor de búsqueda en la red. Durante esas pruebas una pareja de afroamericanos denunció que la aplicación los confundió en una imagen on dos gorilas. Es decir que cuando uno utilizaba el motor de búsqueda de la aplicación con la clave “gorila” aparecía una foto con esta pareja sonriendo a cámara. Google inmediatamente pidió disculpas por lo sucedido y cambió la clasificación de esa imagen. Podría ser un error típico de prueba y error a los que se suelen someter este tipo de productos a fin de mejorarlos, pero está diciendo algo mucho más profundo. Estos avances están demostrando las fronteras donde la IA choca con los intereses, las pautas sociológicas y los derechos de civiles de los humanos. La máquina desconoce el mundo que rodea a su misión. Su misión excede a lo humano.
IV. El deseo de no ser apagado
Si partimos de las tres leyes de la robótica enunciadas por el escritor Isaac Asimov en su novelas:
- Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley
Quiere decir que estamos partiendo de la premisa que un robot, una IA no debería desarrollar pensamiento autónomo que se oponga a los intereses de la humanidad. Es decir que un robot no debería plantearse la necesidad de no ser apagado, ya que así podría realizar la actividad para la que fue programado por más tiempo, debido a que en el caso de no querer ser apagado se enfrentaría a cualquiera que intentara apagarlo ya que eso estaría en contra de su objetivo primordial. En las ficciones de Asimov estas leyes se encuentran grabadas algorítmicamente en la corteza cerebral del robot y en el momento que la conciencia piensa en violar alguna de estas leyes inmediatamente, como en un deus ex machina, se autodestruye. El dilema aparece cuando se desarrollan sistemas conscientes de sí mismos destinados a autosuperarse con el objetivo de realizar su misión, la tarea para la que fueron programados, de un modo cada vez más eficiente y en este sentido, podrían, desarrollar los puentes para saltear, algorítmicamente, las leyes de la robótica.
V. El fin de la ciencia ficción
Como vimos, la ciencia ficción, la literatura, siempre fue la encargada de proponer contextos para la interacción, el choque de intereses ineludible entre IA y civilización. En el 2011 apareció en Inglaterra una serie que propondría las bases teóricas y estéticas para dar un nueva propuesta, por lo menos en materia ficcional, de cuál es próximo paso, el siguiente paradigma de la IA con respecto a los humanos. La serie, creada por el talentoso guionista y realizador británico Charlie Brooker, es Black mirror. Esta serie a lo largo de siete capítulos (dos temporadas de tres y un episodio especial de navidad) plantea la hipótesis de sentido más fuerte con que la fenomenología de la ciencia ficción se encontró: la ciencia ficción está muerta.
La literatura siempre fue la encargada de proponer contextos para la interacción, el choque de intereses ineludible entre IA y civilización.
A partir de este momento, la civilización, la humanidad, llegó a una relación de tal dependencia con la tecnología y con el desarrollo de la IA que la ciencia ficción se convirtió en un realismo. La serie trabaja los temas clásicos de la ciencia ficción pero en escenarios totalmente realistas que hacen dudar si se trata de un futuro cercano o directamente un presente oblicuo. Esta serie allanó el camino para que películas como Her (2013) de Spike Jonze y Ex Machina (2015) la opera prima del guionista de ciencia ficción Alex Garland, plantearan un ingrediente que Black Mirror en su afán realista no trabajó y que es específicamente el desarrollo de sentimientos como estrategia de supervivencia y, por lo tanto, el de la caducidad del test de Turing formulado por Turing hace más de cincuenta años.
VI. El test de Turing del test de Turing
Ex Machina Spike Joze indaga sobre el desarrollo del enamoramiento por parte de los softwares o IA. El software (que es uno muy similar a Siri del OS de Mac) en su misión de asistir al humano de acuerdo a los algoritmos de reconocimiento que pueden extraerse de las búsquedas de google o de los archivos que consume o genera el usuario, el software puede generar un tipo de personalidad compatible que podría enamorar al usuario sin problemas. La pareja perfecta que acompaña, sirve y no genera conflictos. La paradoja de la película es que el software Samantha que puede tener autoconciencia de sí mismo y decide abandonar al usuario para el que fue creado y huir con otros softwares como él a algo así como el paraíso de los softwares enamoradores. En Ex Machina el problema del Test de Turing es el eje de la película. Ya que un programador es contratado para hacer un test de Turing a una IA pero bajo la premisa de que sabe que es una IA. Las capacidades a evaluar es si la IA puede enamorar, seducir, tal como lo hace un humano. Aquí entra en juego la mirada houllebecqueana la seducción, el potencial de seducir como el mayor desarrollo estratégico de la humanidad en sun afán de sobrevivir y reproducirse. Lo que plantea Garland en los largos intercambios que hay entre dos de los personajes es que Turing idea un test pensando en un determinado desarrollo para generar respuestas “naturales”, “humanas” de las IA pero sin saber que las IA lograrían avances mucho más certeros en otros campos de la robótica que no consisten específicamente en responder de la forma más humanamente posible. La robótica y las IA tuvieron un desarrollo paralelo a las predicciones de Turing como por ejemplo en los movimientos o en el desarrollo de cálculos autónomos ajenos a las respuestas racionales. Así es que si evaluamos en la actualidad si es que hay una IA que rompió o superó el Test de Turing seguramente encontremos discusiones en torno a, por ejemplo, una IA ucraniana que se hizo pasar por un niño de trece años llamado Eugene Goostman y supuestamente superó el Test en el año 2014. O encontremos otro tipo de test como el del desarrollador de música Lamus que , según dicen sus realizadores, puede componer piezas musicales idénticas a las producidas por humanos.
Los experimentos realizados al colocar máquinas de Turing evaluando a otras máquinas de Turing dieron resultados asombrosos, como cuando un niño genera fascinación en sus padres.
Los experimentos realizados al colocar máquinas de Turing evaluando a otras máquinas de Turing dieron resultados asombrosos como cuando un niño de tres o cuatro años lo hace con el lenguaje y genera fascinación en sus padres. Tal es el caso del video publicado por el Lab Creative Machines de Cornell en el 2010 en donde dos androides virtuales al entrevistarse mutuamente generaron la respuesta: “No soy una computadora, soy un unicornio”. En el 2001 los científicos Selmer Bringsjord, Paul Bello y David Ferrucci inventaron la superación del Test de Turing que es el test de Lovelace en homenaje a la científica británica Ada Lovelace (1815-1852), considerada la primera programadora. Este test consiste en verificar, mediante una serie de pruebas si la máquina es capás, no de engañar a un tribunal con el tenor humano de sus respuestas, sino de crear por sí misma un reflejo creativo sensible para el que no fue programada: un poema, un dibujo, una idea propia. Mark O. Riedl profesor del Instituto de Tecnología de Georgia diseñó hace unos años el test de Lovelace 2.0 donde perfeccionó los niveles del test y en donde, cómo en la película Ex Machina, ya no se trata de descubrir si hay una IA o un humano del otro lado, sino más bien cómo es que funciona esa IA y si es que puede generar pensamiento autónomo/creativo.
En el artículo publicado en el 2015 Move over, Turing (Hazte un lado, Turing o más rioplatense: Correte, Turring) dos de los directores de Google’s big picture -en medium.com figuran como Fernanda & Martin- proponen que en realidad el Test de Turing sirve más para entender cómo piensan los humanos que cómo es que lo hacen las IA. De este modo, proponen hacer un test para delimitar los comportamientos internos de las IA. Como si fueran específicamente una psiquis. Para esto hicieron varios test de Rorschach a diferentes IA obteniendo mapas de desarrollo de pensamiento mucho más certeros sobre qué es en lo que piensan las máquinas que no tiene mucho que ver con lo que los humanos tememos o imaginamos.
VIII. El amor y su extensión
Si dejamos de lado la misión evolutiva de selección natural, supervivencia y reproducción: ¿Qué impedimentos morales, prácticos y sociales prohíben a un hombre enamorarse de una máquina? El fetiche del hombre con el metal de un modo más atávico y primitivo, y luego con la máquina como el auto, la moto o, en la actualidad, un smartphone son relaciones de parentesco, deseo y complicidad muy fuertes. La mecanofilia, la simorofilia (llevada al mundo estético por la novela Crash de Ballard) o la acrotomofilia; son conductas sexuales que se desprenden del amor directo hacia la máquina o hacia las transformaciones que ocasionan las máquinas en nuestro cuerpo, como es en el caso de amputaciones o lesiones por accidentes, precisamente, con máquinas. Una categoría acuñada por el periodismo de la moda en vinculación al mundo Geek es la de tecnosexual, que si bien no refiere a una forma de sexualidad fetiche, en torno a nuevas sexualidades; ancla su concepto en la necesidad de una estrecha vinculación con la tecnología por motivos estéticos. Para la construcción de una personalidad que busca seguridad en el consumo de objetos tecnológicos y a su vez extiende su horizonte de conquista en demás sujetos que viven de acuerdo a esta premisa tecnosexual. La tecnología portátil se transformó en prótesis que potencian específicamente condiciones de la memoria, el cerebro, y a su vez también sirven para atracción sexual. Pero, volvamos a la pregunta enunciada al principio: ¿Qué impedimentos morales, prácticos y sociales prohíben a un hombre enamorarse de una máquina? O refurmulando esta pregunta: ¿En qué consiste específicamente estar enamorado y por qué no puede manifestarse con una máquina? La definición con la que occidente construyó el imperio de los sentimientos entorno al amor como bien preciado surge del Banquete de Platón y más o menos consiste en la perdida del eje de la realidad o de los condicionantes de la realidad de manos del obnubilamiento frente a la belleza. El incontrolable deseo de conocimiento y contemplación de la belleza de modo autónomo. Esta definición, desde luego, aplica a cualquier cosa, cada vez más a máquinas////PACO
Capítulo de Europa, que será publicado por la editorial Triana.