Latinoamérica, Sudamérica, Indias Occidentales, ¡Nuevo Mundo! Una necesidad, el amor, nos mantiene juntos. Y si no es el amor, será la bomba. ¿Y qué hay de nuevo (literariamente) en el Nuevo Mundo? Tuve el honor de ser invitado internacional (la palabra no me disgusta, pienso inmediatamente en international playboy) de la Feria del Libro La Paz 2017 en donde, además del agasajo de la proverbial buena onda paceña, se me presentó como autor (ante el auditorio semivacío que me corresponde) y participé de una mesa sobre nueva literatura latinoamericana. En estos oscuros días de las barritas energéticas, la presentación del Chow se inició chowing coca en caramelo con el moderador para luego desperdiciar el tiempo del público con predecibles arengas (por ej., en relación a los proyectos políticos):
—¿Qué nos importan los pobres? ¡Queremos algo que realmente nos interese! ¡Exijamos PLACER a las plataformas! ¡Queremos drogas personalizadas y mil años de vida!
En la mesa compartida sobre lo nuevo, el tiempo, nuestro único capital, se repartía entre especialistas peruanos, brasileños y un chino argentino moderados por un español. Como es norma, el debate se puso a desconfiar de sí mismo. ¿Lo nuevo? ¿Puede alguien nuevo, digamos un/a pibe/a de menos de treinta, convertirse en lo nuevo, esto es, lo nuevo bueno? ¿Y qué es eso de la literatura latinoamericana que deja afuera a los inmigrantes alemanes, los judíos, los árabes y los chinos? Por otro lado, tomé favorable contacto con formas no necesariamente nuevas, ni latinas, y tampoco ciento por ciento literarias:
Alison Spedding. Es una reconocida antropóloga inglesa radicada en Bolivia que incrementó su popularidad cuando la pillaron con dos kilos de marihuana en su apartamento para terminar en el Centro Penitenciario Femenino de Miraflores y poder sostener el drama autoritario del crimen con un castigo que satisfaga a la ciudadanía. Todo indica que esos kilos eran solo para ella (me saco el sombrero doctora). En su contra, podríamos revelar sus debilidades literarias. Segundo punto a favor: en mesas cultas Alison suele reclamar que se hable en aymará. Tercer/cuarto punto: ha publicado una novela de sci fi aymará (en la que la etnia se luce en el comercio intergaláctico). Quinto: en otra novela, la protagonista femenina, Aleizon Ailix Ayndra, cumple el destino de Alejandro Magno. Sexto: recomienda La tumba infecunda de Bascopé Aspiazu.
Marco Tóxico. Conocí al hombre en una fiesta y le compré su cómic a cambio de adicionales cuatro shots de tequila. Su cuadernito estaba mejor que los tequilas y con esto puedo pensar que nunca viene mal un metadato cuando uno se inclina por una obra de arte (eg. busqué afanosamente El camino total de Salvador Benesdra [un manual de autoayuda], porque Benesdra se tiró de un décimo piso ni bien lo terminó).
Carlos Freyre. El discreto, casi holográfico, hombre se presentó en la mesa de novedades como «un soldado» con vasta experiencia en la lucha contra el terrorismo de selva. No llegué a evaluar su talento con las letras, pero ¿quién puede decir que una selva como la peruana, no sea una máquina de generar cuentos? A la noche nos tocó cenar solos y, singanis de por medio, le pregunté a Carlos por su rango. Es nada menos que comandante del ejército peruano.
Nombre, rango, número, helicópteros verdes sobrevolando cientos de pistas/líneas de coca. No sé qué es lo nuevo ni qué es lo viejo. No sé qué hay abajo ni arriba. Somos robots de carne, no tenemos destino ni propósito. Preguntarnos por el motivo que nos rige sería como preguntarle a la piedra por qué rueda montaña abajo//////PACO