1. Vivo con mi novia en un departamento oscuro e interno de dos ambientes. Mi barrio se llama Balvanera en el mapa político administrativo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero es más conocido como Once. O Abasto. Algunos le dicen Abastonce. Yo le digo Palermo Lima, o Palermo Triple Frontera, o BeyOnce. No importa. No podemos poner aire acondicionado porque no tenemos donde. Hay un solo ventilador y está en el living. Dormir es imposible. Cocinar también. Coger también es difícil y un poco asqueroso.
2. De lunes a viernes tomo el Subte A. Ese que estuvo dos meses sin funcionar en pleno verano porque estaban renovando los vagones. Los vagones nuevos tienen aire acondicionado, pero las chances de que te toque uno al mediodía rondan el 35%. Si no, el calor humano de los viejos. Algunos indignados decían que el boleto a 35 centavos de dólar iba a lograr que viaje menos gente, pero no tuvimos tanta suerte. Al mediodía también es hora pico. En Buenos Aires siempre es hora pico.
3. Trabajo en una empresa de periodismo. Estamos a punto de cumplir una semana de paro, como protesta por el despido sin justa causa de siete compañeros. Pero lo más grave es que no anda el aire acondicionado. Desde antes de que yo entrara, en 2007, que no anda el aire acondicionado. Algunos dicen que el sistema de refrigeración del edificio es demasiado viejo y funciona con una clase de gas que ahora está prohibido. Otros, que la empresa recorta también en eso. Lo concreto es que seguimos de paro y sin aire acondicionado. Por eso vengo en bermudas y alpargatas. Lo único que hacemos en todo el día es cagarnos de calor. Como cuando no estamos de paro, pero sin disimular.
4. Vuelvo a casa caminando. No es lejos, necesito el ejercicio, y el subte de la vuelta me deprime. En Pueyrredón, entre Rivadavia y Sarmiento, están todos los semáforos cortados. No hay un policía que ordene el tránsito. En la esquina de Valentín Gómez, enfrente del Frávega, dos tipos sentados en el escalón de entrada de un edificio aspiran cocaína picada sobre una tarjeta SUBE. Por suerte no se cortó la luz en todo el barrio. Todavía.
5. Al lado de mi edificio hay un supermercado chino. Hasta hace unos meses estaba sucio y vacío como un almacén soviético de Bucarest en 1988. Ahora lo reabrieron, limpio y mejor abastecido, pero sigue sin ir nadie. Los chinos son simpáticos, están siempre fumando en la vereda y te saludan cuando pasás, incluso si tenés bolsas de otros supermercados. También se llevan bien con los paqueros del barrio, que cada vez son más y no tienen drama en fumar de día. Capaz piensan en el chino de Glew, que murió cuando le incendiaron el negocio por resistirse al saqueo.
6. En 2006, Mario Wainfeld se cruzó con Néstor Kirchner en un pasillo de la Casa Rosada. El entonces presidente sacó un papelito del bolsillo y le espetó al cronista la cantidad de aires acondicionados que se habían vendido durante su gestión. “Millones de personas que por primera vez no se mueren de calor en verano. ¿Y sabe cuánto pagan de electricidad? Por eso, porque hay millones de laburantes que viven mejor, tenemos tanto apoyo”, dijo Néstor. Era muy distinto ese kirchnerismo a las sobras que nos quedaron después de 2011. Ese que renunció al modelo de acumulación con matriz diversificada e inclusión social, y a ampliar la base energética. Ese que ahora advierte que este verano habrá más cortes de luz, sin hacer nada para evitarlo. Las luces se apagan en los ministerios vaciados y los funcionarios en bermudas escapan a sus hogares africanizados donde rezarán para que la grilla aguante un rato más. Aunque sea hasta que prendan el aire.
7. A las 20.37 del miércoles 13 de julio de 1977 cayó un rayo sobre la estación eléctrica de Buchanan, Nueva York. Una hora después se había cortado la luz en toda la ciudad y alrededores. No era el mejor momento: además del calor del verano del hemisferio norte, Estados Unidos estaba en plena recesión, y Nueva York recién se recuperaba de los crímenes del asesino serial conocido como “el hijo de Sam”. Hubo protestas y saqueos, sobre todo en los barrios más pobres de Bronx, Brooklyn y el Harlem. La policía arrestó a más de 4.000 personas y los bomberos apagaron más de 1.000 incendios, que combinados provocaron daños por 300 millones de dólares. Un efecto inesperado: decenas de jóvenes, entusiastas de la música negra, aprovecharon la movida para saquear negocios de electrónica y llevarse equipos de audio. “Antes del apagón, había unos cinco grupos de DJ; después había un DJ en cada esquina”, cuenta Grandmaster Casanova Fly, uno de los pioneros de un género que estaba naciendo. “Fue una gran chispa en la revolución del Hip Hop».
8. En noviembre del año pasado también vivía en Once, pero en otro departamento. Un día se tapó una cañería del pasillo. El agua servida salía por el desagüe y había que juntarla en baldes para tirarla por el inodoro. Después se cortó internet. Al día siguiente se fue la luz y, poco después, dejó de funcionar el agua. Pensé que JG Ballard podría haber escrito una novela sobre una ciudad actual que de pronto queda sin electricidad. También pensé en un eventual reality show, donde los participantes (un cronista enano, un referente barrial de Kolina, un taxista cocaínomano, un militante del Partido de la Red, un ama de casa aburrida, una cheta tetona de la UCA con hidrocefalia, un futbolista retirado, un veterano de Malvinas que no peleó) intentan sobrevivir acorralados en un ministerio del gobierno porteño. Nadie lo vería, claro.
9. “Pensemos en el área Metropolitana de Buenos Aires. Destruyendo las instalaciones Palermo, la mitad de la población se queda sin agua potable. Las Centrales eléctricas de Costanera más los transformadores de las líneas de alta tensión, no superan la docena de objetivos, llevarían a la CABA y el Conurbano al siglo XIX. Sin electricidad no hay cadena de frio ni para los alimentos ni para los medicamentos. Tampoco combustible para los transportes y gas para cocinar, utilizan bombas eléctricas. Cualquier edificio de más de 4 pisos se vuelve inhabitable. Plasmas, computadoras y móviles no funcionarían. Puerto Madero tendría el mismo nivel de vida que la villa 31, y los paredones de los Country no separarían calidades de Vida”. La especulación es de 2009 y pertenece al viejo Manolo. ¿Cuánto falta?
10. Ni en la novela, ni en el reality, ni en la hipótesis apocalíptica aparece la figura del zombie. El zombie es un personaje de ficción, que conjuga los miedos del inconsciente colectivo. El miedo a lo extranjero, el miedo a la pérdida de la individualidad, el miedo a la muerte. El zombie apareció varias veces como personaje, como argumento y como retórica en los últimos años, hasta el hastío y el desgaste. En este caso no. En este caso, zombies somos todos.///PACO.