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Las elecciones de Santa Fe se convierten en 2015 en la previa más fiel de las nacionales. Los comicios anteriores estuvieron demasiado condicionados por caudillos que tienen “atado” el electorado de esos distritos. Urtubey y Capitanich son políticos de peso propio a quienes se vota más allá de quién gobierne el país. Pero Santa Fe muestra un panorama especial: una provincia gobernada por una fuerza muy nueva (una alianza sui generis comandada por el Partido Socialista y secundada por la UCR) cuyo status quo se ve amenazado por otro partido aún más nuevo. El PRO de Mauricio Macri representado por el humorista y ex diputado Miguel Del Sel que muestra un gran impulso para conseguir la victoria en las generales. Atrás, el kirchnerismo representado a regañadientes por el diputado Omar Perotti se parece más al neo-sciolismo que al histórico kirchnerismo de los últimos 12 años. Una evidencia es que la presidenta no dio apoyo económico ni discursivo al ex intendente de Rafaela y todo lo que pudo usar Perotti de los funcionarios nacionales fue gracias al apoyo personal que consiguió luego de muchos años de orbitar en el entorno K.
La presidenta no dio apoyo económico ni discursivo al ex intendente de Rafaela y todo lo que pudo usar Perotti de los funcionarios nacionales fue gracias al apoyo personal.
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En estas elecciones que serán en una semana ya se ve el desgaste de Massa como candidato. Los cuadros que el intendente de Tigre logró colocar tras de sí en Santa Fe consiguieron adhesiones mínimas o directamente desaparecieron después de las primarias. La sola mención de Massa en los discursos resta ante un electorado que ve en televisión como quien fue “la gran esperanza blanca” hasta principios de año se desinfla hasta convertirse en un pedazo chirle de goma. Massa contó con el peronismo residual de todas las provincias, acordando con candidatos que usaron su nombre para levantarse y no aportaron nada a una candidatura que no pudo sostenerse en el tiempo. El éxito de sus cuadros en Santa Fe dependían de factores que pertenecen al pasado (candidatos como Buzzi que sigue queriendo vampirear la escasa fama que logró durante el conflicto campo-gobierno) o del empuje que podrían darle aquellos peronistas que hace años están fuera de toda estructura partidaria, como Cachi Martínez, el santafesino que lo representa después de la interna. La desesperación y la ansiedad no parecen ser facores de impulso sobre todo con un líder que a días de las elecciones no sabe a qué cargo va a lanzarse como candidato. La duda, se sabe, no es la mejor carta para pedir votos.
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El Frente Progresista conducido por el Partido Socialista que gobierna Santa fe desde hace 8 años viene muy golpeado. En principio, por el escándalo en materia de inseguridad que convirtió en los últimos años a Rosario como la nueva meca narco de Latinoamérica, transformando a lo que solía ser la ciudad modelo de la provincia en la capital de la violencia, al menos a nivel mediático. Mientras los jefes narcos se alojan en cómodos y tranquilos chalets del Delta de Buenos Aires, las bandas de soldados del narcotráfico convirtieron a Rosario en la nueva arena donde se disputan las batallas por las ganancias de la droga. Y el gobierno provincial se vio excedido para solucionar un problema gravísimo que si bien es parte de la vida de todo el continente, golpea más fuerte en su distrito. A la vez, que Hermes Binner no sea candidato presidencial le restó fuerza electoral, y su reemplazo, la radical Margarita Stolbizer, apenas si puede oficiar como muñeco de torta en una boda con pocas invitaciones y muchos menos asistentes. Su histórico 15-20% en provincia de Buenos Aires no alcanza ni para llamar la atención de un electorado que debe elegir entre pesos mucho más pesados que ella. A su vez, la pata UCR del Frente Progresista santafesino apenas si puede acompañar, ya que sus líderes participan de la interna del PRO, que en Santa Fe es el principal competidor de la alianza de gobierno, contradicción que los dejó congelados. Por lo tanto, sólo pueden quedarse mirando a ver quién gana y tratar de acomodarse después, ya sea con un oficialismo donde ya tienen lugar o con un PRO que va a necesitarlos después del 11 de diciembre en caso de ganar, ya que el radicalismo sería la única fuerza cercana al PRO (al menos mantienen comunicación a nivel nacional) que conoce la compleja burocracia de la administración de gobierno. Finalmente, el candidato a gobernador Miguel Lifschitz –actual senador provincial y ex intendente de Rosario- si bien es un candidato correcto no logra brillar en un contexto que precisa todo el carisma, la inteligencia y la astucia que un candidato debe tener para detener el huracán PRO. Si gana las elecciones –lo cual es una posibilidad cierta- sin dudas ganará por un par de puntos en el mejor de los casos y se encontrará con un gobierno debilitado por estos problemas más un desgaste de ocho años de gobierno previos.
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El PRO sin dudas es la nueva vedette de las elecciones. Miguel Del Sel últimamente está demostrando mayor solidez como candidato a gobernador, no sólo en relación a la elección pasada –donde perdió por apenas 3 puntos- sino con respecto a las primarias. Se lo nota menos bromista, más concentrado, más efectivo y con muchas ganas de taparles la boca a sus críticos con una victoria electoral. Sin embargo, el PRO santafesino no ayuda mucho: imbuidos del discurso de autoayuda promovido por el marketing del equipo porteño, sus actores apenas pueden repetir las frases que parecen salidas de viejas revistas “Para ti” y se evidencia su falta de experiencia en asuntos de gobierno. Para esto Del Sel tiene una esperanza: apoyarse en la antigua pero eficaz estructura que aporta el candidato a Senador nacional Carlos Reutemann, líder histórico del PJ que se cambió de bando buscando un apoyo indiscutible para su reelección en la banca que ostenta hace dos períodos. Muchos no logran comprender la figura política de Reutemann, sobre todo los periodistas –gremio que no se caracteriza por su interés y curiosidad en aprender algo que no le sirva para quedar bien con sus editores-, pero sus acciones no son ningún misterio. Queda en evidencia que el Senador no logra volver a tomar las riendas indiscutidas del PJ santafesino –hay muchos con deseo de ser caciques, como el propio Perotti- sobre todo en el contexto del kirchnerismo, fuerza que abandonó luego del conflicto campo-gobierno. Ya se sabe: es mejor ser jefe en un negocio chico que empleado en una empresa grande, sobre todo si el sueldo es el mismo. Reutemann busca la reelección acobijado por un partido que lo necesita y no le discute nada, que le da la base necesaria para desplegar su particular carisma, el mismo que fue decisivo en todas las victorias electorales desde 1991. Y a cambio aporta sus sabios consejos a Del Sel, quien a esta altura como candidato es un clon un poco más chispeante de aquel Reutemann de los 90s, y los pocos cuadros que serán útiles en caso de gobernar, como Juan Carlos Mercier, el hombre que conducirá el gabinete en caso de que Del Sel sea gobernador y que es un experimentado funcionario de los gobiernos reutemanistas. El PRO, como siempre, no termina de digerir esta “peronización” de su partido: ya la juventud del PRO santafesino se manifestó en contra de que Mercier sea parte del gabinete por su pertenencia a lo que ellos llaman “la vieja política”, pero nadie parece tomarlos en serio, sobre todo porque la posibilidad de ser gobierno es cierta y en el fondo saben que con los libros de Osho es imposible manejar la laberíntica burocracia y el entramado económico que una provincia grande e importante como Santa Fe requiere para ser gobernada no con brillo pero si con cierta eficacia.
Muchos no logran comprender la figura política de Reutemann, sobre todo los periodistas, pero sus acciones no son ningún misterio.
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Por primera vez en muchos años la pelea electoral santafesina no tiene un claro ganador. Mientras del 91 en adelante el PJ dominó las urnas, en 2007 Binner apareció como un candidato victorioso desde el principio. En 2011 el actual gobernador Bonfatti si bien se impuso con justeza, para todos habría sido una sorpresa su derrota. En este 2015 nadie sabe bien lo que va a pasar, sólo se pueden hacer conjeturas basadas en algunos indicadores que sí están claros. Está claro que Omar Perotti crece pero que su condición de kirchnerista es un techo bajo en un contexto donde el kirchnerismo está en transición de cambio radical hacia rumbos desconocidos. Es cierto que los candidatos de Massa no son una opción viable por no contar con una estructura que garantice su estabilidad. Es cierto que el socialismo frentista viene muy golpeado pero todavía le queda margen de maniobra ante un Del Sel que genera amor y espanto por partes iguales, y confía en ese efecto espanto para captar nuevos votantes que le den una victoria muy ajustada otra vez. Y es cierto que Del Sel ganó las primarias y que se lo ve mejor candidato que hace dos meses, por lo que podría sumar algunos votos más que le permitan competir codo a codo con un Lifschitz que no termina de convencer. En caso de ganar el socialismo, las esperanzas del PRO de conseguir la presidencia se esfuman: difícil que los argentinos voten masivamente a un presidente que no tiene ni un solo gobernador que lo respalde. En caso de ganar el PRO, sin dudas envalentona a Macri para, aunque sea, llegar al ballotage con Daniel Scioli, quien se alza como la renovación del kirchnerismo, pero sólo si el mismo kirchnerismo lo permite. Lo que se juega en Santa Fe no es sólo una elección distrital sino una previa importante para comprender la general nacional, instancia que cambiará la política de los próximos cuatro años y definirá el rumbo de ésta, nuestra querida Argentina//////PACO