El tiempo es percibido linealmente: un hecho sucede a otro y no hay posibilidad de deshacer lo hecho. Según las leyes universales, toda causa tiene un efecto o consecuencia. De esta manera, entender el discurrir del tiempo debería ser sencillo porque solo hay que mirar qué estuvo antes para saber por qué sucedió lo que vino después. Sin embargo, conviene detenerse en algunas aclaraciones. La primera, referida a la idea de progreso: entender una sucesión de eventos no supone desarrollo sino justamente, sucesión, es decir, un orden encadenado. En otras palabras, explicar las razones que originan cada evento no significa, en absoluto, imaginar un progreso infinito sino, nada más y nada menos, entender la raíz de cada evento.
Cansado por la extenuante gira y actos, lamento no poder asistir a los desfiles de hoy. Espero que se acerquen a Palermo y los disfruten
— Mauricio Macri (@mauriciomacri) 10 de julio de 2016
Una segunda aclaración refiere a la sencillez: reconstruir “qué estuvo antes” no resulta tan fácil como suena y no es solo por la dificultad que significa recolectar y compilar las fuentes, esas que nos ayudarán a entender qué fue lo que efectivamente sucedió. Sobre dichas fuentes pueden existir infinidad de variables y miradas que dependen, antes que nada, del lente con el cual se aborda el objeto. Para esclarecer la idea, pueden tomarse dos ejemplos antitéticos. El primero se remonta a mediados del siglo XX, cuando el historiador francés Fernand Braudel pensó la historia como un acontecer para ser observado con un telescopio. Para Braudel hubo tres niveles posibles de estudio: el nivel más profundo que se concentra sobre la larga duración y los fenómenos que él denominó “geográficos” cuyo movimiento es, por lo tanto, casi imperceptible. Un segundo nivel, correspondiente a los fenómenos de duración media que incluyen dinámicas sociales o ciclos económicos y un último nivel, el más superficial, de corta duración, que retrata la coyuntura. El otro ejemplo, un poco más reciente y más colmado de pasta que de baguettes, nace en el norte de la península itálica para mirar la historia, esta vez, con un microscopio. Carlo Ginzburg planteó a través de Menocchio, el protagonista de su paradigmático libro El queso y los gusanos, que la historia de una única persona –privilegiada esa persona por saber leer y escribir en el siglo XVI a pesar de ser un campesino y privilegiado Ginzburg por haber encontrado los documentos– puede resultar ilustrativa de las condiciones de vida, el contexto socio-político, las relaciones inter-pares y la articulación de las esferas de poder en su vínculo con los fieles. Estos ejemplos, entonces, funcionan como una clara ilustración de la multiplicidad de lentes con los que se puede analizar un proceso histórico.
¿Cómo será revivido, en el futuro, nuestro presente? ¿Será ilustrativo, este mismo presente, sobre aquel futuro?
Una tercera y última aclaración, casualmente la más importante, problematiza la finalidad de la historia como disciplina: ¿cuál es su función? ¿Sirve para entender el presente? ¿O es tan solo una reconstrucción hacia atrás? Si es así, ¿no se transforma, por lo tanto, en una colección de anécdotas y efemérides que cualquier erudito almacenaría en su memoria? Otra vez, diferentes enfoques pueden encontrar diferentes respuestas, aunque aquí encajen a la perfección las palabras de otro historiador francés, Pierre Rosanvallon: “La historia no consiste solamente en apreciar el peso de las herencias, en “esclarecer” simplemente el presente a partir del pasado, sino que intenta hacer revivir la sucesión de presentes tomándolos como otras experiencias que informan sobre la nuestra”. Una de las posibles preguntas que surge, entonces, es: ¿cómo será revivido, en el futuro, nuestro presente? ¿Será ilustrativo, este mismo presente, sobre aquel futuro? Para esbozar una respuesta, el archivo virtual de las imágenes que circularon durante el 2016 puede ayudar a comprender cómo seremos resucitados en el futuro.
El archivo virtual de las imágenes que circularon durante el 2016 puede ayudar a comprender cómo seremos resucitados en el futuro.
El actual Presidente en funciones asumió en diciembre de 2015. Su primera aparición pública como primer mandatario fue, como es tradición, asomarse al balcón de Casa Rosada para saludar al pueblo que lo recibe. Y Mauricio se acercó junto a su mujer Juliana. También estaban su Vicepresidenta Gabriela y su respectiva pareja, Juan y Mariu y Marcos, pero como no figuraron en la foto, poco importan –sus apellidos tampoco importan, porque tanto Mariu, como Mauricio o Marcos o Rogelio u Horacio pueden aparecer a tocarnos el timbre en cualquier momento, como nuestros vecinos, de quienes probablemente desconozcamos también el apellido. Mauricio bailó, juguetón, al ritmo de Gilda, ícono de la cumbia popular quasi choriplanera, que Gabriela eligió cantar como síntoma de tolerancia, de inclusión. Porque Mauricio, cuando no hace morisquetas detrás de su inmaculada Señora de los Retazos, está con nosotros, nos agradece cinco veces, nos ama a cada uno de nosotros y ama este país, aunque tenga que ir a atender a los invitados que vinieron para su asunción como Presidente.
Pocos días después del baile de la inclusión, se viralizó la foto de un perro sentado en el sillón de Rivadavia.
Pocos días después del baile de la inclusión y antes de que Mauricio viajara a Davos, se viralizó la foto de un perro sentado en el sillón de Rivadavia. “Balcarce”, como fue bautizado la mascota en alusión a la sede nacional del PRO en Balcarce 412 y no, como muchos habrán creído, en alusión a la dirección de la Casa Rosada, se llevó el protagonismo. Mientras la mascota presidencial divertía en los medios, Mauricio viajaba al Foro Económico Mundial en Davos, acompañado por Sergio, quien, en aquel entonces, histeriqueaba con la idea de ser opositor o no o sí o esperá un poquito. Lo más jugoso de la anécdota, aparte de cubrir la ¿verdadera información? no fue la insustancial metáfora de “nos gobierna un animal”, sino que el perrito, tan simpático que aparecía en las fotos, resultó ser un sorete de perro.
2016 fue un año de aniversarios: 40 años del comienzo del último y más cruel, sangriento y sádico golpe de Estado que vivió nuestro país. 100 años de la asunción de Hipólito Yrigoyen a la Presidencia, primer mandatario que llegó al cargo producto del voto masculino, obligatorio y secreto. 150 años desde la Batalla de Curupaytí en la Guerra de la Triple Alianza, esa guerra que consolidó nuestro Estado-nación y sentenció a muerte la carrera política de Bartolomé Mitre. Por último y tal vez el más significativo, por ser el otro cumpleaños de nuestra patria: 200 años de Independencia. Es cierto que de los festejos de 1916 no hay demasiado recuerdo, pero sí de 1910, el centenario de la Revolución de Mayo, pleno modelo agro-exportador, visita de la Infanta Isabel incluida. Algo similar pasó con el bicentenario: las celebraciones de 2010 fueron fastuosas, para algunos por apología populista, para otros por reivindicación de lo nacional. El 2016, por su parte, demostró el cambio de paradigma: el Rey de España se enteró de que independizarnos de su –ya vetusto en 1810– imperio le causó angustia a la élite dirigente del momento y Mauricio quiso pachorrear en la casa, pero el espíritu de Carlitos Tévez lo tomó por las orejas y lo arrastró a los desfiles.
Después del crimen de Lucía Pérez en Mar del Plata, la consigna #NiUnaMenos en contra de la violencia machista se hizo oír de manera multitudinaria por segunda vez, después de una primera expresión en junio de 2015. Aparte la línea 144, que tarda en atender y eventualmente se corta, el Estado ni noticias.
La lista intenta recopilar momentos de una red social que, aunque en caída libre, ilustra la noción de “burbuja de filtro”.
El club del entusiasmo y la negación nos convenció: el 2016 fue tan magnífico como lo predecían con la lluvia de inversiones, mayor equidad, más presupuesto en ciencia y tecnología, freno a la inflación, fin de la repartición indiscriminada de cargos públicos y, lo más importante, ¡ninguna cadena nacional! Y, como frutilla del postre, ninguna personalidad de relevancia internacional feneció en el intento. Semejante maniobra de convencimiento fue ideada por un grupo de estrategas bismarckianos cuyos salarios rondan los $60.000 mensuales, se dedican a retuitear a medios financiados por su propio gobierno pero también a medios críticos en pos de la “pluralidad de voces”: el mejor equipo de los últimos 50 años. Breve y parcialmente discrecional, la lista intenta recopilar algunos de los momentos más álgidos de una red social que, aunque en caída libre, ilustra perfectamente la noción de “burbuja de filtro”. Si servirá o no a futuros investigadores del pasado es una pregunta que carece de respuesta. Como se explicó al principio de esta nota, la representatividad de dicha investigación dependerá de cuáles usuarios se conserve registro. Como dijo Marc Bloch: “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado»//////PACO