Hace un par de meses, en esta misma revista, autores como Terranova, Dellutri y Bajder discutieron, en ese orden, muy lúcidamente, sobre la posibilidad del género policial en el complejo sistema literario argentino. Como primera precisión es claro de que se trata de un género que goza de gran vitalidad y una larga historia en nuestra literatura, pero también que es absolutamente necesario seguir pensándolo. Una de las cuestiones que parece más incomodar a Terranova es la cuestión de una actitud amable y timorata de sus autores en claro contraste con los sórdidos temas que el género debe afrontar, aunque lo que más me interesa de su artículo es la discusión sobre el rótulo “policial”. Terranova acierta al plantear que es absurdo escribir una literatura sobre la policía, ya que la policía argentina es una ficción grotesca, en sus palabras: el policial sería “una ficción de una ficción”, y que el reemplazo del policía por figuras como el fiscal y el periodista son meros manotazos para tratar de esquivar ese imposibilidad fundacional. Ante este problema Bajder, como autor del género, sale a esquivar el tema del rótulo policial y al llevar la discusión al terreno teórico sobre los géneros y al proponer como propio del policial la retórica de búsqueda puede plantear al policial como algo portátil, que puede alivianarse y adaptarse a otros géneros.
Se trata de un género que goza de gran vitalidad y una larga historia en nuestra literatura, pero también que es absolutamente necesario seguir pensándolo
En este marco de discusión y bajo esa idea parece estar escrita La Gala, segunda novela del escritor y traductor Ezequiel Bajder, publicada este año por la editorial Vestales. La novela ejecuta con certeza la idea de Bajder de la portabilidad al combinar la retórica de las novelas de desamor pastoriles del siglo XV con el relato erótico y el complejo género policial. La amalgama entre los tres es precisa y bien lograda, sostenida por una narración sin pausas, extremadamente barroca, tal vez hasta puntos un poco irritantes para el lector, que abarca todos los extremos del idioma español. Tal vez esa sea la parte más inestable de la novela, su lectura requiere un gran esfuerzo por parte del lector, un esfuerzo que tal vez no todos estén dispuestos a darle. Por su parte, lo más interesante de la obra es su estructura de digresiones y de desenrollamiento de la trama. La narración comienza con el cuerpo de Nadia flotando sobre el río para luego ir contando de forma cronológica los hechos que llevaron hasta ese punto, primero por medio de la narración en primera persona de un asistente a una serie de galas que celebra un taller literario en el delta del Tigre y luego por los testimonios ante el fiscal de los asistentes a las galas. Una vez llegado el relato al cuerpo flotando en el río, la narración parece poner reversa, rebobinar, y desenrollar lo ya contado en orden inverso, de atrás hacia delante, desde la muerte de Nadia hasta el comienzo de la gala. Y en este punto, en el desenvolvimiento, en ese volver para atrás, tal vez, sea donde la novela se inscriba de forma más precisa en el policial. Porque algo que se ausenta en la novela es la búsqueda, nadie parece estar realmente intentando descubrir qué pasó con Nadia, ni siquiera su marida Arbiter, o su joven amante, Lucius. Casi todo parece reducirse a un juego de egos y desentendimientos amorosos. Tal vez, eso sea lo propio del policial, no la figura del detective o el policía, tampoco algo tan propio de la trama como una retórica de la búsqueda, sino algo más propio de la textura narrativa, un volver para atrás, un narrar para el pasado. El policial, sea negro, blanco, rosa, suele comenzar con un crimen o un suceso que trata de explicarse, resolverse, yendo a sus condiciones previas.
El policial, sea negro, blanco, rosa, suele comenzar con un crimen o un suceso que trata de explicarse, resolverse, yendo a sus condiciones previas
Por eso mismo, algo que dice Bajder en su artículo en esta revista es tan preciso, que no pudo evitar leer El recurso humano, primera novela de Nicolás Mavrakis, como un policial. Porque lo policial, ese volver para atrás, no tiene que agotarse en una forma de escritura, pensando en lo dicho por Dellutri, en la forma de resolver un misterio, sino todo lo contrario, también puede ser el camino a una lectura enigmática. Y ese es el gran mérito de la novela de Mavrakis, ese empujar las barreras de un género un poco desteñido. Ese volver para atrás por parte de la lectura al revés del diario de un programador que busca guardar algo de sí ante la despersonalización de la era digital y del consumo personalizado genera un enigma, la reconstrucción a reversa no resuelve nada, al contrario. Y ese enigma que se genera en la lectura es el que permite obviar dentro de la trama la figura del policía, figura muy cara para el género como hemos visto, incorporando al lector de manera activa, erigiéndolo como un investigador en su lectura, obligando a una lectura realmente crítica/////PACO