Veo dos notas que, a priori, parecen ser diferentes pero en realidad no. Hombres tatuados con mensajes sentimentales, vengativos o codificados. Hombres defendiendo ese lugar hermosamente común y necesario que es la idea de “estar como en casa”. Hombres alejados, con nada para perder. Hombres con todo por ganar, a la distancia. Hombres expuestos. Hombres.

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Leo el título “La poesía de los chicos malos (La poésie des mauvais garçons)” y es inevitable no caer rendida a esas líneas que se complementan con retratos en blanco y negro de diferentes tipos tatuadísimos. Lejos de lo que puede suponerse, los protagonistas inmortalizados en esos registros eran marginales y presidarios que pasaron por el Regimiento de Infantería de África entre 1890 y 1930. La colección de esas fotos, sacadas por las autoridades francesas, las rescata un comisario llamado Jacques Delarue que, atraído por los tatuajes y obsesionado en la Segunda Guerra Mundial por los presos con marcas corporales, empieza una investigación a partir de ver dibujos y/o frases que se repetían en diferentes hombres. Con los contactos a su favor, logró recolectar todo este material que llega a las manos de Jérôme Pierrat y Eric Guillon, quienes lo convierten en un bello libro de 175 fotografías inéditas llamado Mauvais garçons (Ed. La Manufacture de Livres, 2013).

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Los que tenemos tatuajes padecemos dos preguntas a lo largo de nuestra vida: “¿por qué te tatuas?” y “¿qué significa ese tatuaje?”.

Los que tenemos tatuajes padecemos dos preguntas a lo largo de nuestra vida: “¿por qué te tatuas?” y “¿qué significa ese tatuaje?”.  ¿Cómo le explicás a alguien que ese tatuaje ya estaba sucediendo en el cuerpo antes? No hay respuesta para satisfacer la necesidad del otro de entender algo que tiene que ver con el grito sagrado de lo carnal, de lo inolvidable, del testimonio y del goce. El libro lo entiende perfecto y, lejos de ser informativo, es un documental artístico. Durante varias décadas del siglo XIX, y entrando en el XX, en Francia, los tatuajes estaban asociados a “los chicos malos”. Sus cuerpos tatuados conviviendo con cicatrices, daban cuenta de su prontuario. De ahí el título del libro y su guiño a la cita de Albert Londres, “La poésie des mauvais garçons / La poesía de los chicos malos”.

Pienso que me hubiese gustado ser yo la autora de ese verso. Reconozco ahí a la humanidad y sus idas y vueltas con el animalismo. Remarco “humanidad” y “animalismo”, por ende rompo con la idea del género del “chicos malos”, también podría ser “las chicas malas” (todos conocemos el dicho “las chicas buenas van al cielo, las chicas malas a todas partes”, no?). En esa figura, que no escatima salvajismo y, como tal, romanticismo, habitan todas las fantasías que construimos, alimentamos, anhelamos o resistimos en lo cotidiano. En ese dualismo de ternura y voracidad, se vislumbra la belleza de esas fotografías llenas de rezos corporales. Rezos más allá de lo literal como puede ser “Inch Allah (Si Dios quiere)”, porque la piel como mapa de por sí se vuelve rezo en toda esa manifestación física y emocional que es cada dibujo y frases como “Pas de chance (Mala suerte)”, “Robinet d’amour (Canilla de amor)” o “Sans patrie (Sin Patria)”, siendo estos de los más repetidos. Y todo lo que es deseo está ahí, por presencia o ausencia. El deseo de aquellos tipos y los nuestros hoy mirándolos. Los deseos son siempre los mismos, los cuerpos y el momento los hacen diferentes. Y el arte del tatuaje, corona esa unicidad.

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Sigo con las fotografías. Me llega una de un soldado sentado en una suerte de escritorio subterráneo. Me conmueve la imagen con su mirada de frente, su birome y, el gran detalle, un florero.  El escenario parece un montaje, no desencaja pero algo resulta antinatural en lo que esperamos de esa situación. Como si el soldado en guerra, a primera impresión, sea solamente eso, un soldado en guerra. Bajo el título “The Art of Homemaking in a World War Dugout”, ese gran sitio que es MessyNessy, presenta una selección de fotografías que muestran la dedicación de esos hombres por delimitar espacios, por mantener belleza y hasta cierto orden a su alrededor, por sostener costumbres cotidianas y fraternales. Con todo el significado que carga de por sí compartir una mesa y a la vez la calma de saberse con un lugar propio, el romanticismo de estos registros logra entrar en el podio de mi ranking de “seducida por imágenes de hombres de guerra”.

El autor de la nota cuenta que a la hora de escribirla había llegado a ver cerca de diez mil fotografías, y que el inicio de ese viaje es un Flickr. Se trata del de un tal Drake Goodman (https://www.flickr.com/photos/drakegoodman ), que en la biografía de la aplicación cuenta que está “casado con una italiana loca que me sigue amenazando si no dejo de comprar postales”. También aclara que cada fotografía está escaneada en alta resolución. Tiene exactamente 7216 fotos de guerra subidas, algunas con “contenido adulto” que Flickr se encarga de ocultar si no estás registrado y logueado. ¿Hace falta decir que vale la pena hacerse una cuenta?

Llego a su página asombrada por la recurrente presencia de flores en las fotos que se mostraban en MessyNessy.  Flores bien cuidadas y acomodadas exactas para su lucimiento. Conecto con una inmensa fe haciendo el ejercicio de imaginar a esos tipos buscándolas, poniéndolas en un recipiente y decidiendo donde apoyarlas. Como Dios manda, en esa fe se regodea la libido de esta colección. Ya navegando a pleno por el espacio de Goodman, veo soldados armando teatros, los veo armando canteros, posando frente a sus guaridas a las que le pintaron sus nombres o la denominación que le hayan puesto, los veo leyendo, escribiendo, jugando, charlando, rezando. También los veo en plena acción.

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En ninguna fotografía, incluso entre tantos retratos solos, palpito una sensación densa de soledad, sí hay  situaciones solitarias que, por supuesto, no es lo mismo.

En ninguna fotografía, incluso entre tantos retratos solos, palpito una sensación densa de soledad, sí hay  situaciones solitarias que, por supuesto, no es lo mismo. La única certeza en la guerra es el “ya”, y en ese “ahora” innegociable hay un contraste abismal entre el ir por la gloria y el desarraigo que amenaza todo el tiempo. Porque a esa primera partida de casa que se da en el momento de ir a la guerra, después le suceden otras posibles pérdidas y sin embargo, aún así, esos tipos activan la fortaleza de hogar. Hablamos de hogar y hablamos de los lazos que también hacen a su existencia. Porque las imágenes bélicas siempre son muy claras en cuanto a lo colectivo como fuerza mayor, lo solitario como reflejo de intimidad necesario pero no como una revalorización de la soledad y dramatismo, al contrario. No hay victimización, hay deseos por todos los ángulos de lectura posible.

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La soledad y el drama está en lo trágico de la situación pero no en el estar ahí, tal vez eso explica la necesidad de tener una mesa bien puesta que manifiesta la buena predisposición de la energía femenina.

La soledad y el drama está en lo trágico de la situación pero no en el estar ahí, tal vez eso explica la necesidad de tener una mesa bien puesta que manifiesta la buena predisposición de la energía femenina pero a través de la practicidad de la energía masculina. En definitiva, hombres y mujeres, vayamos donde vayamos, estemos donde estemos, todos necesitamos siempre tener un adónde volver y saber que alguien nos espera.  Ya lo dice Fito mejor que nadie en Pétalo de sal, “nada te importa en la ciudad si nadie espera”.

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El cuerpo como manual de supervivencia, el cuerpo como hogar esencial e inmediato de nuestra existencia. El cuerpo al tope del deseo. No puedo dejar de pensar en la fotografía como herramienta documental y, de como en contextos brutales no pierde su condición de arte. En todas estas imágenes, es tal la fortaleza de esos retratos que es inevitable caer en diálogos con la situación, y a la vez, con cada uno de esos sujetos. La gran fotógrafa Mary Ellen Mark decía que la fotografía y la escritura no eran tan distintas porque ambas tratan de contar historias. Más avanzo en ambas prácticas, más convencida sigo que es mentira que todas las historias son de amor. Todas las historias son de deseo, siempre///////PACO