Anoche terminó Game of Thrones o, mejor dicho, anoche terminó de morir Game of Thrones, aquella serie que durante 8 años, extensos años, logró sentar a millones de televidentes a lo largo del planeta los domingos a las 22hs y sintonizar HBO. La metáfora de la muerte puede sonar fuerte, pero para una serie donde literalmente se ocuparon de luchar (y vencer) a La Muerte y que tuvo como gesto estético definitorio la impiedad hacia la vida de sus personajes, imposible olvidar la ejecución de Ned Stark en la primera temporada, tal vez no sea tan desacertado. El gesto de lectura es seductor: una serie que mató a todos los personajes que amamos termina en matarse a sí misma con una temporada final insatisfactoria.
Ese gesto puede leerse en el hilarante pedido de Change.org que al menos un millón de solicitantes están firmando para pedir una reescritura y, por lo tanto, una nueva realización del final de la serie. La solicitud se enfoca en un error metodológico concreto: se critica la temporada final por lo que no está escrita en ella en vez de por lo que realmente está en ella. Al parecer David Benioff y D.B. Weiss, los productores y guionistas de la serie, son escritores incompetentes que no pudieron darle a la serie, y a sus personajes, el final que se merecían, y son, justamente, los fans aquellos habilitados para señalarlo, incluso si la serie con su desfile de droga televisiva (dragones zombie, reinas locas, bastardos que vuelven de la muerte y se transforman en herederos, niñitas que se vuelven implacables asesinas de reyes de hielo, etc) no pareciera estar escrita por y para los fans. La idea de los realizadores rehaciendo la serie año tras año, una y otra vez, hasta dejar a todos los fans contentos y la escena de David Benioff, muy envejecido, descolgando su sombrero del perchero y apagando las luces del estudio el día que eso finalmente suceda, 37 años después, parecen salidas de una película de Kaufman.
Pero es en esa encrucijada donde tal vez aparezca algunas de las particularidades que hacen de Game of Thrones, en sus largas ocho temporadas, en el producto cultural más icónico de la década que termina. Con sus orígenes enraizados en la década anterior, previa a la masificación del streaming, y las viejas formas televisivas, estrenos semanales, canales de televisión tradicionales como HBO mientras Netflix todavía distribuía DVDs, Game of Thrones tuvo que pilotear con éxito un mundo televisivo que iba cambiando sus coordenadas y formas de consumo. Pero en el medio sucedió otra revolución, que coincidió paralelamente con la pérdida de soporte literario de la serie, es decir, el ingreso de las plataformas de extracción de datos a la producción de contenidos digitales.

Si bien es cierto que desde que existen los productos seriados, a partir del folletín del siglo XIX hasta las sagas de películas como Star Wars, los realizadores han podido ajustar sus contenidos a los caprichos y las respuestas del público, Breaking Bad es un buen ejemplo, también es cierto que las posibilidades que ofrece internet con su análisis masivo de datos extraídos y enriquecidos por sus plataformas habilita una lectura más precisa de aquello los fans desean desear de sus series y películas. El problema que surge con el final de Game of Thrones es que tal vez que aquello que los fans creían querer no es realmente lo que querían y descubren, como todos, que esperaban un poco más. Después del final de anoche, y tal vez las últimas 3 temporadas, quedó claro que ante la pérdida de un referente literario, debido a las extensas vacaciones que G.R.R. Martin está usando para bañarse en dólares y secar sus pliegues sudorosos, David Benioff y D.B. Weiss tuvieron que enfrentarse con sus limitaciones como guionistas y asumir, sobre todo, que no son novelistas ni creadores de mundos fantásticos. Pero más allá de esas especulaciones cercanas a la crítica, hay un final concreto y las escenas que serán recordadas, recortadas y transformadas en memes ya están disponibles para el consumo de las redes.
Un leve sondeo por el termómetro de las redes sociales nos presenta descontento y alivio. Alivio porque finalmente terminó y las pauperización narrativa no puede bajar más. Desencanto porque, claro, no es el final que esperaban, lo cual, paradójicamente, lo transforma en un buen final. No escatima en escenas potentes, Tyrion llorando sobre sus hermanos, Jon Snow asesinando a la mujer que amaba tras asumir que se transformó en una genocida y un niño lisiado como rey. Por supuesto que los pases de comedia involuntarios tampoco faltaron, Sam descubriendo la democracia, el consejo del rey que parece salida de una reunión de gabinete de Cambiemos y el posible spin-off se Arya devenida en mochilera.
Hay una escena que puede funcionar de sinécdoque de las últimas temporadas: alguien dejó de escribir la historia de Jaime Lannister, pero no importa, la mayor fan, alguien que al parecer nunca tuvo una relación con la escritura, se tomó el trabajo de completar y escribir lo que faltaba. Desde este lado podemos celebrar el final, sobre todo porque finalmente se terminó Game of Thones y con él se acaban, también, la catarata de productos parasitarios, podcasts, youtubers con granos, cuentas en redes sociales llenas de frustración sexual, comparaciones con el kirirchnerismo y teorías conspiracionales. Pero también sabemos que ahora empezará otra catarata de conversaciones sobre los cabos sueltos de la serie y su final (Lost intensifies) como la pasividad de los reinos ante la separación del Norte o qué pasó con la deuda con Braavos y la condición de Jon Snow como Targaryen. También dejaremos que otros, más interesados, escriban, como ya están haciendo, sobre la lectura de género que condena a Jon Snow como femicida y si su castigo fue justo o no, o sobre la representación femenina del poder como histérico y caprichoso a partir de las figuras de Cersei y Daenerys. Sólo nos queda esperar que el White Walker del mercado televisivo reviva a Game of Thrones en cientos de versiones degradas como precuelas, películas, spin-offs o videojuegos para celular. Al menos por hoy nuestra guardia ha terminado. /// PACO