I

La imagen puede pasar desapercibida para cualquiera que no sea seguidor del rugby, incluso, para los que se basan solo en los datos y estadísticas, esperable. Sudáfrica se coronó en Japón campeón del mundo por tercera vez, venciendo a Inglaterra por un contundente 32 a 12, un resultado sin margen de error. La primera vez fue en 1995 de local, cuando Francois Pienaar levantó la copa juntó a Nelson Mandela, la segunda en 2007, en París y también contra Inglaterra, de la mano de Habana, Smit, Montgomery, Steyn y otros inolvidables. Pero la imagen que quedó de esta final es distinta, porque el triunfo fue distinto. El sábado pasado el que levantó la Web Ellis Cup fue Siya Kolisi, el primer capitán negro de la historia de Sudáfrica. 

Mencionar el apartheid sudafricano es tedioso e incluso redundante. Pero tal vez sea importante destacar que el seleccionado sudafricano estuvo vetado de los dos primeros mundiales (1987, 1991), y de cualquier encuentro de rugby internacional, por su segregación racial. Argentina fue uno de los pocos países que logró saltear esa prohibición y presentó, en 1982, un equipo llamado Sudamérica XV, conformado por quince argentinos, entre ellos Alejandro Puccio. Fue victoria para Sudamérica, la única hasta 2015. Una vez caída la prohibición el camino fue lento, pero firme; en 1995, ya con Mandela, sólo contaban con un jugador de color en su plantilla campeona, el recientemente fallecido Chester Williams. 

II

Siya Kolisi nació el 16 de junio de 1991 en Port Elizabeth, unos pocos meses después de la liberación de Mandela. Su infancia estuvo marcada por el turbulento pasó a la democracia en Sudáfrica y la caída del apartheid, pero si hay algo que aprendió temprano el joven Kolisi es que la pobreza puede ser igual de excluyente. Criado en el pobre pueblo de Zwide, la mayoría de las veces su única comida era la que recibía en el colegio, un poco de leche en polvo con una delgada rebanada de pan blanco con mantequilla de maní. Hijo de padres adolescentes, su madre, Phakama tenía 16, y su padre, Fezakele, apenas más, siempre estuvo al cuidado de su abuela, Nolulamile. Eran muchos en la casa donde vivían y Siya muchas veces tenía que dormir en el piso. 

En junio de 2018 debutó como capitán de Sudáfrica en un Test Match en Johannesburgo. Su capitanía fue la punta de lanza del objetivo del entrenador, Rassie Erasmus, de tener un plantel con 50% de jugadores de color. Kolisi era perfecto para ese objetivo, su historia era la típica de cualquier joven negro sudafricano, y su matrimonio mixto representaba el sueño de integración para la nación del arcoiris. Siya siempre tuvo en claro esta responsabilidad: “I’m not only trying to inspire black kids but people from all races. When I’m on the field and I look into the crowd, I see people of all races and social classes. We as players represent the whole country” le dijo el año pasado a The Guardian.

III

El camino a la cima del deporte mundial fue duro. Aunque Kolisi insiste en que nunca sintió el apartheid, según él es algo que leyó en la escuela, siempre subraya el hecho de que era verdaderamente pobre. No tenía juguetes y usaba un ladrillo como un autito. Fue esa imaginación la que lo llevó a empujar las barreras de su rugby y decidirse, a los 12 años, a cambiar de colegio cuando los cazatalentos empezaron a notarlo. Aunque antes había que resistir un primer golpe, su abuela falleció en sus brazos mientras la cuidaba. Era el primer paso del niño que se transformaba en hombre. Kolisi dice que no lloró ese día y que ese recuerdo lo avergüenza hasta hoy. A los pocos meses fue becado en la Grey Junior School para jugar al rugby. 

Kolisi, de origen y lengua Xhosa, tuvo que aprender inglés, la lengua de los blancos, en el secundario. Con un compañero de equipo, Nick Holton, se propusieron intercambiarse lenguas. Holton le enseñaría inglés y Kolisi le enseñaría Xhosa. Sin embargo, junto a sus compañeros negros seguían cantando canciones de rugby en Xhosa en los vestuarios. Aunque lo esperaba el segundo golpe, en el medio de esos primeros años de logros deportivos su madre murió. Kolisi dice que nunca llegó a decirle que la amaba y que es un arrepentimiento con el que debe cargar. Otra vez apostó por los valores del rugby: disciplina y trabajo duro. A los 19 años firmó su primer contrato profesional con Western Province, en Ciudad del Cabo, y se mudó a Stellenbosch donde el cruce cultural siguió abriéndole los ojos. De ahí todo sería para arriba en su carrera deportiva, en 2011 debutó con Stormers en el Super Rugby, el torneo más importante del mundo, y el resto es historia: Springboks y campeón del mundo el sábado pasado. 

Pero la historia se repetía, otra vez, junto a sus logros deportivos, tuvo que afrontar su responsabilidad familiar. Litigó durante 18 meses para poder adoptar a sus dos medios hermanos menores, Liyema y Liphelo, quienes se encontraban en cuidado adoptivo en Zwide desde que su madre murió. Kolisi cuenta que cuando fue a verlos por primera vez luego de muchos años, cuando ya era un springbok, se acercó a Zwide y su hermana menor no lo reconoció, la última vez que la había visto ella apenas gateaba. Le dijo a la mujer que estaba a cargo de ellos que se los iba a llevar de vacaciones en diciembre. Llegado el momento, nunca los devolvió y comenzó el proceso para adoptarlos. Kolisi cuenta que su esposa, Rachel, y su compañero de los springboks, y ahora campeón del mundo, Eben Etzebeth, fueron su principal apoyo durante ese tiempo.

IV

El partido final se reservó varios momentos simbólicos para Siya Kolisi. Su padre, Fezakele, gracias a un operativo de la Federación Sudafricana de Rugby, logró asistir a Yokohama para ver a su hijo ganar la copa del mundo. Fezakele nunca había viajado en avión ni salido de su pueblo, tampoco tenía pasaporte. Todos sabemos para quién jugamos y con quién compartimos nuestros victorias y derrotas. Kolisi dijo que quería compartir ese momento con su padre, quería que esté orgulloso de él. 

Quedaba una última escena importante del sábado, tal vez la más sutil. El rugby es un deporte de tradiciones férreas, donde los países tradicionales se imponen sobre los más débiles. Aunque Sudáfrica representa la hegemonía del deporte, es innegable, había algo de subversivo en el hecho de que el rival haya sido Inglaterra y que el príncipe Harry haya estado mirando el partido desde las tribunas. La literatura de Coetzee, el premio Nobel sudafricano, explora el retroceso de la clase dominante blanca e inglesa frente a la África negra e indígena. Tal vez la foto final de Kolisi con la copa dorada en la mano, con su origen y lengua Xhosa, saludando al príncipe inglés sea uno de los momentos finales de ese proceso. Pero atentos, la historia de Kolisi es individual, pero a su vez social. No es una historia de meritocracia, de superación personal, es una historia de inclusión. La victoria del seleccionado sudafricano, con su plantel racialmente mixto y su primer capitán negro, son la culminación exitosa de un proceso de inclusión y ampliación de derechos, son el éxito, aunque sea deportivo, de un país que apostó por todos. Aunque sabemos que los procesos deportivos no se traducen en procesos sociales, y cualquier paseo por las calles de Ciudad del Cabo cuando cae el sol atestiguan que falta mucho, tal vez el logro deportivo sea un inicio.PACO////