1. Unite the Right
El pasado 12 de agosto en Charlottesville, Virginia, Estados Unidos, en el marco de las llamadas manifestaciones de Unite the Right, en la que distintos movimientos de la Alt-Right norteamericana, entre los que se contaban supremacistas blancos, nacionalistas blancos, neo-confederados, neo-nazis y distintos milicianos protestando por la remoción de la estatua del general confederado Robert E. Lee en Emancipation Park, antes Lee Park, un hombre lanzó su Dodge Challenger hacia un grupo de contramanifestantes a casi un kilómetro de la manifestación. Al hacerlo mató a Heather D. Heyer, de 32 años, e hirió a otras 19 personas. Poco después del choque, el joven James Alex Fields, de apenas 20 años, fue detenido por la policía y acusado, entre otros cargos, de homicidio en segundo grado. Fields habría sido fotografiado durante la manifestación sosteniendo pancartas de una agrupación supremacista y, según un compañero del secundario, habría mostrado simpatía por el nazismo y la supremacía blanca durante su paso por la Cooper High School de Union, Kentucky. El Departamento de Justicia y el FBI abrieron una investigación de derechos civiles para determinar si el acusado será juzgado por «crímenes de odio».
El artículo en The Daily Stormer, firmado por el editor Andrew Anglin, acusa a Heather de haber sido gorda. Al menos, lo suficiente como para impedirle huir del auto que la mató.
2. The Daily Stormer
La condena de los hechos por parte del presidente Trump fue tibia y criticada principalmente por su falta de foco en los supremacistas blancos y en la idea de culpar a ambos grupos por los disturbios. Aunque lo más hurticante para los grupos bien pensantes y progresistas norteamericanos fue la crítica que el sitio Daily Stormer dirigió hacia la víctima, Heather D. Heyer. El artículo, firmado por el editor Andrew Anglin, acusa a Heather de haber sido gorda, al menos lo suficiente como para impedirle huir del auto que la mató, y de ser también una asesina de niñas, ya que el autor asume que al tener 32 años y ningún hijo probablemente se haya efectuado varios abortos. Por último, dice también que el mundo es un lugar mejor sin otra mujer vaga que viva a costas del trabajo de los hombres. Para cerrar su artículo, The Daily Stormer hizo una celebración del accionar de James Alex Fields definiéndolo como un hardcore player. Esta fue la gota que derramó el vaso y la paciencia de la opinión pública. La presión en la redes sociales, sobre todo Twitter, obligó-empujó-persuadió a GoDaddy, la compañía que daba hosting a The Daily Stormer, para dar de baja el dominio de la página, y a Cloudflare, la compañía liderada por Matthew Prince que brindaba los servicios de distribución de contenidos, para que dejara al sitio desprotegido y sin difusión. Esto dejó a Anglin y al The Daily Stormer sin más alternativa que retirarse a la darknet acudiendo los servicios de la red de anonimato Tor (cuyas características particulares no vale la pena reponer ahora). Este desplazamiento puso en la mira a los desarrolladores del Proyecto Tor. ¿Cómo era posible que dieran alojo a ese tipo de contenidos y discursos? Stephanie Whited, la directora de comunicación del proyecto, salió a responder. En pocas palabras, expresó que los miembros del equipo estaban disgustados por el desplazamiento de The Daily Stormer pero que por la propia naturaleza del proyecto no podían hacer nada, ya que tanto ella como sus compañeros se sentían así cada vez que sus herramientas eran usadas con esos fines, pero que no podían construir un espacio libre y abierto para periodistas, activistas de derechos humanos y gente ordinaria en todo el mundo si controlan, también, quién utiliza sus herramientas. Tor está diseñado, continúa Whited, para defender los derechos humanos y la privacidad al impedir que alguien pueda censurar las cosas, incluso ellos mismos. Aunque todavía quedaba un último y absurdo episodio. Unos días después, el 27 de agosto, The Daily Stormer volvió a la clearnet con un sitio .al en lo que sería un dominio de nivel superior geográfico (ccTLD), comentando que habían entrado en una “Algerian age” aunque, de hecho, el dominio .al corresponde a Albania. Aglin narra cómo el supuesto rey de Argelia le habría dado el nuevo dominio a cambio de que se case con su hija. Aunque, otra vez, la fantasía duró poco. Para el 30 de agosto The Daily Stormer estaba otra vez fuera de línea. Al parecer ante la presión en redes sociales y de Anonymous Albania, el registrador de dominio albano decidió bloquear el sitio otra vez. Según un vocero, las reglas del dominio permiten bloquear páginas que promulguen contenidos ofensivos, racistas e inciten al crimen, amparándose, a la vez, en la idea de que Albania siempre fue, especialmente en la Segunda Guerra Mundial, un refugio para los judíos de muchos países. Anglin, ante el bloqueo, manifestó de que se trata de los inicios de una censura total en internet y que la CIA estaba llevando a cabo la operación.
Esto dejó a The Daily Stormer sin más alternativa que retirarse a la darknet acudiendo los servicios de la red de anonimato Tor.
3. Libertad de expresión
Hasta ahora, los hechos. El debate al respecto de la libertad de expresión, uno nunca cerrado, se vuelve urgente cuando son los sectores menos pensados históricamente los que lo reclaman. Aunque las preguntas de siempre emergen otra vez, ¿puede todo ser dicho? ¿Cuál es el límite? ¿Debe haber algún límite? Cada uno podrá tener su opinión al respecto, aunque las respuestas que les demos definirán, en última instancia, el tipo de democracia que deseamos. En Estados Unidos el debate parece oscilar entre los que defienden la primera enmienda de manera radical, con una libertad de expresión sin límites, o los que, coqueteando más con las legislaciones europeas post-Holocausto, creen que determinados discursos de odio deben ser punidos y eliminados. Para Jillian York, directora internacional para la libertad de expresión de la Electronic Frontier Foundation, es un mal momento para los defensores de la libre expresión y agrega que está apenada que el debate sobre la censura en internet recién gane tracción cuando se refiere a neo-nazis y no a otros grupos históricamente desplazados como los artistas y activistas transgénero. Pero el debate no se reduce solamente entre elegir hasta qué punto es correcto permitir la existencia de todos los discursos, incluso los de odio. El hecho central es que hay jugadores específicos que toman decisiones puntuales al respecto a pesar de tal debate. El problema principal es que la plaza pública, la calle, los espacios de encuentro típicos de la antigua ciudadanía, y con antigua nos referimos al civismo de hace apenas un par de décadas, ha sido reemplazado por un espacio común, transnacional y ubicuo, un foro romano portátil disponible en cada celular, manejado, principalmente, por empresas privada, es decir, internet.
La libertad de expresión se maneja en un plano supra-ideológico. Se trata de una cuestión de hegemonía: la corrección política se ha vuelto la nueva forma de censura.
4. Limpiar internet
Lo que queda claro a partir de lo sucedido con The Daily Stormer es que internet es el gran espacio donde los discursos circulan, luchan y se articulan, donde lo que que se quiere decir debe ser dicho, pero, a diferencia de lo que la mayoría puede creer, no es un espacio libre y sin control, sino que, más bien, está profundamente regulado y monitoreado. De esta manera, la vieja frase del lingüista ruso, Valentín Voloshinov, de que el signo es «la arena de la lucha de clases», parece traducirse en la sociedad digital a que internet es la arena de lucha y el signo su medio. Pero la cuestión sobre el control en la red ya ha sido advertida por el filósofo alemán Boris Groys al recordarnos la materialidad de internet, es decir, su compleja red de cables y conexiones (su burocracia tal vez), pero también la materialidad virtual de la existencia palpable o no de los sitios y las páginas. En un mundo donde cada día más parte de nuestra experiencia de vida pasa en las redes y donde, justamente, nuestra identidad virtual se construye a partir de los discursos y las imágenes que compartimos, ser desplazado y silenciado es parecido a ser borrado. Pero la consecuencia de la privatización y la virtualización de la plaza pública es que son compañías como Facebook, Twitter y Google los que tienen la llave del parque y los que deciden, en última instancia, quién puede entrar a jugar y quién no, con al afán de convertir lo que era una arena de lucha en apenas un arenero de juegos. Porque lo que le preocupa a estas compañías, con modelos de negocios basados en el flujo continúo e irrestricto de capital y datos, es cualquier fricción, cualquier forma de negatividad que pueda interrumpir el flujo, cualquier conflicto que pueda pinchar las burbujas de filtro que han armado para el confort de los usuarios (esta propia revista ha sido echada de Facebook). Esta es la belleza que, según el filósofo coreano Byung Chul-Han, tratan de vender los servicios de redes sociales: la de lo terso y lo pulido. ¿Pero qué es «lo terso» en internet? Si pensamos desde dónde apuntan los cañones de la indignación, es fácil notar que se anclan en los dictados del progresismo global y bien intencionado. Pero entonces, ¿cómo se puede explicar que estos mismos discursos progresistas, en los que se legitiman las redes sociales y sus usuarios, celebren y hagan posible la exclusión y el silenciamiento de páginas como The Daily Stormer, a pesar de su contenido fascistoide? La libertad de expresión se maneja, al menos en la era digital, en un plano supra-ideológico. No es propio de un discurso u otro en su concepción de los derechos, sino, más bien, se trata de una cuestión de hegemonía. El discurso que está en una posición hegemónica busca coartar a los otros de su posibilidad de hablar, y los discursos periféricos tratan de reclamar un poco de espacio. Tal vez así podamos entender por qué la corrección política se ha vuelto la nueva forma de censura//////PACO