Nuevos conflictos

En noviembre de 1976 se estrenaba en Los Ángeles Network, la obra maestra de Sidney Lumet. La película retrata, con una lucidez e ironía a veces inquietante, el lado oscuro y desalmado de lo que Guy Debord llamó “la sociedad del espectáculo”. En el film podemos ver la competencia voraz entre las cadenas televisivas de los 70 por asegurarse la atención del público acudiendo, si es necesario, a todas las amplitudes ideológicas y discursivas. El único mandato para los ejecutivos es que la población siga consumiendo los productos que ellos dispongan frente a la pantalla. Como todos sabemos, un par de años después llegó internet y todo cambió. Y en ese punto fue cuando las networks que se disputan nuestra atención tuvieron que agregarse un nuevo epíteto: social. En octubre de 2010, se estrenaba en Estados Unidos The Social Network -obra definitiva de David Fincher-, película que explora con ojo minucioso el origen, allá por 2003, de Facebook, la red social que aglutina a casi un tercio de la población mundial y que regula en gran parte nuestras interacciones en la red. Pero al entrar a la segunda década del siglo XXI y con las posibilidades de portabilidad que ofrece la masificación de los smartphone, comenzaron a proliferar las redes sociales y la vieja competencia que planteaba Network se reactualizó con la lucha de las Social Networks por seducir usuarios. Desde luego que el capitalismo y el mercado siempre se alimentaron de la competencia, pero el lanzamiento hace poco más de un mes del Stories de Instagram (propiedad de Facebook) –calco completo de la misma función de Snapchat- tiene el sabor a una declaración de guerra. De hecho, ya se pueden contar las primeras bajas al anunciarse que Snapchat descontinuaría la función de Local Stories y que despidió a los quince empleados que se ocupaban de la curaduría de la sección. Entonces, ¿qué se esconde detrás de este calco y a qué responde el  trazado de campo de batalla justamente en la función Stories? ¿Saldrá Instagram victorioso o Snapchat seguirá al frente de la vanguardia cool de las redes?

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El lanzamiento hace poco más de un mes del Stories de Instagram, calco completo de la misma función de Snapchat, tiene el sabor a una declaración de guerra.

Un pasaje

Antes de responder estas preguntas tal vez haya enfocarse primero en el mencionado pasaje de Network y la “sociedad del espectáculo” al de las modernas Social Networks y lo que Byung-Chul Han llama la “sociedad de la transparencia”. Han ve en internet la concreción del panóptico foucaultiano en el que uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica, desnudándose y exponiéndose, algo muy distinto a un ataque directo a la libertad. De esta manera, la relación que los usuarios establecen con los medios cambió profundamente: de la mera contemplación de la televisión o la lectura de los diarios pasamos a un estadio en el que, por medio de internet, somos nosotros mismos los que producimos las imágenes y exponemos nuestras vidas. Para Boris Groys, internet posibilitó este pasaje en términos de dos actitudes opuestas de la sociedad ante el arte y los productos culturales. Por un lado tenemos la ‘actitud estética’, heredera de Kant y el romanticismo alemán, meramente contemplativa ante la imagen bella; por el otro está la ‘actitud poética’, enfocada en la  visión del productor, propia de la era digital en la que gracias a la proliferación de cámaras y de plataformas de distribución (redes sociales) hoy los usuarios están más interesados en producir imágenes que en consumirlas, diseñándose a la vez a sí mismos en el espacio virtual.

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Los usuarios están más interesados en producir imágenes que en consumirlas, diseñándose a la vez a sí mismos en el espacio virtual.

Migración del campo de batalla

Con esto en mente parece que no habría otro espacio para disputar las aplicaciones sociales que aquel en el que los usuarios definen los diseños que hacen de sí mismos por medio de la producción de imágenes. Pero obviamente esta lucha no se define por la que permita a sus usuarios compartir sus vídeos y fotos de manera temporal –ambas pueden– si no la que sea, obviamente, más atractiva como plataforma de negocios. Groys define el deber de cada mujer y cada hombre de establecer su propia imagen –su persona visible– en el contexto de los medios visuales globales y particularmente internet como una práctica “autopoética”. A la vez, interpreta esta práctica como la producción comercial de una imagen, el desarrollo de una marca o la adscripción a una tendencia. Entonces, estas imágenes públicas pueden ser consideradas mercancías y pueden estar atadas a los intereses de numerosos inversores y potenciales accionistas. Es así como la práctica autopoética es también una “mercantilización del Yo”. Por lo tanto, la disputa entre Instagram y Snapchat se definirá, en última instancia, por la que sea más atractiva para la mercantilización de los usuarios de sí mismos, es decir la aplicación que produzca o consiga una mayor cantidad de influencers y famosos digitales (la única forma de fama que existe realmente hoy en día) y la que ofrezca un modelo de negocios más redituable, útil y barato para inversores. Es en estos dos campos donde Instagram/Facebook demostró ser más inteligente y capaz que sus rivales directos. Para empezar, Instagram tuvo mucho más olfato que su anterior rival Twitter a la hora de sentir el gusto e intenciones de sus usuarios estrella y sobre todo de responder a ellas con eficacia. La sensación de que Twitter está estancado es general, y este retroceso se debe sobre todo a la migración de sus usuarios estrella hacia campos más verdes, y de la tardía y errónea respuesta que la app dio a los deseos (pensemos la fallida compra de Vine) de la comunidad de wannebes que sueñan con alcanzar la fama. Es así como el “aquí y ahora” textual que al final de la primera década de siglo XXI ofrecía Twitter se volvió insuficiente para los usuarios que buscaban poner imágenes a sus experiencias instantáneas y migraron, sin mucha culpa, justamente a INSTAgram. Lo mismo volvió a suceder un tiempo después cuando ese “aquí y ahora” para autonarrarse e inscribir una experiencia aurática –en términos de Benjamín– en el flujo evanescente de internet empezó a buscarse en vídeos que morían antes del amanecer y Snapchat emergió con su función Stories. En un ambiente donde los usuarios tienen poca fidelidad a las plataformas y están en constante busca de experiencias auráticas y desficcionalizadas, las aplicaciones deben estar muy atentas a donde la volatilidad de esas experiencias intangibles pueden llevarlos. E Instagram respondió a tiempo, sin intención real de atraer usuarios de Snapchat a su red sino, más bien, de evitar la migración de sus influencers y wannabes a la aplicación del fantasmita. Pero, por otro lado, potenciado por la función For Business de Facebook, sus hashtags, sus publicaciones destacadas y sus casi 400M de usuarios activos, Instagram ofrece una plataforma publicitaria mucho más flexible y barata que la reciente y costosa publicidad en Snapchat para un público que ronda los 150M de usuarios.

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Es temprano para augurar un ganador, aunque pareciera que Facebook siempre logra salirse con la suya.

Las redes muertas

Todavía es temprano para augurar un ganador, aunque pareciera que Facebook siempre logra salirse con la suya. Sin embargo es evidente que Snapchat se encuentra en un momento en el que deberá demostrar si puede volver realmente lucrativa su plataforma a largo plazo o si será otro fenómeno interesante pero pasajero como la ya olvidada Myspace. El gran cementerio de basura de internet, al fin y al cabo, nunca cierra sus puertas. Porque la competencia y la decadencia de redes no es un fenómeno exclusivo de estos años (aunque sí su ferocidad y urgencia) sino que el darwinismo también opera en internet marcando cuáles siguen su ascenso y cuáles, por el contrario, juntan polvo y guardan un pasado incómodo que queremos olvidar. Pasear por esos viejos sitios que tanto transitábamos, como Fotolog, es como un paseo por las ruinas de una civilización perdida, grotesca e increíblemente cercana. Tal vez algunos recuerden a Myspace, ejemplo claro de estas famas pasajeras y burbujeantes, que entre 2005 y 2008 (cuando fue superado por, obviamente, Facebook) fue la red social más grande del mundo con más de 100M de usuarios. En 2005 Rupert Murdoch con News Corporation compró el sitio por 580millones de dólares como inversión para colocarse en el mercado publicitario en internet. En esos años la medida fue vista como exitosa y correcta. Luego de ser superado por Facebook, Myspace vio un acelerado declive llevando a que News Corp la vendiera en 2011 por apenas 35 millones de dólares a, básicamente, Justin Timberlake. Hoy las ruinas de Myspace se erigen, con varias reestructuraciones y otra venta más, para apenas 30M de usuarios zombies.

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Snapchat se habría unido a la empresa de bluetooth Special Interest Group (SIG) para desarrollar un hardware, probablemente lentes o un headset de realidad aumentada.

Nuevos frentes de batalla

No hay que creer que las zonas de conflicto se agotan con solo estos pocos jugadores. Hay otros nombres y de gran peso que no quieren entregar ni una parcela del terreno conseguido y, si es posible, morder del plato de los demás. Google, Apple y Microsoft disputan sus propias partidas. Google sin dudas tiene una larga historia de intentos fallidos de instalarse como proveedor de servicio de redes sociales. Por más que se jacte de la cantidad de usuarios que tiene google+, lo cierto es que la cuenta se genera automáticamente con el registro en otros de los servicios del buscador y la relevancia que generan sus usuarios activos es realmente escasa. Por otro lado, hace poco trascendió que Apple está preparando su propia aplicación de vídeos y fotos instantáneas para competir con Instagram y Snapchat y que se espera que vea luz el año que viene. Pero es en el campo de la realidad aumentada (AR por su sigla en inglés) donde Snapchat está buscando profundizar su posición, terreno que distingue a la app a través de sus numerosos filtros para embellecernos poniéndonos coronas de flores en la cabeza o transformándonos en quimeras humano-abejas, humano-caninas, etc. Según se rumorea, hace un tiempo Snapchat se habría unido a la empresa de bluetooth Special Interest Group (SIG) para desarrollar un hardware –probablemente lentes o un headset– de realidad aumentada que se conectaría con la app. De esta forma Snapchat se uniría a la competencia de Google con sus Google Glass, los HoleLens de Microsoft y la compañía Oculus Rift, propiedad de Facebook. Aunque la batalla por la AR esté apenas en etapa inicial, su relevancia a futuro es innegable. En un contexto donde el diálogo que mantenemos con el mundo es a través de internet, son estas mismas empresas las que formulan las reglas específicas de nuestra conducta dialógica y los modos en que las preguntas se formulan y se responden en la web, cumpliendo así, para Groys, el papel que desempeñaba tradicionalmente la filosofía y la religión. De esta manera, la decisión de por qué una empresa aumentará nuestra realidad a futuro parece mucho menos inocente que la elección de tal o cual marca de papel higiénico y se arrima más a una decisión ideológica o, inclusive, metafísica. En 2016 parece que todavía no salió la película, como Network o La red social, que retrate la era digital en la que vivimos, pero el viejo lema de Youtube, Broadcast Yourself, finalmente se hizo realidad con la función Stories, y lo más probable es que nosotros, con la cámaras de nuestros celulares, la estemos filmando/////PACO