En poco más de diez años, Carlos Godoy publicó libros de poemas
(Prendas, Escolástica Peronista Ilustrada, La temporada de Vizcachas, Paritarias + Soy la decepción), un libro de cuentos (Can Solar) y novelas (SugarBlueberry, SugarBlueberry y La construcción). Con su último libro, Europa, editado por Triana, Godoy se desplaza al terreno del ensayo para rastrear las huellas necesarias para pensar el futuro. Caudales mixtos de información digital, sociabilidades amorfas online, la redistribución radical de las funciones del Estado, la política, el arte y el mercado, incluso una singular teoría clínica acerca de la incidencia cada vez más alta del autismo: en Europa el futuro roza intuiciones perfectamente ancladas en el presente. Además de su actividad como escritor, Godoy trabajó entre otras cosas como asesor político. No es un dato casual, ni tampoco lo es que se señale esa información en las escuetas referencias que en las solapas o en las contratapas de sus libros los editores dedican a presentarlo. Lo político (y la política) está presente a lo largo de su obra. En este sentido, Godoy ha hecho de sus libros un lugar para pensar los grandes temas de la historia reciente argentina: el peronismo, el federalismo, la memoria, la guerra de las Malvinas. Y ahora, en los artículos de Europa, varios de los cuales fueron publicados antes en distintos medios pero “curados” y actualizados para esta edición, Godoy analiza el presente -en el que “es difícil predecir más allá de un día” y donde el Apocalipsis, ante la falta de respuestas, es una “respuesta estética seductora”- a través de tres ejes: el Estado, el mercado y la tecnología. Desde ahí Godoy arroja afirmaciones casi siempre contundentes: “La tecnología es lo más democrático que tenemos”, “la tecnología y el capitalismo de servicios superaron al Estado como garante de la felicidad de los ciudadanos”, “el new age es la literatura de la época” o el menemismo “es el proyecto más serio que se realizó por medio de políticas culturales para ingresar o para preparar el ingreso al siglo XXI”.

Godoy analiza el presente a través de tres ejes: el Estado, el mercado y la tecnología.

Europa tiene un tono marcadamente ambiguo en el que la variedad de temas no parecen tener -al menos a primera vista- una sistematicidad y una coherencia argumentativa transparentes. En esa dispersión, Godoy reflexiona a los saltos y en poco más de 130 páginas acerca del rol y la función del Estado en general y del Estado argentino en particular, revisa el funcionamiento de la crítica cultural, describe el devenir de los desarrollos tecnológicos y analiza los comportamientos de la clase media (orientada hacia su fin). En ese camino, Godoy se ahorra las largas explicaciones y las presentaciones demasiado detalladas de las teorías y de las personas que les dan forma -investigadores, científicos, escritores- de manera tal que las pautas para sus propias ideas resulten introducidas apenas de manera concisa. Sin embargo, más que como una debilidad argumentativa el procedimiento puede leerse como la más deliberada decisión estética del autor. Posiblemente Europa lleve impreso así sobre su estilo una de las premisas actuales que más se repite: “La gente cada vez lee menos”. Con ese diagnóstico, la brevedad es una virtud. Y, además, lo que se deja fuera siempre se puede ir a buscar a otros lugares que, para nosotros, es solo uno: internet. Así, si uno descree de la existencia de Neil Harbisson -uno de los dos cyborgs que hay en el mundo- o si duda sobre las teorías del matemático polaco Benoît Mandelbrot, basta con googlear.

Se postula una característica central de nuestro tiempo: la entropía. Esto es, la indeterminación y la incertidumbre respecto a lo que vendrá.

Bajo ese esquema general, Godoy postula entonces una característica central de nuestro tiempo: la entropía. Esto es, la indeterminación y la incertidumbre respecto a lo que vendrá. El presente se derrumba e incluso la economía pierde sus parámetros, al punto que se desconfía de “la mano invisible del mercado”. En Europa este sentimiento social explica el boom de las películas apocalípticas e incluso el éxito de Lost, un “relato de interrogantes” que provocó empatía en audiencias de todo el mundo. Y es en este punto donde Europa dialoga sin dudas con Can Solar. Si en Europa la indeterminación del futuro está ligada a la exponencialidad del desarrollo tecnológico, en los cuentos de Can Solar, que transcurren, se puede suponer, en comunidades periféricas de la Argentina, la incertidumbre de los personajes se vincula con elementos fantásticos, paranormales o violentos. Sin ir más lejos, Lost resuena constantemente. En esa serie producida por J.J. Abrams y Damon Lindelof, si cada 108 minutos no se presionaba un botón, el mundo se acababa. La incertidumbre, de hecho, fue llevada al paroxismo y produjo un fenómeno cuyo episodio final fue visto por más de 16 millones de personas solo en Estados Unidos.

Se escribe para pensar, para deconstruir y para fundar un nuevo imaginario sobre su objeto.

En el diálogo entre Can Solar y Europa se vuelve notorio que Godoy es un autor que piensa -y narra- en términos políticos, y que es particularmente consciente del contexto histórico desde el cual produce: una Argentina inestable y desigual sumergida con virtudes y defectos en el siglo XXI. A partir de ahí, se logra también comprender el pasaje de la ficción al ensayo: si los diferentes relatos se sitúan en comunidades periféricas de nuestro país, donde ya no solo el acceso a internet y a otros bienes de consumo tecnológico parece marginal sino más bien exótico, ¿qué sentido y qué eficacia puede tener asociar el sentimiento de indeterminación a la innovación tecnológica? Europa se lee desde Buenos Aires, la principal ciudad argentina -y casi la única- en la que el capitalismo de servicios del siglo XXI parece tener una sede entre nosotros. En este punto, podríamos decir que Godoy retoma aquel saber popular que afirma que “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires”.

Europa es un ensayo en el que Godoy sabe cómo recurrir a elementos y recursos de su propia ficción.

En su reseña del libro en Crisis, Maximiliano Crespi se equivoca por eso mismo cuando señala que Europa no es un ensayo. De hecho, Europa es un ensayo en el que Godoy sabe cómo recurrir a elementos y recursos de su propia ficción, lo cual solo puede tornarse legible porque Europa es un ensayo y no otra cosa. Entre esos elementos de la ficción se destacan los que pertenecen a la sutil novela La construcción, con la que Europa “comparte” un narrador, un tono objetivo de “informe”, una posición de distancia y una atmósfera. Tal vez la clave está en la función, en el para qué de la escritura. ¿Para qué escribe Godoy? En principio, Godoy escribe para pensar, para deconstruir y para fundar un nuevo imaginario sobre su objeto. La apuesta no es menor y los resultados están a la altura del riesgo. El peronismo como praxis en La escolástica, el modo en que se desmonta en La construcción la representación de las Islas Malvinas y, en ese proceso, el establecimiento de una nueva representación a partir de determinados elementos naturales, culturales y sociopolíticos, y en Europa la reflexión a partir del rol del Estado, el mercado y la tecnología sobre la dirección en la que aumenta la entropía del mundo como clave a través de la cual imaginar el futuro. En un campo literario en el que suele percibirse que “todo da lo mismo” y en el que el usufructo de la intimidad y el yo son una moneda casi indisociable de cualquiera afectado por la pereza, la obra de Godoy es, por lo menos, una rareza: un autor que, desde la ficción o el ensayo, reflexiona, problematiza y resignifica los grandes temas de la historia reciente argentina//////PACO