¿Qué le da unidad a un libro de cuentos? Puede ser una de las principales preguntas con las que abordamos la lectura de, precisamente, un libro de relatos. Tal vez perseguir esa respuesta sea lo que anime seguir leyendo, una vez abierto, La cena de Electra, la nueva compilación del periodista, politólogo y escritor Nelson Specchia, publicado a fines del año pasado por Edhasa y ganador del premio Max Aub por el relato que da título a la obra. Desde los primeros relatos sabemos que la lectura va a ser un viaje, casi en sentido literal: Chaco, Madrid, Santiago del Estero, Galicia, Córdoba, Canasvieiras, Japón, se suceden con cada vuelta de página y se transforman en verdaderos personajes, en algunos casos principales, de los cuentos. ¿Puede funcionar la desterritorialización, paradójicamente, como concepto unificador? Tal vez, pero no parece suficiente. Hay que ir más profundo. Los cuentos, de claro tono borgeano en la mayoría, problematizan la cuestión geográfica desde la imposible comunión entre el hombre y el ambiente o, en todo caso, en el conflicto que esa unión siempre acarrea. Esta lucha entre el ambiente, el territorio, y el hombre se camufla en los distintos relatos de manera sutil a través de un español casi neutro, puramente literario y alejado del imperativo coloquial, consiguiendo así que el lenguaje se transforme en la patria común entre Argentina y España y el resto de las coordenadas del libro.
¿Puede funcionar la desterritorialización como concepto unificador? Tal vez, pero no parece suficiente. Hay que ir más profundo.
Este conflicto se vuelve casi literal en el primer relato, “La rebelión de los insectos”, con un desenlace lovecraftiano en el que las únicas criaturas que sobreviven a la colonización europea en la todavía salvaje América logran una valiosa victoria, o en “Meigas fora” donde el avance de la civilización –una civilización pre-digital- termina por dejar vacía la campiña rural de Galicia. Pero la cuestión se vuelve mucho más asfixiante en relatos como “La revancha del agua” donde una inmigrante genovesa que escapa de la Italia sin trabajo, sobrevive un naufragio y encuentra su destino final en las hostiles tierras del Chaco, o en “Siete vidas” vemos cómo una pareja de cordobeses huye de un país en ruinas pos 2001 para vagar sin rumbo por Brasil hasta finalmente hallar la paz en Florianópolis hasta que la atávica enemistad entre perros y gatos ponga todo en riesgo. En estos relatos la huida es el movimiento narrativo preferido de Specchia, pero una huida que lo único que logra es replicarse a sí misma. Los personajes de Specchia se encuentran condicionados ante fuerzas mucho más fuerte que ellos y que por lo general escapan a su control, como si la inconformidad y la guerra con el mundo fuera perpetua una vez que comienza. Alrededor de estas luchas Specchia arma un volumen sólido con puntos muy altos -como “La huida es un sueño verde” donde su estilo anclado en el anacronismo, la vida rural y un español seco se aprovechan al máximo para construir un relato homoerótico entre cuatreros santiagueños- y otros pocos bajos -como “La dulce mano de los ogros”, policial olvidable y estrictamente de género con todos los clichés posibles y una descripción de violencia de género propia de un muro de Facebook- aseguran una lectura veloz, como huida, entre página y página////PACO