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La semana pasada la masacre de San Bernardino volvió a ser noticia porque Apple se negó desbloquear el teléfono de uno de los asesinos “intensificando –como dice La Nación– una disputa entre empresas de tecnología y las autoridades estadounidenses sobre los límites de la encriptación.” En realidad lo que pide el FBI es mucho más que “desbloquear.” Lo que pretende es acceso al OS de esos teléfonos y por eso exige un “backdoor.” Appel se niega. ¿Quienes son los buenos? ¿Quienes son los malos? Un gran poder trae siempre una gran responsabilidad. Tim Cook escribió una carta: “The United States government has demanded that Apple take an unprecedented step which threatens the security of our customers.” La palabra clave acá es “customers.” Luego aclara que su empresa no tiene simpatía por los terroristas. De fondo la discusión parece ser, como casi siempre, comercial. Pero, atención, no de un comercio minorista. Hoy encriptación significa seguridad y seguridad significa dinero. Los competidores de Apple miran desde lejos pero siempre con ojos interesados. ¿Por una vez jugar contra Apple es jugar a favor de una fuerza legal? Consultado por el Financial Times, Bill Gates le dio su apoyo al FBI. Y Donald Trump, que cada vez está más cerca de ser el candidato republicano en las próximas elecciones presidenciales, salió a condimentar el tema con un tuit.

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Hasta este punto la discusión era de altas esferas y mantenía una pátina de inaccesibilidad. El diario francés Libération tituló “Apple-FBI, la guerre des monstres.” Pero entonces, casi sin querer, Cook invitó al lado oscuro con esta frase de su carta: “The government is asking Apple to hack our own users and undermine decades of security advancements that protect our customers —including tens of millions of American citizens— from sophisticated hackers and cybercriminals.” ¿Alguien dijo hackers? Ahí es cuando aparece John McAfee, convocado por la publicidad, la elección del vocabulario y el bardo. ¿Y qué dice McAfee? Si no logra quebrar la seguridad del iPhone 5c en tres semanas se come un zapato en televisión.

Comerse un zapato y transmitirlo por los medios masivos de comunicación tiene antecedentes directos en Herzog y Chaplin, así que eso parece lo de menos. Por otra parte, McAfee dice que está de acuerdo con Tim Cook y que no hay que abrir ningún “backdoor” en las encriptaciones de Apple y menos para dárselo al FBI. En un artículo, de galvanizado y magnético estilo paranoico, McAfee recuerda la codicia de China y Rusia por los códigos de las armas nucleares y sentencia que “our government has chosen, once again, not to listen to the minds that have created the glue that holds this world together.”

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Pequeña obra maestra de la retórica paranoide que combina con precisión los temores mecánicos del siglo XX con los poderosos y resbaladizos adelantos digitales del siglo XXI, el artículo de McAfee cita al nazismo, cómo no, y después lo afirma sin mediaciones: si el FBI consigue vulnerar la encriptación de Apple, el mundo como lo conocemos se termina. Desde luego, lleva agua para su molino. Pero ¿cuál es ese molino? Quijote al fin, McAfee se plantea su propio escenario:

With all due respect to Tim Cook and Apple, I work with a team of the best hackers on the planet. These hackers attend Defcon in Las Vegas, and they are legends in their local hacking groups, such as HackMiami. They are all prodigies, with talents that defy normal human comprehension. About 75% are social engineers. The remainder are hardcore coders. I would eat my shoe on the Neil Cavuto show if we could not break the encryption on the San Bernardino phone. This is a pure and simple fact.”

Y sobre el final insiste: “So here is my offer to the FBI. I will, free of charge, decrypt the information on the San Bernardino phone, with my team. We will primarily use social engineering, and it will take us three weeks. If you accept my offer, then you will not need to ask Apple to place a back door in its product, which will be the beginning of the end of America.”

Lo sabemos, la modernidad hace preguntas que no tienen una única respuesta. Who watches the watchmen? y largo etcétera. Pero en realidad, creo, con McAfee en el medio, ya no se trata de la seguridad de millones de personas, de asesinatos desquiciados, de terroristas o de acuerdos comerciales y políticos con el gobierno. Por supuesto se habla de eso, eso es la carne del asunto, pero en realidad el tema ya cambió a otra cosa, todavía más oscura, menos traslúcida, más cercana a los turbios cortejos del corazón humano. En este caso, la apuesta señala que todo puede ser transformado en un espectáculo y que el desafío siempre es por el honor, o sea, por la capacidad de hacerlo. Pero ¿quién es McAfee? ¿Por qué esas suspicaces dudas y sus arrogantes declaraciones tienen tanto peso? Si no le creés, él mismo dice que lo mejor que podés hacer es googlear “cybersecurity legend.”

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John McAfee nació en Escocia, se crió en Virginia, y empezó su carrera como programador para una subsidiaria de la NASA con base en New York. ¿Poco impresionante? Lo hizo entre 1968 a 1970. Luego fue saltando de empresa en empresa y en 1980 tuvo la revelación que buscaba. Un equipo de técnicos paquistaníes le mandó una copia del virus Brain. 1980. La computadoras no se conectaban, la web era ciencia ficción, apenas existían unas muy acotadas intranets, pero la infección ya había comenzado. McAfee se convirtió en un experto en seguridad informática dentro de la planta de la
Lockheed Corporation, un agencia aeroespacial, y mientras el mundo se llenaba de computadoras personales, él iba atrás predicando como un párroco sinuoso: “cuidado, el otro lado de este gran avance puede ser muy amargo.” No es difícil imaginar a un joven McAfee en una oficina de espejos asustando a empresarios de la Costa Este mientras les dice que pueden perderlo todo porque en ese mundo también existe el crimen y el vandalismo. En 1989, renunció a Lockheed y creó la famosa McAfee Associates, una empresa garage que funcionaba en su casa de Santa Clara y que muy rápido se transformó en un referente de la siempre necesaria seguridad digital. Eran épocas en que un troyano, armado como una broma entre amigos, podía arruinar semanas de trabajo. Así, McAfee fue pionero de la paranoia en un valle de ingenuidad. Cuando Internet empezó a funcionar a escala planetaria, ya era millonario. Pero su historia estaba muy lejos de terminar ahí.

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En agosto del 2009, The New York Times informó que McAfee había pasado de tener cien millones de dólares en su fortuna personal a un máximo de cuatro. ¿Por qué? Malas inversiones, crisis financiera, descuidos de todo tipo. Ya se veía de antes: McAfee no era un empresario de discurso sensible y tardohumanista, un autodenominado gurú de nada. Su idiosincracia, al parecer, no era redituable. ¿Cuál fue la respuesta de McAfee a esta descapitalización? Se fue a vivir a Belize y comenzó a investigar y producir fármacos.

Vale señalar que Belize es un país muy pequeño del caribe continental que tiene unos cuatrocientos kilómetros de playa, selva tupida y un poco más de 300.000 habitantes. Recién pudo independizarse del Reino Unido en 1981, formando una monarquía constitucional, y por eso su idioma oficial es el inglés, aunque la mayor parte de su población nativa habla español. En este acotado paraíso, McAfee fundó QuorumEx una empresa que ya no producía antivirus para computadoras sino antibióticos naturales para seres humanos. Asesorado o asociado con la bióloga Allison Adonizio, QuorumEx comenzó a producir a baja escala un antibiótico extraído de plantas de la región y que, según ellos, interrumpe la habilidad de la bacteria para comunicarse cortando así la cadena de contagio. (Adonizio tiene un phd y su tesis, compartida con otros científicos, es justamente sobre las propiedades curativas de algas tropicales y otras plantas.) 

¿Podemos entender el salto de lo digital a lo biológico como un consecuencia directa de la exploración de los métodos de comunicación de los hombres y su deformación en enfermedades? Como fuere, el 2 de mayo de 2012, la propiedad de McAfee en Orange Walk Town fue allanada por una ominosa Unidad de Supresión de Pandillas. Se lo acusaba de fabricación de medicamentos sin licencia y posesión de armas de guerra no registradas. En otras versiones se usaba la polimsémica palabra “drugs.” Cuando lo detuvieron, el programador estaba con una menor de edad que él decía que era su novia. Al final las denuncias y la detención no prosperó y McAfee respondió litigando contra el gobierno de Belize.

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Un par de meses después, en noviembre del mismo año, la policía local avisó que buscaba a McAfee por asesinato. El programador era el principal sospechoso matar al expatriado estadounidense Gregory Viant Faull, muerto a tiros el 10 de noviembre de 2012 en su casa en la isla de Ambergris Caye. McAfee había denunciado a su vez que alguien había envenenado a sus cuatro perros. Después de eso su biografía se vuelve a resetear. Y un poco más tarde la policía lo detiene tratando de entrar ilegalmente a Guatemala. Para que lo defienda, McAfee contrató a un tal Telésforo Guerra –el nombre ya dice bastante– , que fue fiscal general de ese país, y llegó a actualizar su blog personal whoismcafee.com desde la cárcel. También, en algún momento, se candidateó a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Libertario. ¿Un laboratorio de drogas sintéticas escondido en el Trópico? ¿Ajustes de cuentas entre espías? ¿Los delirios de ls desintoxicación o de la intoxicación? ¿Inteligencia, contrainteligencia, mentiras, fakes? ¿Todo junto?

Los hackers se manejan en comunidades semi-secretas donde el conocimiento es el verdadero poder. “Comunidades de prestigio” sería la acepción más precisa. El desafío es socrático. Yo puedo hacerlo. Yo tengo ese poder, el de superar a todos y superarme a mí mismo: una especulación que fascina al hombre desde que existe, incluso, o más aun, cuando eso lo lleva a la destrucción. Es difícil, no es rentable, no es racional y no importa. Pero igual un grupo sigue adelante y abandona todo por eso. ¿Hay alguna definición actual que se parezca más a la poesía?

And why do the best hackers on the planet not work for the FBI?” pregunta McAfee desde el artículo donde se propone como solución al problema del teléfono del shooter de San Bernardino. Y responde que el FBI no contrataría a nadie que use un cresta punk púrpura de 24 pulgadas, ni con diez piercings o tatuajes en la cara que piden que los dejen fumar marihuana mientras trabajan y no cobran menos de quinientos mil dólares al año. Y avisa que los chinos y los rusos sí los están contratando y los vienen contratando desde hace varios años y es por eso que los Estados Unidos está “decades behind in the cyber race.”

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McAfee no es un nerd, es un ultra-hacker, un personaje del futuro. Pero no del futuro aséptico de Sillicon Valley, ya mundano y asimilado, sino de un futuro posapocalíptico, de un futuro atormentado, mucho más parecido a The Walking Dead que a una oficina limpia y bien iluminada. Incluso lo es en su aspecto, nunca del todo compuesto, donde cada arruga en su cara nos está hablando de días de lucha y obsesión frente a la pantalla o también bajo el sol.

No hay dos caras más diferentes que la de Steve Jobs y la de John McAfee. La primera es atildada, tranquila, la cara de un rico, de un vegetariano, de un diseñador histérico que oculta sus caprichos ligados al dinero y la exclusividad. La otra es la cara de la ansiedad, un rostro marcado, irónico, que se muestra listo para la desconfianza y la pelea incluso en los momentos más relajados. La primera también es la cara de un muerto, y la otra, la de un vivo. Y no me refiero a hechos meramente biológicos. ¿Se complementan? ¿Se repelen? ¿Se necesitan? ¿La prosperidad y el bienestar de empresas como Apple están asentadas sobre las fotos de McAfee posando con armas, en cueros y con anteojos oscuros? Es el diálogo entre el optimismo y la negatividad, pero de ninguna manera con una división fácil entre el bien y el mal. Hay mucho para decir sobre esto y todavía se dirá mucho en nuestro siglo XXI. Pero más allá de cualquier apreciación sociológica o semántica, hay un gran grupo de personas que no quiere ver a McAfee comiéndose un zapato en prime time. Prescindiendo de esa escena humorística, a ese grupo ese espectáculo no lo conmovería. Lo que espera es otra cosa: ellos quieren que McAfee destruya el sistema de seguridad de ese i5c y si es posible que siga con todos los sistema de seguridad de Apple y luego también haga caer los servidores del FBI. Y luego, después de ese esfuerzo animal, nos cuente cómo se divirtió haciéndolo. ¿Por qué? Porque en un mundo utilitario y bienintencionado que juega al racionalismo mientras se mueve inmerso en mares de pálida docilidad quizás haya todavía un poco de espacio para festejar la disidencia.////PACO